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Las últimas 48 horas de Nisman: trabajó hasta el final

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Alberto Nisman se mostró muy determinado en su denuncia sobre infiltraciones de iraníes. Foto: Marcos Brindicci
Argentine prosecutor Alberto Nisman (L), who is investigating the 1994 car-bomb attack on the AMIA Jewish community center, looks at his papers during a meeting with journalists at his office in Buenos Aires May 29, 2013. Nisman accused Iran on Wednesday of creating networks to carry out terrorist attacks in Latin America since the 1980's, and he said he will send his findings to courts in those countries so they can take action. REUTERS/Marcos Brindicci (ARGENTINA - Tags: POLITICS CRIME LAW)
MARCOS BRINDICCI/REUTERS

Estudió resúmenes, escuchas y argumentos hasta la madrugada; pensaba revelar en el Congreso las pruebas de su denuncia contra Cristina Fernández.

Las últimas 48 horas de vida de Alberto Nisman fueron un subibaja de adrenalina, tras denunciar a la expresidente argentina Cristina Fernández.

Recibió a periodistas para explicar los alcances de sus acusaciones, se obsesionó con pulir los detalles de la declaración que pensaba hacer en el Congreso, ensayó posibles cuestionarios, trató de ubicar a su espía favorito Jaime Stiuso sin éxito y encontró un arma. Su empleado Diego Lagomarsino dijo que él se la entregó y es la que disparó el tiro que provocó la muerte del fiscal.

Nisman trabajó el viernes 16 de enero de 2015, temprano, en su departamento de la torre Le Parc en la presentación que iba a hacer el lunes en el Congreso. El día anterior, había recibido la invitación para exponer y se lo informó por oficio a la procuradora Alejandra Gils Carbó. Tenían sus diferencias, a tal punto que Nisman creía que Gils Carbó lo iba a echar y así se lo comentó a sus allegados, según declararon ante la Justicia.

Ese día, se decía que su visita al Congreso, en lugar de ser a puertas cerradas en la Comisión de Legislación Penal, iba a ser pública, incluso televisada, en el recinto. Nisman estaba ansioso, acelerado, preocupado por la gravedad de su denuncia, pero seguro de sus hallazgos, expansivo en sus gestos, atropellado al hablar e hiperactivo.

Separado desde hacía más de tres años de la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado, Nisman había estado la semana anterior en Amsterdam con una de sus hijas, Iara, para celebrar sus 15 años, cuando tuvo un entredicho telefónico con su ex mujer.

El viernes 9 de enero decidió volver antes de lo previsto desde España, donde pensaba pasar el fin de semana esquiando con su hija. Iban a viajar a Andorra. Arroyo Salgado recogió a Iara en España y siguieron viaje juntas.

Nisman quería saber qué pasaba en Buenos Aires, qué se comentaba y si, más allá de la pelea entre la Justicia y el gobierno, había trascendido algo de lo que él tenía preparado o si pensaban echarlo. Se lo preguntó por WhatsApp a sus allegados.

El lunes 12 llegó a Buenos Aires. Lo siguieron las cámaras de seguridad del aeropuerto de Ezeiza. En su fiscalía apuró el trabajo para tener lista la denuncia en la que venía trabajando desde hacía dos años. El martes 13 no fue a su oficina, pero estuvo en contacto por WhatsApp con sus empleados. Estaba aliviado por presentar el escrito y ordenó que terminaran de pulir el texto.

Algunas de las hojas las firmó el miércoles 14 de enero en su casa, poco antes de formalizar la denuncia en Tribunales. Ese mismo miércoles, su secretaria Soledad Castro, acompañada de otro empleado y la custodia, llegaron al edificio Le Parc, donde vivía el fiscal. Nisman firmó lo necesario y otros proveídos de la causa AMIA y Castro se fue a Comodoro Py 2002, donde a las 8:30 dejó radicada la denuncia contra Cristina Fernández.

A media mañana, cuando se hizo pública, Nisman estaba en su fiscalía. Se lo notaba hiperkinético, verborrágico, hablaba con párrafos extensos llenos de frases subordinadas. Quería destacar que estaba pensando en una nueva estrategia para extraditar a los iraníes prófugos, dándole intervención al Consejo de Seguridad de la ONU.

A la tarde del miércoles se fue a su departamento de Puerto Madero. La noche anterior no había dormido y sólo quería descansar y prepararse para la entrevista de esa noche en TN. Pero a la tarde se dio una ducha en su casa y se volvió a poner el traje y las lentes de contacto azules para sacarse unas fotos para La Nación, en la calle, cerca del edificio de Puerto Madero. Habló varias veces con la entonces diputada Patricia Bullrich. Quería asegurarse de que la sesión donde iba hablar de las pruebas de su denuncia fuera reservada. Los registros de esas llamadas desaparecieron de su celular, y también los de llamadas que mantuvo con periodistas.

El jueves habló con Alberto Massino, exalto jefe de la SIDE cercano al poderoso Jaime Stiuso. "Qué quilombo armaste, tocayo", le dijo Massino, según su declaración. Nisman le respondió. "No me quedaba otra, me dijeron que me rajaban".

El viernes arrancó en Le Parc y almorzó en Puerto Madero. Optó por el sushi del restaurante Itamae, poco concurrido y donde era cliente. Eligió una mesa escondida, detrás de una celosía, junto a la puerta. Su celular no paraba de sonar. No estaba angustiado, sino entusiasmado y seguro de su investigación. Atolondrado y atropellado en sus palabras. Se fue en el Ford Focus oscuro con vidrios polarizados de la custodia.

Ese viernes, Nisman volvió a hablar con Massino. El fiscal le preguntó por Stiuso, el exsuperagente de la SIDE, que ahora no respondía sus llamadas. Massino le dijo que estaba de vacaciones. Massino y Stiuso ya no estaban en la SIDE. Cristina Fernández los había echado.

