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Un silencio totalmente inaceptable

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Casi parafraseando el poema de Niemöller, a veces erróneamente atribuido a Bertold Brecht, se puede decir que primero se pronunciaron expresidentes, pero no importó porque no gobiernan; después se pronunciaron dirigentes opositores, pero no importó por no ser oficialistas; finalmente se pronunciaron legisladores del oficialismo en Chile, y ya fue tarde para que salvaran la imagen los que guardaron silencio ante el golpe de estado perpetrado en Venezuela.

¿Qué otro nombre puede tener el encarcelamiento del alcalde de Caracas? Que el presidente que sacó a Antonio Ledezma del cargo electivo que ocupaba, haya sido también elegido en las urnas, no implica que no sea un golpe de Estado. Igual que el perpetrado por el presidente Juan Domingo Perón contra el gobernador de Córdoba en 1974.

También a Obregón Cano se lo acusó de impulsar un plan sedicioso. Lo mismo que Nicolás Maduro dice de Ledezma, cuya historia tiene capítulos oscuros, pero llegó con la legitimidad del voto al gobierno distrital del que lo quieren sacar.

Fue el segundo golpe en su contra: al primero lo dio Chávez, cuando con una reforma administrativa licuó el poder de la alcaldía metropolitana de Caracas, que Ledezma había ganado en los comicios del año anterior.

Ahora lo encarcelan en una prisión militar, mientras algunos gobiernos callan por complicidad ideológica y otros por temor al “qué dirán” dominante en la región. Pero tanto el silencio de la “omertá” ideológica como el de la cobardía política, fueron desenmascarados cuando senadores oficialistas de Chile reclamaron a su gobierno que exija el respeto de los derechos democráticos en Venezuela.

Y fueron nada menos que Isabel Allende Bussi y Juan Pablo Letelier, hijos del presidente Salvador Allende y de su canciller, Orlando Letelier; el primero muerto en el golpe de 1973 y el segundo asesinado en Washington por el largo brazo criminal de la dictadura de Agusto Pinochet.

No fueron los únicos. También se pronunció en esos términos el senador Ignacio Walker, de la Democracia Cristiana, partido que integra la coalición gobernante. Pero más significativo es que se hayan pronunciado Allende Bussi y Letelier, porque además de hijos de dos próceres mártires de la izquierda chilena, pertenecen al Partido Socialista de la presidenta Michelle Bachelet.

La historia de injerencias norteamericanas, imponiendo aislamientos o apoyos de acuerdo a los intereses de Washington, justifica un extremo cuidado con los asuntos internos de otro país.

Pero dar impunidad regional a la represión y al golpismo de un gobierno nacional contra un gobierno distrital también es injerencia, además de hipocresía política.

LA BITÁCORA

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