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Sistema electoral: seguro pero con un escrutinio que va a paso de carreta

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Escrutinio en la Corte Electoral
Escrutinio en la Corte Electoral.
Foto: Archivo El País

El fin de semana, con los últimos votos del escrutinio final, se cerró el ciclo que empezó con las elecciones internas de junio de 2014.

Y es hora de balances. El sistema electoral uruguayo genera unanimidad: es uno de los más garantistas del mundo. Sin embargo, la deuda pendiente sigue siendo su velocidad, y, a diferencia de otros países, en Uruguay hay que esperar al día siguiente para conocer los resultados oficiales preliminares. En la misma noche todo el país queda en manos de empresas privadas (encuestadoras) para saber cómo le fue a su candidato o partido.

En las últimas elecciones en Brasil, el tribunal electoral demoró apenas tres horas en contabilizar más de 140 millones de votos. Acá, para conocer los primeros resultados oficiales de Río Negro —con 54.000 habitantes— hubo que esperar hasta el lunes al mediodía.

José Arocena, presidente de la Corte Electoral, dice que estas diferencias se deben a que Brasil cuenta con voto electrónico. Un sistema más ágil, aunque con distintas opiniones respecto a su seguridad (ver nota aparte). En Brasil, la persona llega al circuito, marca el número de lista en la máquina, y su voto entra automáticamente en el sistema. Uruguay, en cambio, sigue siendo fiel a la lista de papel y a las actas.

Según Arocena, para acelerar los resultados no es necesario recurrir al voto electrónico, sino incorporar tecnología que agilice la transmisión de datos, el cuello de botella del sistema actual. En Montevideo, por ejemplo, una vez realizado el escrutinio en cada circuito, se deben trasladar las actas hasta las mesas zonales, y de ahí al centro de totalización de votos en la Corte Electoral. Con este sistema, la digitalización de datos comienza recién a las diez de la noche. Con suerte.

El camino para acelerar el procedimiento, dice Arocena, es la digitalización y transmisión online desde las propias mesas de votación. Este sistema fue el que se intentó implementar con las ceibalitas en las internas del año pasado. Los funcionarios ingresaban la información en el sistema, se imprimía un acta para comparar los datos, y una vez revisados se enviaban directo a la Corte Electoral. El método acortó los tiempos en forma considerable, pero presentó múltiples fallas en el funcionamiento del software y en la capacitación de los funcionarios. A partir de los reparos del sistema político, sobre todo del Partido Nacional, se optó por volver al procedimiento tradicional para el resto de las elecciones.

Para Arocena, es cierto que el sistema de digitalización tuvo fallas, pero fueron errores subsanables, y la tecnología puede ser perfeccionada y testeada correctamente para las próximas elecciones. Incluso propone que los partidos políticos integren sus propios técnicos, que auditen al sistema y lleven adelante un control adecuado. Esta transmisión digital aceleraría los resultados del escrutinio primario, pero la demora en el escrutinio secundario seguirá siendo imprescindible por lo meticuloso que debe ser, dice.

Según Wilfredo Penco, ministro de la Corte Electoral, en estas últimas departamentales hubo cambios que aceleraron los tiempos. Se brindó mayor apoyo logístico y se aumentó el número de digitadores respecto a las nacionales, pero todavía hay margen para mejorar.

Penco, al igual que Arocena, insiste en que el camino es la digitalización que se probó en las internas. Mejorar el software, una mayor capacitación de los funcionarios y más simulacros son algunos puntos en los cuales insistir si se quieren evitar fallas que generen dudas. Según Penco, con un sistema digitalizado, funcionando en forma óptima, exitosamente testeado y con una correcta capacitación de los funcionarios en las próximas elecciones internas —la instancia más compleja—, los resultados oficiales primarios podrían estar disponibles en aproximadamente tres horas después del cierre de la votación, en las nacionales en una hora y en las departamentales en dos.

