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LA COLUMNA DE PEPEPREGUNTÓN

El vicepresidente de ASSE tenía tres secretarias, una dejó de trabajar para él y parece que dos no le alcanzaban.

Así que después de los reclamos del sector productivo y agropecuario del pasado 23 de enero, y de que el gobierno saliera al cruce de los "autoconvocados" asegurando que no había margen para atender la mayor parte de sus demandas porque era preciso controlar el gasto público para que no se disparara el ya elevado déficit fiscal, el Directorio de ASSE le votó la designación de una tercera.

Que el hombre tuviera tres secretarias —un lujo que pocos ejecutivos han de darse— no hubiera generado revuelo de no haber sido porque, la flamante asistente, tenía apenas 18 años, ingresaba con un salario de casi sesenta mil pesos y era nada más ni nada menos que la novia del hijo del jerarca tan necesitado de ayuda en su despacho.

El presidente Vázquez, que hace años se hace el distraído mientras llueven denuncias de gravísimas irregularidades en ASSE, cesó a la cúpula política de ASSE. Pero muerto el perro, ¿se acabó la rabia?

¿Cuántas secretarias tenían los otros dos cesados en ASSE? ¿Una? ¿Tres? ¿Seis? ¿Más? ¿Y cuánto ganan? Seguro más que la joven de 18 años que entraba con un sueldo interesante. ¿Y qué pasará con ellas? ¿Seguirán en sus cargos o serán reemplazadas por otras, que llegarán de la mano de los nuevos jerarcas?

¿No mereceríamos, como contribuyentes, saber cuántos secretarios, asistentes y personal de confianza tienen los ministros, subsecretarios, directores, presidentes y gerentes de empresas públicas, intendentes, legisladores, etc.?

¿No sería justo que, ya que a todos ellos les estamos pagando el sueldo con nuestros impuestos, se nos indicara cuánto nos cuesta cada funcionario y su entorno de confianza?

¿No sería interesante saber quiénes se trasladan en autos oficiales y quiénes cuentan con chofer, ya que estamos pagando esos autos, esos choferes y el combustible que utilizan?

¿Es mucho pedir que todos los funcionarios nacionales y departamentales deban justificar la idoneidad de las personas que han incorporado a sus entornos de confianza, para poder saber si se basaron en criterios de buena administración y priorizaron la eficiencia en la gestión, o sólo sumaron familiares, amigos o correligionarios?

¿Sería un exceso pedir que nos informen con detalle, ya que pagamos sus salarios, cuánto de sus retribuciones vuelcan a sus respectivos partidos políticos? Y de paso, ¿no deberían habernos preguntado si queríamos financiar las arcas de sus partidos políticos?

¿No deberían también los sindicatos abrir sus números no solamente a sus afiliados, sino a la sociedad toda? ¿No sería interesante que nos dijeran qué ingresos tienen, qué hacen con esos ingresos y de qué viven los dirigentes sindicales que, queda claro, cogobiernan desde hace ya tiempo y mandan más que muchos funcionarios?

¿No sería acaso una señal de esa transparencia de la que tanto se habla y que tan poco se practica?

Los uruguayos, ¿querrán saber qué se está haciendo con su dinero o preferirán seguir cerrando los ojos y mirando para otro lado?

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