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Lady Di

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El rostro de la princesa triste inundó las portadas de los diarios, las pantallas de televisión y los sitios de internet durante un puñado de días. Al cumplirse 20 años de su muerte, Diana Spencer fue el personaje de la semana.

El fenómeno Lady Di se explica en su vida novelesca. Pero esa historia de novela, quizá ni muy distinta ni más atrapante que la de tantos miembros de las monarquías, trascendió por los paparazzi, los mismos que luego le causaron la muerte.

Fotógrafos y camarógrafos captaron y mostraron a los británicos y el mundo la extraña imagen de la princesa triste. Era bella y era princesa a pesar de ser plebeya, sin embargo irradiaba soledad y tristeza.

Después vino la filtración de sus desventuras en la familia real, donde era destratada por su marido y sus suegros, la separación y la muerte en un accidente.

No fue la primera plebeya que se casó con un príncipe. Grace Kelly se le adelantó con Rainiero Grimaldi. Pero la pequeña Mónaco no es Inglaterra.

Buckingham ya había albergado parejas llamativas. La reina Victoria y su primo Alberto fueron de las pocas parejas reales enamoradas. También impactó lo que hizo Eduardo VIII: asumió el trono en enero de 1936 y abdicó en diciembre de ese mismo año porque entre la corona británica y la mujer de la que se había enamorado, la norteamericana dos veces divorciada Wally Simpson, la eligió a ella.

Diana Spencer fue la princesa triste que cambió la historia de la monarquía. A partir de ella, que los príncipes o princesas se casen con plebeyos se volvió una regla exigida por las sociedades europeas. Por el fenómeno Lady Di, el entonces príncipe Borbón se casó con la periodista divorciada Leticia Ortiz, mientras que una argentina entró a la dinastía Orange, convirtiéndose en la reina Máxima.

Más lejos aún en materia de escandalizar al conservadurismo monárquico, fue el príncipe Carlos Felipe de Suecia, al casarse con la actriz porno Sofía Hellqvist, convirtiéndola en la duquesa de Värmland.

Claras muestras del cambio que produjo Lady Di. También hizo tambalear a la corona. Isabel y su hijo fueron el blanco de la antipatía social que la suerte de Diana causó hacia la familia real. Fue la reina y no el príncipe de Gales, quien supo timonear en la tempestad hasta poner a salvo su reinado. Si los paparazzi le mostraron a los británicos y al mundo el rostro de la princesa triste, fue The Queen, la película de Stephen Frears, la que les mostró a los británicos y al mundo la habilidad de Isabel II para salvar el reinado de la Casa Windsor del "huracán Diana".

LA BITÁCORA

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