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Brasil, de la grieta a la cornisa

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Cada país observa Brasil desde su propia "grieta". Todos proyectaron en Dilma y en sus enemigos, a los queridos y los aborrecidos del escenario propio. Y desde la "grieta", la visión distorsiona y confunde.

Sin violentar la ley, el Congreso brasileño actuó de manera injusta y arbitraria. El problema objetivo de Dilma es su responsabilidad en la crisis económica y su debilidad política para sacar del pantano al Brasil. La acusación que la llevó a juicio político no es la causa del proceso, sino el instrumento para afrontar este doble problema: crisis y debilidad irreversibles del gobierno del PT.

La economía brasileña es un barco en la tempestad, y con Dilma tenía un timonel sin brazos. De tal modo, la suerte del gobierno que encabeza Michel Temer no depende de que la presidenta suspendida salga culpable o inocente. Ella fue sentenciada antes de ser juzgada.

La continuidad o no de Temer en el Planalto tras los seis meses de impeachment, depende de su capacidad para reencauzar la economía, lo cual a su vez depende de su habilidad para negociar consensos políticos y sectoriales.

La culpa de Dilma que selló su propia suerte, fue haber marginado a los partidos que integraban la coalición gubernamental. En particular, haber ignorado y ninguneado al poderoso PMDB, al que pertenece Temer. En rigor, Dilma ignoró y ninguneó también a la mayoritaria ala izquierda del propio PT.

Lula creyó poder corregir aquella falla de la mandataria. Por eso se lanzó al ruedo en los últimos meses, buscando recomponer la armonía interna y las alianzas externas. Pero lo único que logró fue dejar a la vista de un país perplejo, que también él se quedó sin músculo político. Y cuando Brasil vio que Lula era un timonel sin brazos, la suerte de Dilma y del gobierno del PT quedó sellada.

No habrá retorno de la presidenta suspendida. Su condena se firmó antes de realizarse el juicio. Ya hay otro gobierno en Brasil, pero que sobreviva después de los seis meses de impeachment, depende de los consensos sectoriales y partidarios que consiga Temer y, sobre todo, de lo que logre con la economía.

Si tampoco él tiene brazos para timonear el barco en la tempestad, no habrá sentencia favorable a Dilma, pero tampoco continuidad de Temer hasta el fin del mandato votado hace poco más de un año. Lo que habrá es un acuerdo político para el adelantamiento de los comicios presidenciales.

Por el contrario, si la crisis continúa y Temer se aferra al sillón presidencial, Brasil entrará en un largo y atribulado período de inestabilidad política y turbulencia social.

LA BITÁCORA

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