La tarde del viernes, su secretaria Castro trabajó con Nisman en el departamento de Le Parc. Estuvo 50 minutos, entre las 14 y las 14:50. Se cruzó con el abogado Claudio Rabinovich, que era una suerte de consultor con quien Nisman discutía las presentaciones más sensibles.

Nisman le había pedido a Castro que no se tomara vacaciones en la feria judicial, de modo que cuando él estuviera ausente (su plan original era estar fuera la mayor parte de la feria), ella estuviera en Buenos Aires.

Castro le advirtió que no declarara en público en el Congreso, porque la denuncia contra Cristina Fernández tenía tramos secretos, como el contenido de las escuchas telefónicas y otros datos protegidos por la ley de inteligencia, como la identidad del supuesto agente secreto ligado a La Cámpora que era el enlace con el resto de los acusados. "No tengo nada que ocultar", le dijo a Castro, pero ella insistió en que tratara de que la audiencia fuera reservada.

El viernes, después de haber trabajado con sus empleados, Nisman recibió una llamada de su colega Carlos Stornelli, quien le ofreció resguardar la documentación en la que basaba su denuncia. Nadie sabía entonces en qué consistían esas pruebas ni dónde estaban. Recién se iban a conocer el lunes siguiente.

El día siguiente, el sábado 17, Nisman habló con Soledad Castro desde las 9:38. Las llamadas se sucedieron a las 10:22, a las 11:41, a las 12:58, a las 14:12 y a las 14:26. Nisman le dijo que iba a ir al Congreso, pero sólo a la comisión, y a declarar en reserva. La anunciada presencia de Andrés Larroque y Fernando Esteche en el Congreso -denunciados por Nisman- lo convenció de que no podía ventilar evidencias contra ellos antes de que el juez Ariel Lijo las conociera.

El sábado estaba tranquilo, recordó Soledad Castro en sus declaraciones. No lo notó alterado ni preocupado por la sesión del lunes. "Estaba de buen humor", dijo.

Ese mismo sábado, por la mañana, Nisman llamó a uno de los diez custodios que tenía asignados, Rubén Benítez, el de mayor confianza, y lo invitó a entrar en su departamento, algo que no solía hacer, y le pidió asesoramiento para comprarse un arma. Dónde podía conseguirla y cuánto le costaría. Quería tenerla en la guantera del auto para proteger a sus hijas, le explicó. Benítez le aconsejó una pistola. Quedaron en volver a hablarlo el lunes. Al menos así lo declaró Benítez, aunque los querellantes dudan de su versión,

Ese mismo sábado, Nisman llamó por teléfono a su empleado Lagomarsino. El informático acudió a Le Parc a las 17.30. Nisman le pidió su pistola. "Hasta la semana que viene, que me voy a comprar una", declaró que le dijo Nisman. Se fue y, a las 20:30, Lagomarsino regresó desde su casa con su Bersa Thunder calibre 22.

En medio de tanto ajetreo, Nisman se tomó un minuto para fotografiar su escritorio cubierto de papeles marcados con resaltador. A las 18:27, el vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, recibió un mensaje de WhatsApp que le envió Nisman con la imagen de los documentos en los que estaba trabajando para su presentación en el Congreso.

Ese sábado, Nisman volvió a intentar comunicarse con Stiuso, vía Nextel, tres veces. El exjefe operativo de la SIDE no lo atendió. "Tenía el volumen bajo. No lo escuché", declaró ante la fiscal Viviana Fein. No dijo por qué no le devolvió las llamadas.

Todos declararon que lo vieron tranquilo. Y que nunca Nisman se hubiera suicidado con un arma ni otro método que implicara violencia o alterar su aspecto. Es más, Castro declaró que, aun forzado a quitarse la vida, hubiera optado por tomar pastillas.

Soledad Castro tenía mucho trabajo ese sábado a la noche. Nisman le había encargado que le hiciera resúmenes, cortos, de modo que luego se los explicara para que pudiera retenerlos. Hablaron a las 16:42, a las 17:16, a las 18:37. A las 18:40 Nisman le pidió por WhatsApp su dirección, para pasársela a los custodios, que debían retirar un sobre. A pedido de Nisman, le preparó y envió en sobre cerrado un listado de 10 o 12 preguntas, como las que podían hacerle los legisladores, para tener listas las respuestas. El custodio Benítez retiró el sobre a las 19.15

El plan de Nisman y Castro era trabajar juntos el domingo en el departamento de Le Parc en el esquema final de la presentación, declaró Castro bajo juramento. Iban a juntar el material: el que ella iba a llevar y el que hubiera elaborado Nisman para armar el esquema final de la presentación. Chatearon el sábado y, a las 18:58, Nisman la llamó por última vez. En esa conversación le dio instrucciones para el día siguiente. "Me dijo que estuviera lista al mediodía, no después, para que no se hiciera tan tarde y tuviera tiempo de incorporarlo", dijo Castro.

La mañana del domingo 18 de enero, entre las 7 y las 8, la computadora personal del fiscal Alberto Nisman se conectó a Internet. Revisó Página 12, Clarín, Infobae y La Nación, su correo electrónico, además entró en Google y buscó una sola palabra: psicodelia.

Ese domingo 18, Soledad Castro amaneció temprano en su casa y empezó a trabajar a las 7. A las 12:15, con la tarea terminada, contactó a Nisman por WhatsApp para encontrarse, pero ya nadie respondió.

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Alberto Nisman se mostró muy determinado en su denuncia sobre infiltraciones de iraníes. Foto: Marcos Brindicci

ArgentinaLA NACIÓN / GDA

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