Para el exministro de la Corte Electoral, Edgardo Martínez Zimarioff, el conteo puede ser un poco más lento en comparación con otros países, pero considera que la demora no es perjudicial, ya que a la mañana siguiente se tienen los resultados.

El también exministro Alberto Maschwitz comparte esta opinión, aunque considera que tomando en cuenta la experiencia de elecciones anteriores y la inversión en los últimos años, los resultados podrían haber sido difundido antes.

Para el director de la encuestadora Factum, Eduardo Bottinelli, si bien las garantías del proceso no se discuten, hay que implementar tecnología para acelerar el procesamiento de datos. Es necesario computarizar los circuitos e incluso se podría plantear implementar un sistema de código de barras en las listas. En otros países como Argentina, Brasil y Chile los procesos son más rápidos, dice. Por ejemplo, en esta última elección, para satisfacer la ansiedad del electorado, se podría haber implementado un escrutinio rápido solo para los intendentes, sin profundizar en los municipios. Para Bottinelli, a falta de resultados oficiales la gente termina recurriendo a las encuestadoras y esto genera una situación incómoda, ya que las encuestadoras brindan un servicio que es financiado por privados, pero la gente lo toma como público.

Para Ignacio Zuaznabar, director de Equipos Mori, la precisión está por encima de la velocidad, y en ese punto la Corte Electoral cumple cabalmente. Considera que la velocidad tiene margen para mejorar, pero reconoce que en estas últimas departamentales se vieron avances, con una página web más amigable.

En su opinión, de cara a las próximas elecciones, una medida que la Corte podría implementar sin esfuerzo sería desarrollar su propia muestra de circuitos, similar a las que realizan las encuestadoras, para así darle a la población una primera aproximación oficial. Este sistema, dice, lo aplica el Instituto Electoral de México y le ha dado buenos resultados.

El proceso electoral que se vivió en Uruguay en 2014 fue catalogado como el quinto mejor de ese año, según el Electoral Integrity Project, de la Universidad de Sidney y la Harvard Kennedy School.

Hay muchos detractores para voto electrónico

El voto electrónico genera distintas opiniones. Brasil y Venezuela son los únicos países de la región que cuentan con este modo de votar. Para el presidente de la Corte Electoral, José Arocena, es cierto que el sistema reduce los tiempos, pero también es menos seguro.

Pone como ejemplo los casos de Alemania y Holanda, que tuvieron que retroceder en sus iniciativas de voto electrónico y volvieron al papel, porque no contaba con los controles suficientes. Para Arocena, en un país chico como Uruguay el voto electrónico no es necesario. Para acelerar el proceso hay que insistir en la digitalización en la transmisión de datos.

El ministro de la Corte, Wilfredo Penco, comparte esta opinión y considera que si bien en algún momento el voto electrónico puede ser un objetivo a alcanzar, hoy no es imprescindible. Para el director de Factum, Eduardo Bottinelli, con el voto electrónico se pierden garantías, ya que con el sistema actual el control que realizan los partidos del escrutinio está físicamente respaldado en papel, y esto da seguridad. Con el voto electrónico no está muy claro cuál sería la forma de auditoría por parte de los partidos.

Además, dice, hay que considerar los problemas que se generan en cualquier sistema electrónico. Ignacio Zuaznabar, de Equipos, entiende que el voto electrónico es muy fácil de pedir desde la tribuna, pero cuando uno entra a analizar las complejidades de los mecanismos de votación, se da cuenta de que existen riesgos de seguridad. El exministro de la Corte, Edgardo Martínez Zimarioff, viene bregando por el voto electrónico desde hace varios años.

Lo considera más económico y seguro. Hoy, dice, si los miembros de la mesa se ponen de acuerdo y no tienen un control adecuado pueden alterar el resultado. Considera que el voto electrónico es más democrático ya que la capacidad de imprimir miles y miles de listas deja de ser un factor en favor de quienes más dinero tienen.

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