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Castro y los intelectuales

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Castro con Gabriel García Márquez en 2007. Foto: AFP.
ra/ds - AFP - EL TIEMPO

El fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 abrió en regiones de menor desarrollo relativo una serie de luchas por la independencia ("descolonización") o bien pujas entre oligarquías envejecidas y nuevos aspirantes.

Una forma clásica fueron los golpes militares, de derecha e izquierda; pero también las luchas de movimientos guerrilleros, en general nacionalistas o de izquierda, por hacerse del poder.

Las tácticas guerrilleras y golpistas "fueron ampliamente propagadas por ideólogos de la izquierda radical, críticos de la política soviética", escribió el historiador marxista Eric Hobsbawn. "Mao Tse-tung, tras su ruptura con la Unión Soviética, y Fidel Castro después de 1959 (o más bien su camarada, el apuesto y errante Che Guevara), sirvieron de inspiración a estos activistas". Los vietnamitas conformaron la guerrilla más formidable, que enfrentó con éxito a Francia y Estados Unidos, pero no siempre fueron tomados como ejemplo debido a "las encarnizadas peleas ideológicas internas de la izquierda".

"Fidel Castro no era una figura insólita en la política latinoamericana —describió Hobsbawn—: un joven vigoroso y carismático de una rica familia terrateniente, con ideas políticas confusas, pero decidido a demostrar su bravura personal y a convertirse en el héroe de cualquier causa de la libertad".

Castro puso en evidencia la fragilidad del régimen de Fulgencio Batista, un sátrapa anticuado, y lo hizo caer con el auxilio de amplios sectores, desde liberales hasta comunistas. Fidel fue convertido en una estrella por los medios de comunicación internacionales cuando su guerrilla era solo una banda minúscula. Muchos intelectuales de prestigio se arrimaron a Cuba, al menos en las primeras décadas de la revolución, desde el colombiano Gabriel García Márquez hasta los franceses Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, pasando por el uruguayo Eduardo Galeano.

"Tal vez ningún otro líder del siglo XX, una era llena de figuras carismáticas, idolatradas por las masas, en los balcones y ante los micrófonos, tuvo menos oyentes escépticos u hostiles que este hombre corpulento, barbudo e impuntual, con su arrugado uniforme de batalla, que hablaba durante horas, compartiendo sus poco sistemáticos pensamientos con las multitudes atentas e incondicionales (incluyendo al que esto escribe)", reseñó Hobsbawn. "Por una vez, la revolución se vivía como una luna de miel colectiva. ¿Dónde iba a llevar? Tenía que ser por fuerza a un lugar mejor".

Es probable que Castro no fuera comunista cuando inició su guerrilla, aunque sí tenía la certeza de que tarde o temprano chocaría con Estados Unidos. Pero comenzó a preparar su partido revolucionario aún antes de llegar al poder. Luego su nacionalismo, la dinámica de la Guerra Fría, la amenaza estadounidense, las agresiones de la oligarquía desplazada y su propia ambición lo llevaron a optar por un régimen comunista, pues, resumió Hobsbawn, "incluso el populismo necesita organización".

La creciente ortodoxia comunista de Castro, que en la década de 1970 terminó de alinearse completamente con los soviéticos, y su comportamiento similar al de un patrón de estancia, alejó a muchos intelectuales, y muchos más tomaron distancia tras la caída del "socialismo real" en Europa en torno a 1990. (Tras la enésima redada de disidentes, Galeano escribió en Brecha del 17 de abril de 2003: "Las prisiones y los fusilamientos en Cuba son muy buenas noticias para el superpoder universal, que está loco de ganas de sacarse de la garganta esta porfiada espina. Son muy malas noticias, en cambio, noticias tristes que mucho duelen, para quienes creemos que es admirable la valentía de ese país chiquito y tan capaz de grandeza, pero también creemos que la libertad y la justicia marchan juntas o no marchan (…). El gobierno cubano comete estos actos que, como diría don Carlos Quijano, pecan contra la esperanza". Sin embargo, pese a su rechazo del partido único y otros aspectos, Galeano continuó respaldando al régimen).

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Castro con Gabriel García Márquez en 2007. Foto: AFP.

FIDEL CASTRO 1926 - 2016

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