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Los cambios en el comercio mundial luego que asuma Donald Trump

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Donald Trump. Foto: AFP.
SAUL LOEB

Uno de los puntos polémicos durante la campaña electoral en Estados Unidos fue la política comercial. Frente a las radicales aseveraciones del lado del futuro presidente, Donald Trump, surgen dudas sobre cómo se verán afectadas las condiciones para el comercio en el futuro.

Si se lleva al extremo literal todo lo dicho en el calor de la campaña, estamos en el inicio de una escalada proteccionista y eso debería preocupar a un país pequeño como Uruguay. Pero no parece necesario que todo se tome literalmente. Del análisis del flujo comercial en los últimos años surge que se están procesando una serie de cambios. Algunos tienden a desacelerar el comercio y apuntan a una nueva relocalización de los procesos productivos.

En algún caso, ello implica el retorno a los mercados desarrollados. Como Uruguay ha participado marginalmente en este proceso, si no hay una ruptura en la institucionalidad global, se puede prever que el impacto sobre nuestro país no sea tan grave.

En la campaña electoral, Donald Trump y sus asesores recalcaron que para recuperar el empleo en Estados Unidos es necesario revisar las condiciones comerciales con otros países.

En particular se señalaron a México y Canadá (los socios del Nafta) y China como los que más perjudican las oportunidades de empleo de los estadounidenses. También hubo una crítica fuerte a la política de tercerización en países con menores costos laborales seguida por las grandes corporaciones.

Buena parte del electorado que permitió que Trump ganara las elecciones tiene la preocupación por sus condiciones laborales y las de su barrio o ciudad.

En muchos casos se visualiza como "culpables" de los males a los acuerdos comerciales con otros países y regiones y a la posibilidad que tienen las empresas para radicar empleo en el resto del mundo.

La globalización de la producción llevó a una fuerte intensidad en el flujo de comercio internacional. El motor de esta aceleración se ubica en una cantidad importante de fábricas que se instalaron en países en desarrollo para producir partes que luego se ensamblan en otros países.

Las estadísticas del comercio internacional muestran un período de expansión del comercio que hasta el año 2007 superó el del PIB mundial. Mientras el PIB mundial creció al 4,2% anual, el volumen de comercio mundial lo hizo al 6,8% de acuerdo a los datos estadísticos que presenta el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Justamente, este es el punto de queja de los votantes de Trump, captado con claridad por este candidato.

Sin embargo, luego de la crisis financiera que explotara como una burbuja en el año 2008, se observa un cambio radical.

Por un lado se modera la expansión del nivel de actividad mundial significativamente al orden del 3% anual. Pero lo más importante es que el comercio y el PIB mundial presentan tasas de crecimiento anual similares desde ese entonces.

A pesar que los costos del comercio no subieron y la baja del precio del petróleo favorece el movimiento de mercaderías, hay una reducción en el ritmo de tercerización de procesos productivos.

El proceso de localizar las distintas etapas de la cadena de valor en aquellos mercados donde los costos son menores contribuyó al abaratamiento del producto final y al crecimiento del comercio mundial.

Pero este proceso comienza a mostrar algunos inconvenientes que lo están frenando. Incertidumbre geopolítica y de aumento de los costos en muchos de los mercados emergentes, especialmente en el caso de China son algunos de ellos.

A su vez, al aumentar las escalas de producción aumenta el riesgo de no poder concretarla al no poder asegurar el abastecimiento adecuado en tiempo y forma de materias primas o insumos en algunos de los distintos eslabones de la cadena diseminados a lo largo del planeta.

Los problemas señalados por Trump en la campaña se ubican en relación al flujo comercial con México y con China. Para entender el porqué de estos dos actores basta considerar que el déficit comercial de bienes de Estados Unidos es actualmente del orden del 4% del PIB y la mitad se origina en estos dos mercados.

El gran déficit comercial de Estados Unidos es otra medida que pauta que va a existir un ajuste necesariamente, cualquiera sea el tenor de las medidas que tome el nuevo gobierno.

Se trata de desequilibrios que no son sostenibles a lo largo del tiempo. El déficit comercial en bienes de Estados Unidos subió fuertemente entre 1998 y 2008, pasando del 2% al 6% del PIB.

La corrección posterior fue solo parcial ya que se estabilizó en el entorno del 4% del PIB.

Es probable que se tomen medidas proteccionistas como aranceles excepcionales o barreras no arancelarias para impactar en el comercio. De todas formas, se trataría más de una llamada a sentarse a negociar que una medida unilateral tomada por su solo impacto.

De acuerdo a los intereses del pueblo norteamericano, el mayor impacto se observará en las manufacturas tradicionales e intensivas en mano de obra o con efecto multiplicador sobre el empleo.

Se trata de productos de muy poca trascendencia en la estructura productiva de nuestro país. Los alimentos parecen estar mayoritariamente fuera de consideración, tanto en Estados Unidos como en China u otros mercados emergentes.

Por lo tanto el impacto negativo final para nuestro país estará directamente vinculado con la desaceleración en el nivel de actividad global. Esto puede restar a lo sumo un punto porcentual en el crecimiento anual.

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Donald Trump. Foto: AFP.

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