Hija de un dictador, estaba predestinada al éxito en política.
Un Tribunal Constitucional de Corea del Sur destituyó ayer viernes a la presidenta Park Geun-hye.
Park deberá ahora abandonar la Casa Azul, la residencia presidencial, donde ha pasado los últimos cuatro años de su vida. Para ella, su marcha tendrá una resonancia especial: es la vivienda en la que pasó la mayor parte de su infancia.
La ya expresidenta llegó a la Casa Azul con 10 años, cuando su padre asumió el poder tras un golpe militar en 1961. Fue una época tan turbulenta en la historia surcoreana como tan controvertida es la figura de Park Chung-Hee: para sus detractores, un dictador que violó compulsivamente los derechos humanos. Para sus simpatizantes, el hombre que hasta su asesinato en 1979 sentó las bases para el espectacular desarrollo económico del país.
El mayor choque de la vida de la joven Park, con unas consecuencias para su futuro que nadie habría imaginado entonces, ocurrió en 1974: su madre, Yuk Young-soo, murió en un atentado fallido contra el general. La muchacha, con 23 años, asumió las tareas de primera dama. Frente a su dolor por la pérdida de su madre, encontró consuelo en Choi Tae-min, un curioso predicador, fundador de una secta, la "Iglesia de la Vida Eterna", que fundía en una extraña mezcla creencias cristianas, budistas y animistas.
Choi aseguraba que, a través de él, la joven podría ponerse en contacto con su madre muerta. Los lazos entre ambos continuaron hasta la muerte del predicador y se extendieron, después del fallecimiento, a Choi Soon-sil, hija de aquel y apenas un poco más joven que la propia Park. Nunca se casó y se distanció del resto de su familia para, según ella, evitar las sospechas y tentaciones de posible corrupción que han salpicado de escándalos la vida política y económica surcoreana durante sus 30 años de democracia.
Sus éxitos al frente de los conservadores le valieron su otro apodo, "la reina de las elecciones". En 2007 la Embajada estadounidense en Seúl redactaba un cable que emergería filtrado por WikiLeaks, y que recogía las profundas sospechas que rondaban a la relación entre Park y los Choi: se rumoreaba que el predicador gozó de "completo control del cuerpo y alma de Park durante sus años formativos y, como resultado, los hijos de este acumularon una enorme riqueza".
En 2012 volvió como presidenta a su hogar de la infancia, la Casa Azul, con un programa que hacía hincapié en la dureza frente a Corea del Norte. Para entonces ya le llamaban "la princesa de hielo", por su carácter distante, sus maneras autoritarias y su aparente falta de apego familiar.
Su gran crisis llegó en 2014. El transbordador Sewol se hundió casi en directo ante los ojos horrorizados del país entero. Murieron 304 personas, la mayoría adolescentes. Park solo se dirigió a la nación siete horas después de una tragedia resultado de la incompetencia y la corrupción.
Si algo se rompió entonces en la confianza entre la presidenta y su electorado, la crisis se hizo definitiva el año pasado. El hallazgo de un miniordenador que Choi había extraviado exponía a un público estupefacto hasta qué punto esta empresaria tenía acceso a Park: desde la redacción de discursos hasta el vestuario de la presidenta.
El resto es historia. La historia para la que estaba destinada Park. Y de la que ayer la presidenta ha salido por la puerta de atrás.
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