CRISIS EXISTENCIALES
Sobrevivió a la crisis financiera y la golpea la inmigración masiva.
El referéndum sobre la independencia de Cataluña se ha convertido en un nuevo quebradero de cabeza para una Unión Europea que esperaba salir por fin de un decenio de crisis existenciales, desde la financiera al Brexit, pasando por la migratoria.
"En cierto modo, la UE es una institución hecha para tiempos felices. Mientras todo va bien, funciona bien. Pero tan pronto surge un problema, encuentra enormes dificultades para posicionarse y actuar", señala Stefani Weiss, directora de la oficina bruselense de la Fundación Bertelsmann. Para esta experta, "este problema se venía venir desde hace tiempo", en referencia a la preparación desde hace años de esta consulta por los independentistas catalanes. "Pero no recibió la atención necesaria" en Bruselas, asegura.
La Comisión Europea llamó al diálogo y reiteró que el referéndum no respetaba la Constitución española y, aunque el lunes condenó la violencia como "instrumento en política", justificó días después un "uso proporcionado de la fuerza" para garantizar la "supremacía del derecho".
La Unión Europea ha sobrevivido al crash financiero mundial de 2007/2008 y a la posterior crisis de la deuda que casi implica la salida de Grecia de la zona euro en 2015. Pero todavía no se ha recuperado totalmente de la brecha abierta por la crisis migratoria entre los países del Este y del Oeste del bloque continental. Y lucha todavía contra Polonia y Hungría por sus políticas juzgadas contrarias a los valores europeos, mientras negocia con Reino Unido su marcha, prevista en marzo de 2019. Fuente: AFP
Cuestionan actitud de UE.
Los independentistas de Cataluña consideran que Bruselas ha perdido su credibilidad. Estos acusan a la Comisión Europea, que no dudó en cuestionar a Polonia sobre su Estado de derecho, de dejar de lado a los “7,5 millones de ciudadanos europeos” de esta región del noreste de España, donde se habrían atacado “los derechos fundamentales, especialmente la libertad de expresión”.
La mayoría de los países europeos guarda silencio o muestran su apoyo a Mariano Rajoy.