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Máxima tensión en el Golfo Pérsico

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Doha, la moderna capital de Catar, un pequeño emirato del Golfo Pérsico. Foto: Archivo

Arabia Saudí y aliados cortan relaciones con Catar al que acusan de financiar el terrorismo.

El Golfo Pérsico está otra vez bajo máxima tensión, si es que alguna vez dejó de estarlo. En medio de la seguidilla de atentados yihadistas en Europa, y una semana después de la visita del presidente Donald Trump a la región, ayer lunes Arabia Saudita y sus aliados rompieron relaciones diplomáticas con Catar, al que acusan de apoyar al terrorismo. La medida fue tomada por Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Baréin, que decidieron aislar al pequeño emirato del Golfo Pérsico. Más tarde se sumaron los gobiernos yemení de Abdrabbo Mansur Hadi (que vive en Arabia Saudí), el gobierno del este de Libia (apadrinado por Emiratos) y Maldivas

Estos países cerraron todos los puertos terrestres, marítimos y aéreos de y hacia Catar, que solo tiene frontera terrestre con Arabia Saudí. Este reino pidió a sus nacionales residentes en Catar que lo abandonen en un plazo de 14 días. De la misma forma, los cataríes no podrán entrar o transitar por Arabia Saudí, y los residentes y visitantes oriundos de Catar tendrán que salir del reino antes de dos semanas.

Catar, un pequeño emirato rico en petróleo, rechazó por "injustificada" y "sin fundamento" la medida de sus vecinos, y dijo que el objetivo de esos países es poner a Catar "bajo tutela" y asfixiarlo económicamente.

Esta crisis se produce dos semanas después de una visita a Riad del presidente Trump, en la que exhortó a árabes y musulmanes a movilizarse contra el extremismo.

Como consecuencia del aislamiento de Catar, Egipto y seis aerolíneas del Golfo Pérsico suspendieron sus vuelos hacia Doha, y la compañía Qatar Airways se verá obligada a alargar sus numerosas rutas hacia Europa y América.

Pocos ciudadanos de Catar viven y trabajan en países vecinos, pero el cierre del único acceso terrestre a Arabia Saudí, afectará a las importaciones de bienes de consumo, entre ellos los productos alimentarios. Ayer la Bolsa de Doha cerró en baja de 7,58% y los habitantes de la capital llenaron los supermercados para hacer acopio de alimentos.

Esta es la crisis más grave desde la creación en 1981 del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), formado por Arabia Saudita, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Catar. Este último ha ocupado siempre un lugar aparte en el CCG, prosiguiendo su propia política regional y afirmando su influencia a través del deporte, en especial con la organización del Mundial 2022 de fútbol, y de los medios de comunicación, con el canal Al Jazeera. Las autoridades saudíes anunciaron, de hecho, el cierre de las oficinas de Al Jazeera en Riad y retiró su licencia a la cadena.

¿Mundial 2022?

Esta crisis desatada en el Golfo podría afectar la organización de la Copa del Mundo de 2022 en Catar. "Es un gran aumento de la presión sobre Catar", asegura Kristian Ulrichsen, experto en la región del Golfo Pérsico del Instituto Baker de Houston. "Creo que tendrá un verdadero impacto si dura de forma indefinida", afirma.

Se ha sugerido la posibilidad de que Estados Unidos, uno de los países que perdió la carrera para albergar la Copa del Mundo 2022, organice la competición si fuera necesario.

En un breve comunicado, la FIFA aseguró que mantiene un "contacto regular" con los organizadores del Mundial de Catar, y que "no tiene nada más que comentar por el momento".

Simon Chadwick, profesor de Economía del deporte en la universidad británica de Salford, afirma que la crisis diplomática "plantea un importante problema de evaluación de riesgos y planificación ante cualquier contingencia" de cara a la Copa del Mundo.

"Cuanto más nos acercamos a 2022, más expuesto está Catar. En términos de reputación (...) es un gran problema para el país", asegura.

Las recurrentes sospechas sobre "apoyo al terrorismo" por parte de Catar.

Apoyo a islamistas.

Catar es considerado uno de los principales financiadores de los Hermanos Musulmanes en Egipto y de grupos afines a esta cofradía en los países vecinos, en especial Siria, Libia y Túnez. Catar fue uno de los principales apoyos del expresidente islamista egipcio Mohamed Mursi, miembro de los Hermanos Musulmanes, derrocado en 2013 por el exjefe de las fuerzas armadas y actual presidente, Abdel Fatah al Sisi. Catar acoge a dirigentes de primer plano de los Hermanos Musulmanes, cofradía calificada de "terrorista" por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, como es el caso de Yusef al Qaradaui, considerado uno de sus jefes espirituales. El exdirigente del movimiento islamista Hamas palestino, Jaled Mechaal, también se encuentra en Catar. Además, los talibanes afganos tienen allí una oficina.

Financiación al terrorismo.

En 2010, una nota diplomática estadounidense, revelada por Wikileaks, calificó a Catar como el "peor en la región" en lo referente a la cooperación con Washington para cortar la financiación de grupos extremistas. Luego de atentado contra el semanario Charlie Hebdo, en París en enero de 2015, varios responsables políticos franceses acusaron a Catar de connivencia. Nuevas sospechas llegaron esta vez de Estados Unidos en 2016: un alto responsable del Tesoro afirmó que Catar, como Kuwait, "carece aún de voluntad política necesaria y de la capacidad para aplicar sus leyes contra la financiación de organizaciones terroristas".

Al Jazeera.

La cadena de televisión Al Jazeera, fundada hace más de 20 años por el gobierno de Catar, tiene unas 80 oficinas en todo el mundo. Fue considerada la caja de resonancia de los movimientos de la "primavera árabe". Pero sus detractores consideran su línea editorial demasiado favorable a los islamistas, y ven en ella un instrumento a favor de la diplomacia de Catar. En 2014, tres de sus periodistas en Egipto fueron condenados a severas penas por haber "falsificado informaciones" de apoyo a los partidarios del presidente islamista Mursi. En abril de 2016, las autoridades iraquíes cerraron la oficina de Al Jazeera en Bagdad a causa de una cobertura considerada favorable al grupo yihadista sunita ISIS, y hostil a la mayoría chiita. En el pasado, la cadena ya tuvo problemas con los regímenes árabes, a los que irritaba por una cobertura considerada impertinente o sesgada. Washington la presentó como un portavoz de los grupos extremistas. Sobre todo, porque Osama bin Laden le reservaba a Al Jazeera lo esencial de sus mensajes.

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Doha, la moderna capital de Catar, un pequeño emirato del Golfo Pérsico. Foto: Archivo

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