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Punta Ballena cumple 70 años

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Foto: Ricardo Figueredo

También se celebran en este 2016 los 120 años del bosque plantado por Antonio Lussich.

Este año Maldonado tiene festejo de aniversario por partida doble. Hace siete décadas nacía el balneario de Punta Ballena, uno de los miradores más hermosos del Este uruguayo. También por ese entonces el bosque que comenzó a sembrar 120 años atrás Antonio Lussich empezaba a sufrir un proceso de cambios y transformaciones, que se extienden hasta el presente y que plantean una serie de interrogantes.

En octubre de 1896, Antonio Dionisio Lussich, por entonces un poderoso empresario marítimo que había hecho sus incursiones en la Literatura gauchesca, dueño de la empresa fluvial y marítima más importante de América del Sur y la segunda más eficiente del mundo, compró 1.296 hectáreas de sierras de roca bañadas por el mar que hasta entonces habían pertenecido a Martín C. Martínez y Ramón Álvarez Mora.

A lo ancho, las tierras se extendían desde el arroyo El Potrero hasta la Laguna del Diario. El territorio carecía por completo de vegetación y en él gobernaban todos los vientos. En la parte más elevada del morro sobrevivía un polvorín de la era colonial, que supo jugar un papel importante en la defensa de Maldonado durante las invasiones inglesas. Allí, Lussich decidió construir su casa de veraneo, en la que se afincaría con su mujer Ángela Portillo y sus diez hijos. La tarea se la encargó al artista plástico Milo Beretta. Un par de años más tarde y presionado por Ángela que le advirtió que ni ella ni sus hijos regresarían a Punta Ballena si no encontraba una solución al viento que todo lo barría, Lussich comenzó a plantar árboles. No fue una tarea improvisada. Antes consultó a los botánicos y paisajistas más conocidos de esa época, como el francés Carlos Thays y el botánico vasco- uruguayo José Arechavaleta. Ambos coincidieron en desahuciar sus aspiraciones: "Don Antonio, es inútil, nada puede crecer en este lugar", sentenciaron los expertos.

Esto, lejos de amedrentarlo, lo llevó a desafiar las leyes de la naturaleza y —en poco más de una década— convertir el páramo en un edén. Al punto tal que, en 1920, el propio Thays en el Congreso Mundial de Botánica de París, se refería en los siguientes términos a la obra que años antes había pronosticado su fracaso: "Lussich ha formado en Punta Ballena un hermoso bosque, un gran venero de riqueza, al mismo tiempo una gran colección forestal que no existe en toda la América Latina".

Don Antonio continuó plantando árboles de especies del todo el planeta hasta pocos meses antes de su muerte, ocurrida en junio de 1928. A poco de su fallecimiento, estalló la crisis de 1930, y las consecuencias se hicieron sentir en aquel enorme establecimiento que además de la forestación se dedicaba a actividades frutícolas que daban trabajo a un número importante de familias de Maldonado.

Sin el timonel, las ocho hijas de Lussich (su hijo varón había muerto en un accidente aéreo en 1920) comenzaron a buscar una solución que permitiese que el bosque no se perdiera.

El desembarco de Bonet.

Antonio Bonet era un arquitecto catalán que debió abandonar España a poco de estallar la Guerra Civil. Al principio se instaló en París, donde ingresó al ya por entonces mundialmente reconocido estudio del suizo Charles Le Corbusier. Poco después y con la llegada del franquismo al poder y el inminente estallido de la Segunda Guerra Mundial, Bonet pasó a formar parte de la diáspora catalana que se afincó en el Río de la Plata. Primero lo hizo en Buenos Aires, donde se integró a un grupo destacado de arquitectos argentinos que publicaban la revista especializada Austral y entre los que se encontraba Hilario A.Zalba. Allí, en Buenos Aires, tomó contacto con el también exiliado español Rafael Alberti y su mujer, María Teresa León. Ambos conocían Punta del Este y a Milka Lussich, la tercera hija de don Antonio, cuya adhesión a la causa de los exiliados españoles era conocida. Bonet no sabía entonces que estaba por concretar su mayor obra en América y quizás la más importante que haya realizado en toda su vida profesional: la urbanización de Punta Ballena.

Cuenta Rafael Alberti que la pregunta que Bonet se hizo apenas llegó y recorrió la inmensidad y la magnificencia de la obra de Lussich fue: ¿Cómo meterme en ese bosque, cómo penetrarlo, tocarlo sin dañarlo, sin herirlo en su maravilla?

El desembarco de Bonet en Punta Ballena se produjo en 1945. Se afincó en la casa que Lussich había bautizado como la de los "novios", frente a la casona principal, porque allí alojaba a los pretendientes de sus hijas y era la única de las construcciones pintada de blanco. Recorrió el bosque infinitas veces, respiró todo su aire y se dejó atrapar por su magia. Luego comenzó su tarea y como un cirujano que debe emprender una cirugía de alto riesgo y consciente que un solo error puede terminar con la vida del paciente, empezó a abrirlo a través de senderos, talando la cantidad mínima e imprescindible de árboles. Junto a él, como una sombra, estuvo siempre su compatriota Juan Ferreres.

Después complementaría su obra con puentes colgantes de madera que hizo pintar de colores llamativos para que contrastasen con la infinita gama de verdes. Y por último construiría su famosa Solana en la playa, una casa que, entonces, vista desde el mar parecía un barco amarrado a un bosque.

El bosque que se redujo a un arboreto

En junio de 1946, el gobierno en pleno de la época, encabezado por el presidente Tomás Berreta, asistió a la ceremonia inaugural del balneario Punta Ballena. Llegaba la luz eléctrica, el agua potable y hasta el teléfono a una zona que se pretendía fuera un polo de atracción turística en sintonía con la naturaleza.

No obstante, casi tres décadas más tarde, en 1975, en plena dictadura el Consejo de Estado derogó entre gallos y medias noches una ley aprobada a mediados de la década de 1960 e impulsada por el entonces senador nacionalista Wilson Ferreira Aldunate, que declaraba toda la zona que no había sido abordada por el arquitecto Bonet como un gran parque nacional. En la misma resolución del gobierno de facto se dispuso la entrega de las 198 hectáreas que hoy conforman el denominado Arboreto Lussich a la Intendencia de Maldonado.

La desafectación fue un durísimo e inesperado golpe a la obra de Lussich. Abrió las puertas a la especulación inmobiliaria desenfrenada y al deterioro medio ambiental de una zona considerada única en el continente. Hoy, la Comisión Vecinal de Punta Ballena trabaja por recuperar lo que aún queda de un sueño ejecutado por un visionario.

Cinco años de trabajo en la obra de Lussich

El trabajo del arquitecto catalán Antonio Bonet insumió cinco años en el bosque de Lussich. Fue realizado por encargo de Punta Ballena S.A. que encabezaba el argentino Roque García y que integraban Milka, Esther y Elena Lussich.

Según recuerda Eleonora Rossi Lussich, nieta de don Antonio, sus tías recibieron $ 150 mil de la época y otro monto similar en acciones que nunca pudieron hacer efectivas por esa parte del bosque. Rossi, que hoy vive en una casa que linda con los fondos del llamado Arboreto Lussich, recuerda a Bonet como un hombre de trato no fácil. "Podía ser muy simpático, pero distante", comenta.

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Foto: Ricardo Figueredo

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