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Ultras y rebeldes

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Las prima rias llegan al segundo escalón, New Hampshire, mostrando el rasgo distintivo del momento político norteamericano: las bases partidarias se rebelan contra los establishments de la burocracia washingtoniana, Wall Street y los principales lobbies.

La influencia de estos poderes fácticos siempre fue determinante en la selección de candidatos. Salvando las diferencias, parecen la versión occidental de los Guardianes de la Revolución, el cuerpo de ideólogos y religiosos que depura en irán las listas de postulantes en las elecciones para la presidencia y las gobernaciones y los escaños del Majlís.

Así como Europa muestra el emerger de las fuerzas anti-sistema, (Podemos en España, el Frente Nacional en Francia y Syryza en Grecia, por ejemplo) las primarias norteamericanas muestran algo similar: los candidatos inaceptables para el establishment. En el caso republicano, los pilares del poder prefieren a moderados, como Jeb Bush o Ben Carson, pero ya se conforman con que Marco Rubio pueda superar a Donald Trump y a Ted Cruz. Tanto Rubio como Cruz integran el "fundamentalismo" religioso, además de posiciones casi tan radicales como las de Trump. La diferencia es que son más presentables que el magnate del histrionismo insultante y ampuloso. Desde Barry Goldwater a mediados del siglo XX, hubo aspirantes al despacho Oval que representaban posiciones radicales en el conservadurismo. Pero nunca tuvieron peso los outsiders de extremismo delirante, como Trump, ni pudieron los fundamentalistas barrer a conservadores respetadísimos como John McCain y el eficaz Rudolf Giuliani. En los primeros dos escalones de estas primarias, los "ultras" son los que llevan la delantera, mientras que los moderados como Jeb Bush y hasta una celebridad médica, como el neurocirujano Ben Carson, quedaron rezagados.

La versión demócrata de la rebelión es Bernie Sanders. Antes de estas primarias, habría sido impensable competir cabeza a cabeza con una figura del peso de Hillary Clinton, declarándose "socialista" como hace el senador por Vermont. Por cierto, su modelo de socialismo no está en Cuba, sino en las socialdemocracias nórdicas. Aún así, su discurso anti Wall Street y su pasado hippie lo convierten en un "enfant terrible" para el aparato demócrata y el establishment.

Esta señal de radicalización en los dos grandes partidos, muestra que las "grietas" no están sólo en Latinoamérica ni son sólo producto de la demagogia populista.

La Bitácora

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