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¿No es hora?

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Afinales de junio la estadounidense Schreiber Foods anunció al gobierno su decisión irrevocable de cerrar su operación láctea en el país. La decisión, sustentada en las pérdidas millonarias en dólares que esta empresa venía registrando anualmente, dejó a 170 trabajadores sin empleo y dejó nuevamente al desnudo los problemas que enfrentan quienes producen en el Uruguay.

Nuestro país se ha vuelto caro. Carísimo. El que produce en Uruguay paga una energía cara. Paga también el combustible más caro del continente. Y los impuestos son altos. El Estado es, en síntesis, un socio que se dedica a complicar las cosas, que rara vez aporta soluciones, pero que puntualmente pasa a recoger su parte. La parte del león.

Los costos laborales son altos. Cada vez más altos. La crisis de 2002 tuvo efectos devastadores sobre los salarios. Y durante los primeros años de la administración del presidente Tabaré Vázquez fue necesario acordar aumentos salariales que pautaran una recuperación del salario perdido. Pero parece que esa recuperación no termina nunca. Los gremios siguen pidiendo más y más. El que produce sabe que conceder le representará costos que luego complicarán su subsistencia. Pero a fuerza de paros, huelgas, piquetes y ocupaciones, terminan por dar lo que no tienen para que se vuelva al trabajo. Y eso, a la larga, se paga. Lo pagan todos.

La Cámara de Industrias del Uruguay ha advertido que otras empresas están considerando seriamente cerrar sus operaciones en el país. Otras ya están enviando personal al seguro de paro. El desempleo, gradual pero sostenidamente, va subiendo. Para generar empleo hacen falta inversiones. El gobierno las busca, pero la falta de competitividad del país y los desbordes sindicales hacen que quien considere la posibilidad de poner un pie en Uruguay lo piense dos veces. Y tres también.

El director de Trabajo, Juan Castillo, sostuvo hace algunos días que con el escenario actual, la prioridad de los Consejos de Salarios debe ser mantener las fuentes de trabajo, y no pedir mejores remuneraciones. ¿Pero piensan lo mismo los líderes sindicales? Y en todo caso, ¿alcanza con mantener los salarios en línea con la inflación para que algunas empresas no tomen la decisión de cerrar las puertas o de enviar a más trabajadores al seguro de desempleo?

Nadie pretende que un sindicato acepte que a sus afiliados se les baje el salario. ¿Pero cuánto afecta a los costos de las empresas los paros y piquetes que se realizan porque hace demasiado calor o mucho frío, en solidaridad con fulano o en repudio a la visita de perengano? ¿No es tiempo de buscar entendimientos que vayan más allá del mantenimiento del salario y del empleo, y que hagan que los sindicatos acepten que por el camino del manejo irresponsable que algunos hacen de su actividad se está afectando a las empresas a las que ellos mismos, luego, les piden que no despidan empleados o no envíen compañeros al seguro de paro?

¿No será hora de comprender que en tiempos difíciles el esfuerzo de todos (gobierno, trabajadores y empresarios) es la clave para atravesar la tormenta que pareciera avecinarse? - [email protected]

La Columna de Pepe preguntón

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