La represión a los opositores continúa en todos los niveles.
Turquía, en pleno estado de emergencia, revocó ayer unos 11.000 pasaportes, mientras sigue una caza sin tregua de sospechosos de haber participado en el fallido golpe, que involucra a unas 65.000 personas. Una durísima represión de los enemigos que el presidente Recep Tayyip Erdogan prometió llevar adelante pese a las advertencias que llegan de Estados Unidos y de Europa.
En medio de una tensión con Ankara, el presidente estadounidense, Barack Obama, definió como "inequívocamente falsa" la versión según la cual Washington estaba al tanto de los planes golpistas.
Pero Turquía insistió ayer con la tesis de un complot externo, ya sugerida por Erdogan.
"Después de haber hecho un golpe de Estado, querían llevar a Turquía una ocupación extranjera", dijo el vicepremier Numan Kurtulmus.
Con Washington, además, no cesa el tire y afloje por la extradición del predicador musulmán turco Fethullah Glen, exaliado de Erdogan, ahora exiliado en Estados Unidos, a quien Ankara acusa de estar detrás del golpe.
El presidente Barack Obama reiteró que se necesitan pruebas para respaldar esas imputaciones, mientras desde Turquía trascendió que los ministros de Justicia y de Interior estarían listos para partir a Estados Unidos con el objetivo de hacer presión. ANSA
Obama negó cualquier implicación.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, negó cualquier implicación o conocimiento previo de su país sobre el fallido golpe de Estado en Turquía, al reiterar su condena al levantamiento militar contra el Gobierno de Ankara. Obama tildó de "completamente falsas" las teorías acerca de una posible implicación o conocimiento previo.
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