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El ajuste fiscal de las palabras

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Ay las palabras! ¿“Consolidación fiscal”, como repite Astori, o “ajuste fiscal”, como clama la oposición? Aunque en esencia se trata de sacarle a la gente la plata del bolsillo, la batalla de estos días es para rotular las medidas del gobierno.

Ay las palabras! ¿“Consolidación fiscal”, como repite Astori, o “ajuste fiscal”, como clama la oposición? Aunque en esencia se trata de sacarle a la gente la plata del bolsillo, la batalla de estos días es para rotular las medidas del gobierno.

“Consolidar” es un verbo que viste bien la acometida fiscal pues denota solidez. Ajuste, en cambio, suena a ajustarse el cinturón, que es lo que nos espera. Además en el país hay mala memoria de ajustes a diferencia de la consolidación, palabra virgen en la arena política.
Este tironeo verbal no debería sorprender pues desde los tiempos del ágora griega la retórica y la política forman pareja. Los expertos en marketing político dicen que tan importante como el fondo de las cosas es la forma en que se nombran aunque se mienta un poco. Esa es la retórica barata, un arte que Astori probó conocer cuando inventó lo del “espacio fiscal”, expresión con la cual bendijo el despilfarro del anterior gobierno del Frente Amplio que, pese a la bonanza, nos legó el déficit del 3.4% del Producto Bruto Interno que hoy quieren descargar en nuestras espaldas.

Es alto el grado de refinamiento retórico de Astori. Nótese que cuando propone reducir el exceso de empleados públicos señala al pasar que eso es “algo que viene ocurriendo en la historia del país”, un intento de rebajar las culpas de la izquierda por haber creado 50.000 cargos públicos más en la última década. Es lo que el Frente Amplio solía llamar “clientelismo” y que ahora, en un alarde retórico supremo, Astori critica porque ese no es “un gasto de calidad”.

A tan consumado manipulador de las palabras habría que preguntarle dónde estaba él cuando se gastó sin “calidad” más de la cuenta. Sabemos la respuesta. Estaba ahí, en la cocina del equipo económico haciendo la vista gorda a lo largo de estos 11 años de gobiernos frentistas. Así se entiende por qué Astori busca refugio en las palabras y justifica el “fiscalazo” que prepara diciendo que “cambió abruptamente el entorno” de Uruguay en un contexto internacional “fuertemente deteriorado”. Sí, mucho adverbio como es su estilo, aunque los argumentos sean falsos.

Falsos, porque adjudicarle nuestra crisis (sí señor, la palabra es crisis) a un brusco giro del contexto internacional es otro abuso retórico. Durante la campaña electoral de las promesas (no habrá “ningún incremento tributario” aseguró Vázquez) y durante la discusión del presupuesto el año pasado, hacía rato que Brasil ardía, que mudaban los vientos en Argentina (para nuestro bien, en todo caso) que Venezuela colapsaba y que la economía de China se encogía. Decir que esos son fenómenos de último momento que obligan al ajuste fiscal es faltar a la verdad.

Por eso es incomprensible ver a frentistas ofendidos porque se denuncia la sarta de mentiras que acompañó el anuncio del “impuestazo”. Uno puede entender que ante estos malos tragos los responsables del desastre acudan a la retórica, esa vieja aliada que utilizó Vázquez para poner su mejor cara de “yo no fui” cuando le reprocharon su anuncio de que no habría “ningún incremento tributario” y él replicó que quiso referirse a “nuevos impuestos”, no a los existentes. ¡Digno del ágora!

¡No sabrán gobernar pero de palabras sí que saben!

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Antonio Mercader

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