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Merkel, un faro en la tiniebla

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Con Franklin Roosevelt en la Casa Blanca y Winston Churchill en el 10 de Downing Street, Estados Unidos y Gran Bretaña se convirtieron en el eje anglosajón por el que transitó el norte occidental hacia el desarrollo y la democracia liberal.

Washington y Londres vencieron en el frente Oeste a una Alemania totalitaria, racista y genocida. Pilotearon a renglón seguido el desarrollo económico con bienestar social y pluralismo con los que el "mundo libre" ganó la "guerra fría" al totalitarismo soviético.

Sobre el eje anglosajón avanzó también la globalización, mediante el impulso a la apertura económica y los tratados de libre comercio. Pero hoy, los países de Roosevelt y Churchill desconciertan con sus inconcebibles derivas. Trump aísla a la principal potencia, saboteando el más trascendente de los tratados mundiales (el Acuerdo de París), abandonando los tratados de libre comercio y tratando de cerrar fronteras al tránsito de personas y productos. Theresa May convierte al Reino Unido en un país errante y lo coloca en el centro de una escena desopilante, en la que Europa intenta sacarse a los británicos de encima.

Sobre Trump sobrevuela el fantasma de un juicio político por el "Rusiagate", mientras que May, tras haber perdido la mayoría conservadora por adelantar innecesariamente la elección, en lugar de renunciar como hizo el italiano Matteo Renzi por cometer un error similar, o su propio antecesor, David Cameron, por el erróneo cálculo que dio como resultado el Brexit, se aferra al cargo urdiendo alianzas impresentables con los ultraconservadores del Ulster.

En la tiniebla que oscurece a las potencias de Occidente, el faro que resplandece como guía está precisamente en el país sobre cuyas ruinas se erigió el espacio político-económico más libre y próspero del mundo: Alemania.

Angela Merkel ha tomado el timón del "mundo libre" y procura salvar de las tormentas populistas la democracia plural, la economía abierta y los tratados de libre comercio, además de mantener en pie el Acuerdo de París, que sin la pata norteamericana podría derrumbarse.

A la mujer que marchó por la senda de libertad política y económica que abrieron Adenauer y Helmuth Kohl, las urnas francesas le han dado un lúcido acompañante. Merkel y Macron son el contrapeso al desequilibrio producido por el deambular errático que el aventurerismo político y la demagogia imponen a Washington y Londres.

LA BITÁCORA

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