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La sombra de otra guerra

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Un fantasma recorre el mundo. No es el fantasma del comunismo que describía Marx en el comienzo del Manifiesto, sino el de una guerra de consecuencias impredecibles. Los planetas se van alineando en ese sentido. Por un lado, el principal ideólogo de la Casa Blanca es partidario de una guerra.

Steve Bannon, el ventrílocuo de Trump, predica también una utopía: el retorno a los tiempos de la industria manufacturera que plagaba el país de fábricas repletas de obreros y empresas colmadas de oficinistas. Los grandes conflictos sirven para movilizar la industria bélica, creando puestos de trabajo. Y como la utopía regresiva de la administración Trump es irrealizable, necesitará de ese tipo de tracciones de efectos momentáneos. También necesitará una conflagración como efecto distractivo, para alejar la sombra del Rusia-gate, ese escándalo por la injerencia del espionaje ruso contra Hillary Clinton en la campaña electoral; un caso que crecerá inexorablemente sobre Trump, con riesgo de desembocar en un juicio político.

En primera instancia, el Rusia-gate obligará a la Casa Blanca a sobreactuar roces y distanciamientos con el Kremlin. Vladimir Putin entiende que es una necesidad política, por-que el aporte de Moscú al triunfo de Trump quedó demasiado expuesto. Una guerra ayudaría a desviar la atención y a que los norteamericanos cierren filas en torno a su presidente.

Bannon era partidario de un conflicto con China, pero los riesgos son demasiado grandes. Corea del Norte parece ser la mejor opción para la administración Trump. A diferencia de su padre y de su abuelo, Kim Jong-un le hace perder la paciencia a China, principal protector de su lunático régimen. Por eso es válida la hipótesis de que hizo asesinar a su hermano, Kim Jong-nam, en el aeropuerto de Kuala Lumpur, porque Beijing lo estaba preparando para colocarlo al frente del régimen norcoreano, desplazándolo del poder a él por impredecible y temerario. Lanzando misiles sobre aguas japonesas y aumentando el alcance de su cohetería, Kim Jong-un alimenta los argumentos para un ataque norteamericano. La pregunta es si una lluvia de misiles sobre Corea del Norte paralizaría su poderosa maquinaria militar o, por el contrario, generaría una reacción volcánica devastadora para Corea del Sur y Japón. Mientras el equipo de Trump evalúa los riesgos, el fantasma de la guerra sigue rondando la península divida por el Paralelo 38.

LA BITÁCORA

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