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Las calles sin salida de la capital

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Los callejones de Montevideo poseen un silencio distinto. Su forma hace que casi carezca de tránsito vehicular y peatonal. Foto: Leonardo Mainé

COMO UN PUEBLO DEL INTERIOR

Son pocas, pero Montevideo las tiene, cada una con su historia y fisonomía propias.

Se desprenden de avenidas y casi no cuentan con tránsito vehicular. Los callejones y pasajes de Montevideo revelan una tranquilidad que se contrapone con el ruido de las calles que los conectan. Son como un pueblo del interior en el corazón de Montevideo que, a veces, son elegidos por indigentes como guarida.

Ejido y Bustamante es uno de los callejones más coloridos de la ciudad. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, las casas están pintadas de celeste, rosado, verde y azul.

Aquí los niños juegan como antes. La evidencia es que en la calle hay pintada una rayuela y, según los vecinos, es habitual ver a los más pequeños en la calzada.

La cercanía con el circuito más tradicional para el turista extranjero lleva a que, en algunos casos, algunos se aproximen a este punto y caminen hacia el final del callejón.

Patricia Pedreira, que vive hace 13 años en este lugar, aseguró que una gigantesca casa de ladrillo que asoma al fondo llama la atención como si se tratara de un castillo. “Muchos turistas vienen y se sacan fotos ahí”, comentó.

El pueblo

Miguel Piñeiro tiene 45 años y hace 20 recarga gas en Andresito Guacurari, un callejón de Cordón. Está enamorado de esta calle. “Es hermoso. Yo le llamo callejón romántico: tiene un encanto particular porque estamos paralelos a una avenida muy transitada (Constituyente), pero estar acá te da una paz y mucha tranquilidad”, comentó.

Que estén cerrados genera una acústica única en el corazón de la ciudad. “Gente que vive en el décimo piso de Constituyente siempre me dice que escuchan muchos más ruidos que yo en este sitio con la puerta abierta”, describió Piñeiro.

Hay quienes lo comparan con pueblos del interior. Foto: Leonardo Mainé
Hay quienes lo comparan con pueblos del interior. Foto: Leonardo Mainé

Con el tiempo, Andresito, como le apodan sus habitantes, adquirió un espíritu bohemio. Ha sido un lugar histórico de reunión de los integrantes de La Vela Puerca ya que su líder, Sebastián Teysera, vivió allí. También hay bailarines y cantantes de tango.

Hay vecinos que guardan cierto temor en que estos románticos espacios sean invadidos por edificios. Un antiguo padrón ubicado en este callejón es de interés de empresas constructoras que pretenden colocar una torre.
La Montevideana, una panadería cerrada hace cuatro años y que estuvo casi un siglo, todavía no ha logrado cerrar un acuerdo con un comprador.

“Aquí en frente trabajaban tres hermanos. La gente del callejón quedó triste porque le faltaba un año para cumplir el centenario”, recordó Piñeiro.

Otro enamorado de la cuadra es el dueño de la tienda de repuestos de bicicletas. “Esto es como un pueblo del interior. Conocés a la gente a dónde va y qué pasa. Si bien ha cambiado mucha gente por un tema de generación, uno se conoce mucho con el otro”, contó Carlos Canavese.

No obstante, la dinámica ya no es la misma que antes. Hace dos años llegó un patio cervecero que modificó la noche. “Trastocó la tranquilidad típica del lugar”, aseguró Piñeiro.

Rodolfo Batista, que vive hace 15 años en este sitio, dijo que se generan ruidos molestos seis días de la semana. “Pero igual no deja de ser un lugar que se compara con un oasis en el desierto”, acotó Piñeiro.

Según Batista, la densidad poblacional aumentó de manera ostensible en esta cuadra. “Casas que eran de una vivienda sola, ahora son de dos”, dijo.

El más corto

El callejón de Cabo Polonio y Joaquín de Salterain es el más corto de Montevideo. De un lado tiene tres casas y un edificio y del otro el Liceo Nº 5, inaugurado en 2008.

El lugar es “tranquilo”, dijeron sus habitantes, a excepción de dos momentos del día: cuando los adolescentes ingresan al liceo bien temprano en la mañana y cuando salen rumbo a sus hogares.

