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Con rencor republicano a Obama

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Los republicanos preparan una emboscada en el Congreso.Esperan derribar allí el giro histórico que dio Barak Obama a la relación con Cuba.

Intentarán juntar los votos necesarios para lograr, como objetivo de máxima, cerrar las embajadas reabiertas en Washington y en La Habana después de 54 años; y como objetivo de mínima, mantener el embargo que también lleva medio siglo impidiendo la interacción económica entre Estados Unidos y la isla.

En síntesis, salvar lo que se pueda de una política que ha demostrado no servir para la democratización y el respeto de los Derechos Humanos en Cuba, sino que, por el contrario, sirvió como argumento utilizado por el castrismo para mantener un Estado policial que censura, persigue y encarcela la disidencia.

El statu quo que pretenden reinstalar los republicanos lleva años rigiendo sólo por las presiones de poderosos lobbies como la Fundación Cubano-Americana, que desde los tiempos de Jorge Mas Canosa impuso a la colectividad de Florida la actitud a sostener frente a Washington y La Habana.

Aquel dirigente anticastrista murió en 1997, pero su influencia sobre la comunidad cubano-americana se mantuvo varios años, enfrentando incluso a la creciente presión del empresariado estadounidense que, con David Rockefeller a la cabeza, lleva tiempo reclamando el final de un embargo inútil que allanó el camino a canadienses, mexicanos y europeos para hacer negocios en Cuba sin tener la competencia norteamericana.

También desde hace años, la diáspora cubana en Europa cuestiona por contraproducente el obstinado embargo.

Y en la actualidad, hasta en la comunidad radicada en los Estados Unidos es mayoritaria la posición que respalda el giro impulsado por el gobierno demócrata.

La emboscada que preparan en el Congreso los republicanos, parece más una muestra de impotencia y rencor, que de lucidez y comprensión de la circunstancia histórica.

Impotencia y rencor frente a la sorpresiva reconstrucción del liderazgo de Obama, quien al remover este vetusto remanente de la Guerra Fría, le devuelve a Estados Unidos la competitividad que había perdido en América Latina frente a la proyección de Rusia y, sobre todo, de China.

Los gobiernos latinoamericanos actúan como cómplices de ese régimen de partido único que aún tiene presos políticos y censura.

Pero el embargo y la ruptura diplomática evocan en la región una larga y oscura política de intervencionismo norteamericano en América Latina.

Además de la expectativa de cambios que medio siglo de embargo y ruptura no pudieron generar, el giro que se atrevió a dar el presidente Barack Obama crea un puente para sacar a Washington de su aislamiento regional.

La Bitácora

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