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Macri entre luces y sombras

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Mauricio Macri  junto a su gabinete. Foto: Casa Rosada

En 70 días de gobierno el presidente argentino mostró firmes aciertos y dejó dudas en relación con otras medidas, mientras el kirchnerismo se fisura.

El comienzo fue mejor de lo que muchos esperaban. Y la señal inequívoca es la reacción desesperada del kirchnerismo. El liderazgo K había usado su artillería pesada para hundir la nave electoral de Sergio Massa, mientras daba aire político a Mauricio Macri presentándolo como el verdadero y más peligroso enemigo del "modelo nacional y popular".

Quería dirimir el duelo presidencial con Macri porque no veían en él la ambición de poder que irradia Massa. Más bien tendían a pensar que al líder del PRO lo moviliza una autoestima lastimada por un padre descariñado, que desde siempre le había regateado confianza en la conducción empresarial.

Empezaron a comprender el error antes del traspaso del cargo, cuando Macri se negó a que Cristina fijara las reglas del acto de transmisión del mando.

Diciéndole a la presidenta que el acto se realizaría, con ella o sin ella, en la Casa Rosada y no en el Congreso, Macri le mostró lo que la hizo entrar en pánico: voluntad de poder.

El mensaje que dejaba el altercado decía, claramente, que el nuevo presidente no sería un pusilánime que se dejaría marcar la cancha por la autoridad saliente, ni permitiría que, tal como lo anunciaba Máximo Kirchner, los K dejarían el gobierno pero no el poder.

La voluntad de poder mostrada antes de asumir, le causó al kirchnerismo el ataque de histeria que lo llevó al absurdo de lanzar "la resistencia" contra un presidente que todavía no había empezado a gobernar.

"La descristinización".

Con aciertos y con errores, el primer tramo de la gestión Macri ha mostrado la suficiente solidez como para que el peronismo haya entrado en un proceso que parece inexorable: la "descristinización" de la conducción y la "deskirchnerización" del discurso y la acción política.

El acierto más impactante fue la salida del "cepo" cambiario, sin el cataclismo que se vaticinaba. Pero hay luces y sombras. Macri eligió dos buenos jueces para la Corte Suprema, pero eligió una manera errónea de imponerlos. No obstante, aceptar el error y corregirse cayó bien en la sociedad, por ser un gesto situado en las antípodas de la infalibilidad que se atribuía el liderazgo anterior, razón por la cual no había autocrítica ni rectificación.

Habiendo cometido notables negligencias, el primer tramo tiene un saldo positivo. Lo confirma el desconcierto y la deriva del kirchnerismo. Mientras la dirigencia peronista se aleja raudamente del populismo y acelera la "descristinización" y la "deskirchnerización", solo añoran a Cristina los artistas, intelectuales y periodistas que fueron habitúes de la Casa Rosada y de los contratos con las entidades, canales y radios estatales. También la añora el sector de la clase media que ingirió una sobredosis de "relato" y todavía se encuentra en trance ideológico.

La dirigencia que convivió con la inflación endémica, la corrupción sistémica y el personalismo prepotente, no tiene autoridad moral para criticar los errores de Macri.

Pero eso no lo exonera de los errores oscuros que cometió, como levantar las retenciones a la minería.

A solo un par de meses de que una entidad de Naciones Unidas, considerada la más capacitada y confiable en la evaluación de daños ambientales, presente el informe de su auditoria sobre la minería en Argentina, el gobierno premia injustificadamente a un sector que no necesita incentivos del Estado sino que, por el contrario, lleva años obteniendo beneficios desmesurados. Y lo premia a costa del déficit fiscal.

Ese generador de inflación que es el déficit, alienta la conspiración interna en la cual un sector partidario del ajuste drástico para cortar en seco la inflación, opera para que los "gradualistas" que encabeza el ministro Alfonso Prat-Gay, cedan la conducción económica a un ortodoxo como Carlos Melconian.

Esa fisura interna irá quedando cada vez más expuesta. Y también quedará a la vista si Macri enfrenta o no la gravitación que ciertos oligopolios ejercen, distorsionando los mercados y golpeando el consumo.

Ese poder distorsivo se ve claramente en el caso de grandes cadenas de supermercados, que provocaron aumentos tan desmesurados como injustificados.

El ejemplo que debiera seguir Macri frente a esos oligopolios no está en el kirchnerismo, cuyos gobiernos simulaban enfrentarlos pero en realidad le hacían capoeira, la danza ritual que simula un combate.

El ejemplo está en Theodor Roosevelt, aquel presidente norteamericano de la primera década del siglo XX, que tenía ideas liberales y, a diferencia de los conservadores, actuó como un liberal consecuente. Por eso creó la Ley Antitrust, atacando la competencia desleal y las gravitaciones monopólicas y oligopólicas sobre los mercados.

Aquel republicano, que llegó a la Casa Blanca tras el asesinato de William McKinley, tuvo un lado oscuro: la política imperial del "big stick" (gran garrote), pero en el plano interno mostró defender a la libre competencia, y no a los millonarios.

Lo que hizo el presidente Macri con las retenciones a la minería es una mala señal. Falta ver si el impulso prometido a los entes responsables de impedir arbitrariedades comerciales, es una lucha real contra los monopolios, o una escenificación como la capoeira que hacía el kirchnerismo.

Malestar por llegada de obama el 24 de marzo.

El embajador de EE.UU. en Argentina, Noah Mamet, aclaró que el viaje del presidente Barack Obama, que coincide con el 40° aniversario del golpe de Estado, no tiene relación con dicha efemérides: "El 24 de marzo es una fecha muy especial para todos los argentinos. Es bueno aclarar que la decisión de viajar en esas fechas se corresponde con la necesidad de realizar la visita a la Argentina en conjunto con el viaje a Cuba".

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Mauricio Macri junto a su gabinete. Foto: Casa Rosada

Los 70 días de MacriCLAUDIO FANTINI

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