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El nuevo "boom" de vivir en Uruguay solo por un rato

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La periodista y documentalista Julieta Rudich considera que vivir en dos países permite ir más liviano de equipaje. Foto: Archivo

MIGRACIONES

Relaciones Exteriores constató un crecimiento de la doble residencia.

Algo tiene la humedad de Montevideo. Algo que a Julieta Rudich le sienta bien, como esas plantas que sacan su máximo provecho en unos ambientes, pero en otros se marchitan. O quizás sea solo que el clima de esta ciudad le recuerda a su otra casa, en Viena. Desde hace dos años decidió "cortar con el invierno", como le dicen en el norte, viviendo unos meses acá y otros allá. Es "la mejor manera de andar libre de equipaje", explicó, y cada vez más uruguayos le dan la razón.

La Cancillería está constatando "un crecimiento" de los casos de doble residencia, de esos uruguayos que pasan un tiempo al año en el extranjero y la otra parte en Uruguay. Según Jorge Muiño, director para Asuntos Consulares y Vinculación, este estilo de vida "continuará en aumento".

En la historia hubo cientos de compatriotas que partieron su vida entre la diáspora y Uruguay, sobre todo ha sido un modo recurrente entre artistas. El pintor Pedro Blanes y el escritor Mario Benedetti fueron ejemplos de ello. Pero la "facilidad económica y de transporte" ha venido generando una nueva tendencia, aseguró Muiño.

Este "boom" fue consignado hace una semana en el último encuentro de consejos consultivos y asociaciones de uruguayos residentes en el exterior; una reunión que se realiza cada dos años desde 2007. Los delegados de 15 países, entre los que estaba Julieta Rudich en representación de los cerca de 200 compatriotas que viven en Austria, dieron cuenta del fenómeno que, dicen, "es cada vez más común entre los jubilados".

Por eso los delegados reclamaron que se promueva el turismo social para compatriotas residentes en el exterior y pidieron la reválida recíproca del carné de conducir entre diversos países. Claro que hubo otras exigencias históricas, como la aprobación del voto extraterritorial (ver aparte) y la eliminación del párrafo de la Constitución que dice: "La inmigración deberá ser reglamentada por la ley, pero en ningún caso el inmigrante adolecerá de defectos físicos, mentales o morales que puedan perjudicar a la sociedad".

En movimiento.

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Julieta es el resultado del matrimonio Rudich y De la Quintana, mezcla de una uruguaya y un judío que escapó de Austria durante el nazismo y que regresó a Europa cuando la dictadura golpeó al Uruguay u2014y eso sin tener filiación política.

La humedad característica de una ciudad que está bordeada de un río marrón (el Río de la Plata) y de otra que está cortada por un río del mismo color (el Danubio), el recuerdo de "una infancia muy feliz en Montevideo", y su oficio de documentalista fueron acercando a Julieta al Uruguay. Pero la primera que tomó la decisión de una doble residencia fue su madre, una vez que enviudó.

Cuando tenía 53 años, hace tres inviernos, Julieta tuvo su "año de perfeccionamiento" u2014una especie de año sabático que permite el sistema austríaco. Decidió pasar un tiempo más largo en Uruguay y, desde entonces, siguió los pasos de su madre. Ni bien llega a uno de sus destinos, reserva el pasaje de regreso al otro (aunque luego tenga que pagar la multa por el cambio de fecha).

La movilidad cada vez más frecuente es otra característica que está notando la Cancillería uruguaya. Unos 500 compatriotas han retornado del exterior en la primera mitad de este 2017. Uno de cada tres había emigrado luego de 2011, según la Dirección General para Asuntos Consulares y Vinculación, confirmando así "que los ciclos migratorios se han reducido en el tiempo".

Aun así, el retorno de uruguayos ha mostrado cierta desaceleración. Por la oficina especializada de Cancillería han pasado 13.200 compatriotas desde 2011, habiendo picos de más de 1.500 al año. Según estudios del demógrafo Martín Koolhaas, este número de uruguayos podría representar el 40% o 50% de las personas que han retornado desde 2008 (incluyendo a muchos de los que se fueron durante la crisis de 2002 y 2003).

En donde sí hubo una aceleración fue en la cantidad de residencias que se dieron a extranjeros. Habían sido 12.000 el año pasado y este 2017 se cerrará con unas 15.000.

El flujo migratorio se basa, fundamentalmente, en la llegada de latinoamericanos (venezolanos, dominicanos y cubanos). Y tanto entre los inmigrantes como entre los retornados se está dando otra característica común: la mayoría está en edad de trabajar.

Ocho de cada diez retornados en el primer semestre de este 2017 tienen menos de 60 años. Los restantes "pertenecen a una franja que va de los 61 a los 81 años, la mayoría son jubilados en el exterior", explicó el director Muiño.

El pago. Cuando Julieta tenía solo 11 años se fue a vivir a Europa pero, a la distancia, seguía respirando uruguayez. En los detalles de Viena continuaba viendo parecidos a Montevideo. Más allá de la humedad y el río, encontró una similitud de tamaño (ambas pasan el millón y medio de habitantes) y comprobó que ambas tienen un ritmo lento que las diferencia de las capitales de sus regiones.

No es extraño que el migrante busque parecidos identitarios o que le son familiares. Tampoco es raro que la familia y la identidad hayan sido el motivo de retorno a Uruguay de la mitad de los compatriotas que regresaron en los últimos años, según reveló Cancillería.

Los problemas económicos son la segunda causal de retorno e involucra a uno de cada cuatro de los recién llegados. El resto han regresado por razones de salud "u otros motivos".

Sea cual sea la razón, la amplia mayoría retorna con estudios. Casi la mitad incluso ha finalizado una carrera universitaria y el 1% hasta cuenta con un posgrado. Pero aunque el título abra otras puertas, la camiseta parece tirar.

Julieta jura que el tango Volver fue hecho a escala de los uruguayos: "Yo adivino el parpadeo/ de las luces que a lo lejos/ van marcando mi retorno...".

El voto en el exterior otra vez en escena.

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El Parlamento ha apretado el acelerador este diciembre. Dentro del combo de leyes que serán aprobadas antes de que termine el año figura aquella que establece que los uruguayos que residan en el exterior no pierden los derechos inherentes a la ciudadanía.

El texto prevé la creación de una comisión honoraria que analizará la viabilidad de que los uruguayos residentes fuera de fronteras puedan votar. Los opositores al proyecto advierten que es "inconstitucional" y que, de aprobarse, se estaría "omitiendo el pronunciamiento" en el plebiscito de octubre de 2009 u2014cuando se rechazó la posibilidad de habilitar el voto epistolar.

Desde 2016 entran más que los que se van.

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Tras las olas de inmigrantes que bajaron de los barcos hace un siglo (y de las que desciende gran parte de la población uruguaya), Uruguay se ha caracterizado por ser un país "expulsor" de su población. Desde hace unos años atrás, en cambio, la balanza entre inmigrantes y emigrantes comenzó a equilibrarse. Aun así, hasta el año pasado siguieron yéndose más uruguayos que los que entraron en ese mismo período. En 2016 la tendencia se revirtió y este 2017 volvió a confirmarse que los llegados superarán en más de 6.000 a los que se fueron.

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