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La ruta del peligro para llegar a una vida en paz

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Refugiados sirios en la isla de Kos, observan el arribo de un barco. Foto: AFP
Syrians watch the arrival of the El Venizelos ferry from their makeshift encampment along the coast of Kos island, on August 14, 2015. The ferry will be used as accommodation and processing centre for up to 2,500 migrants as around 7,000 migrants wait to apply for immigration papers on the island. AFP PHOTO /LOUISA GOULIAMAKI GREECE-MIGRANTS-EU
LOUISA GOULIAMAKI/AFP

Llegan desde Turquía y en penosas travesías, que pueden variar entre una semana y tres meses, según su nacionalidad. Grecia se ha convertido en la puerta de entrada a Europa más frecuentada en los últimos tiempos. Atenas, su capital, es la primera parada en Occidente y el lugar de tránsito para los migrantes que huyen de las guerras en Oriente.

"Espero reunirme con mi hijo en Hamburgo, y de ahí empezar una vida mejor", relata una exhausta Irham Haidi, afgana de 32 años. Como tantos otros, Haidi mandó a su hijo hace seis meses a recorrer la misma ruta que ella repite ahora con su marido y otros dos de sus chiquillos. Originarios de Ghazni (este de Afganistán), los Haidi han recorrido en 75 días los 5.600 kilómetros que separan su poblado de la capital griega. A pie, en autobuses o pateras han cruzado tres fronteras atravesando Irán y Turquía.

En lo que va de año, 124.000 migrantes han entrado por Grecia, más del doble que en los seis primeros meses de 2014. La mayoría llega tratando de huir de la guerra que se agrava en sus países. Pero solo unos 6.200 han solicitado asilo en territorio griego, el 64% de ellos son sirios, el 20% afganos. "Se trata de una situación de emergencia crítica y muy dramática", advierte Giorgos Tsarbipopulos, máximo responsable de Acnur (la agencia de la ONU para los refugiados) en Grecia. "Los números no hacen más que aumentar. Grecia e Italia solas no pueden hacerles frente. Se necesita una política europea".

Rutas.

Los migrantes siguen las señas que sus conciudadanos van dejando en el camino. Dependiendo de los ahorros, optarán por una ruta más rápida y cara, o más barata y larga. Quienes pueden permitírselo pagarán hasta 2.000 euros desde Siria (el salario medio en ese país) para tomar un autobús y luego una patera; o 6.000 desde Afganistán para llegar a Atenas. Los que no, recurren a la aplicación Google Maps, que se ha convertido en la guía oficial versión low cost para los migrantes sin recursos, que confeccionan su propia ruta de escape. Los que no tienen apenas ahorros compran barcazas en las costas turcas por 300 euros, que tratan de dirigir a Grecia con la única ayuda de un GPS.

Entre arbustos y sobre mantas, los Haidi recuperan fuerzas junto a otros 400 afganos en el parque Pedion Tou Areos. Dos semanas atrás, los drogodependientes y vagabundos que habitaban este céntrico jardín eran desplazados por centenares de migrantes en situación irregular. Hoy, decenas de tiendas de campaña alternan con las estatuas de líderes griegos revolucionarios y algún que otro sin techo local. La mayoría son de etnia hazara, que como los Haidi son perseguidos en Afganistán.

"Los talibán y el Estado Islámico nos consideran apóstatas. Nos persiguen y acosan. No nos queda más que emigrar si queremos mantener la cabeza sobre los hombros", espeta Ibrahim, de 28 años y originario de Konduz. Muchos aseguran que han sido atacados a tiros o apaleados por la policía iraní fronteriza en el camino. En lo que va de año, casi 3.000 personas que, como él, intentaron cruzar el Mediterráneo no podrán contarlo; perdieron la vida tratando de cruzar a Europa.

Con las nuevas tecnologías, el boca a oreja se llama Whatsapp. Las rutas varían según el país de origen. También las zonas públicas donde duermen los migrantes que aguardan en Atenas para seguir el viaje se organizan por nacionalidades. Los sirios merodean por la plaza Ominia. Allí, cuatro jóvenes sirios dejan caer sus pesadas mochilas. "Acabamos de llegar de Kos", responde con los ojos brillantes por la falta de sueño Jolán Fayad, químico de 33 años.

Balsas.

Los cuatro jóvenes abandonaron Damasco por tierra para subirse a un barco en las costas libanesas y llegar a Esmirna. En esta localidad costera turca convergen las rutas de afganos y sirios. "En la plaza de Basma están los pasadores ilegales. Son una mafia que cobran unos 1.000 euros el pasaje en balsa de plástico, es alrededor de una hora de trayecto hasta la isla más cercana", explica Fayad. De allí, se dirigen a Atenas en ferri.

Ante los raíles de la estación central comienza la segunda fase del periplo de los indocumentados. Billete en mano, la familia Hadil, originaria de Deir Zor, hoy uno de los bastiones del Estado Islámico (EI), sonríe. Por delante les queda atravesar Macedonia, Serbia y Hungría —de hecho, Hungría ultima la construcción de un muro en la frontera con Serbia para impedir estas llegadas— o Austria. Muchos tratan de alcanzar Alemania, país que ven como la nueva tierra prometida.

"El camino no será fácil, pero cualquier cosa será mejor que morir bajo las bombas o exponerte a que EI te corte el cuello", remarca Ramia, la benjamina del grupo.

La llegada de indocumentados pone a prueba a las instituciones Ante la descoordinación y la falta de medios, la avalancha de inmigrantes de los últimos meses ha desbordado a las instituciones griegas que ven a decenas de miles de inmigrantes transitar por sus calles. A pesar de la austeridad que asola a los griegos desde hace años, las redes de voluntarios se han convertido en clave para la acogida de las personas que llegan en situación irregular. Convierten lugares públicos abandonados, como un camping en la isla de Lesbos, un hotel en la de Kos o un parque en Atenas, en dormitorios transitorios.

Solidarios pese a problemas propios.

"Vivimos una crisis dentro de la crisis", dijo el primer ministro Alexis Tsipras, en fecha reciente, para describir la situación de Grecia, que se encuentra en una situación económica y social de dificultades extremas, y debe abordar todos los días el impacto del arribo de migrantes que huyen de situaciones bélicas y de represión en otras zonas del mundo y buscan llegar a la Unión Europea (UE).

Sin embargo, los problemas de la vida diaria no afectan el espíritu de solidaridad que anima a los ciudadanos de Grecia para ayudar a personas que huyen de guerras y represiíon. Por ejemplo, cincuenta vecinos del barrio Exarcheia proveen asistencia médica, agua y alimentos —incluso juegos para los niños— a los más de 400 afganos que acampan en el parque Pedion Tou Areos, de Atenas. "Al llegar a las islas, los afganos obtienen un documento que les proporcionan las autoridades para permanecer hasta 30 días en el país sin ser repatriados. Los sirios tendrán un periodo de seis meses", explica Balbis, un voluntario griego. "Es nuestra obligación como seres humanos ayudarles. Puede que en dos meses estemos igual que ellos", se lamenta el hombre.

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Refugiados sirios en la isla de Kos, observan el arribo de un barco. Foto: AFP

En las islas y calles se ve cómo Grecia recibe la carga de la migración ilegal

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