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Escenas de una jornada gris en Plaza Cataluña

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Miles protestan en la Plaza Cataluña de Barcelona. Foto: Reuters

REFERÉNDUM INDEPENDENTISTA

Frente a una pantalla gigante, la gente aplaudió al futbolista Piqué y abucheó el presidente Rajoy

Foto: Reuters

Miles protestan en la Plaza Cataluña de Barcelona. Foto: Reuters

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La Plaza de Cataluña, en el centro de Barcelona, está rodeada. Es mediodía, llueve -no mucho, pero molesta- y en cada esquina hay dos camionetas de la policía. También hay patrulleros que van y vienen, mozos de escuadra que cruzan la plaza a pie y, lo más espectacular, un helicóptero que lo vigila todo desde el cielo.

Los turistas sonríen. Los citadinos independentistas se quejan. Y los otros, los que no quieren separarse de España, los que creen ilegal el referendo que se celebró ayer domingo, celebran.

Celebran frente a una de las tiendas de las cuadras que rodean la plaza, de 30.000 metros cuadrados, una de las más grandes de España, donde se prepara todo para el festejo de la noche. Estos que quieren ser españoles no son más de 100. Tienen muchas banderas de España, tienen otras con una mitad de Cataluña y otra mitad de España, y también tienen otras de España pintadas encima, con letra negra, con leyendas que dicen cosas como u201csomos un solo paísu201d. Uno, pelado, flaquito, de musculosa negra y rotosa, se envalentona y lanza un u201c¡Viva Franco!u201d. Los demás lo hacen callar. No lo echan, solo lo hacen callar. Y gritan enseguida: u201c¡No es democracia! ¡No es democracia!u201d.

u201cSí. Hola democraciau201d, dice en letras grandes un cartel verde, enorme, en un edificio justo sobre la cabeza de ellos. Mientras están ahí las mesas de votación no dan abasto. En cada institución educativa hay cientos de persona esperando para votar. En un colegio católico entran todos sonrientes, menos uno, serio, mirando para todos lados, que lo hace tranquilo pero precavido, con una bandera de España atada a la cintura. Otro lo saluda, le dice en catalán que u201cviva la democraciau201d. Él le sonríe. Mientras, no dejan de llegar rumores. Que la policía está desalojando mesas, que los bomberos están yendo a estas para garantizar que se pueda votar, que está sufragando más gente de la que se pensaba, que hoy gana el independentismo, que hoy Cataluña deja de ser una cosa para convertirse en otra.

Ya son las cuatro de la tarde y en la mesa de votación instalada en un colegio a una cuadra del Camp Nou no deja de entrar gente. Por al lado pasan hinchas y turistas con la camiseta del Barcelona. Algunos saludan, algunos van con banderas independentistas, todos contentos a ver el partido contra Las Palmas. Pero las puertas están cerradas. Un guardia cuenta bajito, sin que ningún superior lo vea, que al parecer Las Palmas querían entrar a jugar con una camiseta que contenía la bandera de España. Al rato -al mucho rato, como a la hora- una mujer se acerca para decir que el partido se iba a jugar a puertas cerradas. Cuando lo dijo, adentro de la cancha Messi ya estaba haciendo moñas de todos los colores y nadie se había enterado. El comunicado del Barcelona señaló luego su u201ccondena a las acciones llevadas a cabo hoy en muchas localidades de toda Cataluña para impedir el ejercicio democrático de la democraciau201d. El Barcelona quería suspenderlo, no lo dejaron y en protesta jugaron sin público.

De noche, en pantalla gigante, en la Plaza de Cataluña, la gente aplaude a rabiar a Gerard Piqué declarando en rueda de prensa: u201cSi soy un problema, puedo dejar la selecciónu201d. Piqué había votado por la mañana y condenaba la actuación policial durante la votación. Por eso vitorearon su nombre. En el acto tenían sintonizado TV3, un canal en catalán, que daba un 65% de participación. Y decía que 96% había votado por el Sí y apenas 4% por el No. Cuando pasadas las 20 horas salió a hablar Mariano Rajoy y a condenar el referendo por considerar que fue ilegal, aparecieron los insultos: u201cFascistau201d, u201cMentirosou201d, u201cDictadoru201d. Cuando terminó se alzaron unos fuertes gritos de u201c¡Libertad!u201d.

La plaza es grande pero parece chica. Son las 22 horas y aún está llena de gente. Alguna parada, pero la mayoría sentada, tranquila, mirando la tele gigante. No hay muchas banderas de Cataluña levantadas, en realidad la mayoría de las que se ven son usadas como capas. Pasan dos con banderas de España, caminando tranquilos, y un independentista prepara el grito para insultarlos. Los demás lo detienen. No lo echan, lo detienen.

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