Los callejones siguen siendo un sitio predilecto de los niños para jugar. Foto: Leonardo Mainé
Los callejones siguen siendo un sitio predilecto de los niños para jugar. Foto: Leonardo Mainé

Cuando no hay clase, una parte del retiro frontal del sitio es el lugar elegido por algunas personas para dormir. En una recorrida realizada por El País, se puede ver algunos colchones. “Ahora vienen más los fines de semana”, comentó Mario Álvarez, de 76 años, quien hace ocho vive en este sitio.

Los vientos fuertes que soplan desde el sur, muchas veces arrastran por allí bolsas de nylon con basura hacia el final del callejón. Todas se arrinconan en Cabo Polonio. “Pero nunca lo limpian y se suele ver mucha mugre por acá”, agregó el vecino.

Los callejones de Montevideo guardan historias y poseen un espíritu distinto a otras calles de la capital. Foto: Leonardo Mainé
Los callejones de Montevideo guardan historias y poseen un espíritu distinto a otras calles de la capital. Foto: Leonardo Mainé

Ciudad Vieja

En una recorrida realizada a las 17:30 de un miércoles de marzo, el callejón Policía Vieja lucía semi vacío. Si bien lleva ese nombre, sí tiene salida: conecta las calles Bartolomé Mitre y la Peatonal Sarandí y posee la Plaza de la Diversidad. Allí se ve un cartel que anuncia su futura remodelación acompañada de una imagen que muestra cuál será el resultado final. Pero a esa hora era ocupada solo por tres personas. Una de ellas consumía pasta base. Esa atmósfera choca con la atracción urbanística, cultural y artística que el gobierno departamental buscó imponer en el lugar. Allí se ve un mural de Carlos Páez Vilaró que recuerda a Lágrima Ríos. Sobre el comienzo del pasaje, se ubica un vendedor de libros. Una de las funcionarias de la confitería Inglesa situada en Bartolomé Mitre y Policía Vieja cuenta que no hay problemas de seguridad en la zona ya que la Policía “pasa seguido” por este punto. Además, hay cámaras de videovigilancia que controlan todo. Eso sí: “Siempre se ven pasteros que llegan a la plaza”.

Transformación
Callejones convertidos en parkings gratuitos
Callejón de estacionamiento. Foto: Leonardo Mainé

La mayoría de los callejones están abarrotados de autos. La decisión de decenas de choferes de vehículos de estacionar en estos lugares obedece a la medida de la Intendencia de Montevideo de expandir la zona tarifada para parking a más de 200 cuadras. Y ahora la gente trata de escapar el pago de los $ 20 por la media hora en estas zonas y los $ 40 por los 60 minutos y busca nuevos rincones.

“Acá no había autos. Había muchos chiquilines jugando en la calle y andando en bicicleta. Cuando me mudé hace 15 años, solo estaba el mío y otro que está en el fondo. Hoy es impresionante y dificulta que los niños salgan a la calle a jugar”, dijo Rodolfo Batista, el vecino que vive en el callejón Andresito.

Si bien algunos callejones han cambiado su dinámica comercial, y cada vez son más los “ajenos” que ingresan a estos sitios, los callejones son una especie de zona franca: todos saben quiénes viven y los “extranjeros” que entran son relativamente examinados.

Esto genera una sensación de seguridad en quienes habitan esta zona. Es que los delincuentes saben que, para ingresar a robar acá, la salida debe realizarse solo por el mismo lugar por el que ingresaron. “Hay robos como todos lados. Acá hay una sola salida: si te bloquean la salida, marchaste”, comentó Carlos Canavese, el dueño de la tienda de repuestos para bicicletas.

Ha habido algunos casos de vecinos que persiguieron a delincuentes que intentaron robar a algún transeúnte que caminaba por este sitio.

“Pero son episodios que suceden raramente, casi no se ven”, comentó Batista a El País. Como las casas tienen rejas y con eso alcanza, los vecinos se animan a dejar las ventanas abiertas sin temor a que les intenten robar objetos a la distancia. Y hay vecinos que dejan las bicicletas afuera sin tranca. “Es algo que no se suele ver en otros puntos de Montevideo”, indicó Canvas, quien reivindicó el espíritu colaborativo que existe en el callejón Andresito de Cordón.

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