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Lo que no debe repetirse

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El Papa recorrió "la grieta" que divide a muchos colombianos.

En la vereda que apoya al expresidente Uribe en su rechazo al acuerdo de paz entre el presidente Santos y las FARC, quedaron rumiando críticas al apoyo del pontífice al pacto por el cual se desarmó la vieja guerrilla. Muchos piensan, como el exmandatario que lanzó la ofensiva militar que más había debilitado a la insurgencia en toda su historia, que por ganar el Premio Nobel de la Paz Juan Manuel Santos hizo concesiones inadmisibles al ejército rebelde surgido a mediados del sesenta en la autoproclamada "república de Marquetalia". Por sus numerosos crímenes y por haberse enriquecido con el narcotráfico y la industrialización del secuestro, había que vencer a las FARC, en lugar de negociar su conversión en partido político. Esa es, en síntesis, la visón de la Colombia uribista.

Del otro lado de "la grieta", reina la convicción de que la guerra no habría terminado jamás si no mediaba una negociación como la que impulsó y sostuvo Juan Manuel Santos. Y las razones que se exponen son muy sólidas.

Lo que está fuera de duda, es que el Papa hizo lo que debía en la actual circunstancia: llevar a ese país lacerado por interminables guerras, un mensaje apuntado a conjurar la repetición de un capítulo negro de la historia.

A mediados de la década del ochenta, cuando el fundador y líder de las FARC, Jacobo Arenas, negoció el desarme de la guerrilla con el gobierno de Belisario Betancur, el acuerdo que alcanzaron fue saboteado de manera criminal por sicarios de la ultraderecha y los paramilitares.

Unión Patriótica se llamó el partido en el que se había convertido el grueso de la guerrilla, iniciando un camino político por el que luego transitaría el resto de las FARC que permanecía expectante en la selva. Miles de insurgentes convertidos en legisladores, concejales y alcaldes, además de otros miles que no asumieron cargos ni postulaciones en su regreso a la vida civil, cayeron abatidos por la sed de venganza de algunos y por el negocio que otros hacían con la guerra. El hecho es que un río de sangre ahogó la paz alcanzada por el presidente Betancourt, haciendo que Colombia continuara extraviada en su guerra eterna. Se puede estar de acuerdo o no con el acuerdo firmado por Juan Manuel Santos. Lo que no se puede es colaborar para que se repita la historia de sicarios acribillando por la espalda la búsqueda de un acuerdo de paz.

A eso apuntó la visita y el mensaje del Papa.

LA BITÁCORA

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