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"Nadie podía prever una situación tan trágica"

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Robert Parrado. Foto: archivo El País
Robert Parrado - Nota por el caso de Jose Ignacio Susaeta, joven ausente, desaparecido, foto Leonardo Carreño, nd 20150716
Archivo El Pais

Psicólogo, licenciado en seguridad pública, inspector mayor de la Policía en retiro. A tres días del hallazgo de los cuerpos sin vida del niño Felipe Romero y de su matador, evalúa las características de un drama que conmocionó al país.

Cree que el trágico desenlace era difícil de prevenir y que la madre del niño hizo bien al concurrir a un psicólogo y tratar de frenar el vínculo entre el niño y el adulto.

—¿Es normal que se dé una relación de esta naturaleza en un chico que carece de una "figura paterna", como en el caso de Felipe?

—Cuando hay esas carencias afectivas se puede dar que haya un traslado de la figura o que se genere una proyección en función de determinadas necesidades que van surgiendo. Para que se dé un vínculo tan importante los adultos referentes tienen que ir generando una habilitación para que ese tercero pase a ser parte de ese cuadro vincular del menor. En este caso tenía permisos para viajar firmados por los padres, eso da una cercanía y habilita.

—¿Ese tipo de relaciones debe ser controlada o vigilada, ya sea por la madre o por algún especialista, aunque no existan señales de un comportamiento fuera de lo normal?

—Lo lógico sería que con las personas vulnerables del núcleo familiar se tenga la mayor de las certezas. Se van generando contratos sociales con los clubes, colegios o el que lleva y trae a los chicos. Hay que tener un mínimo de información. A veces se acompañan algunos procesos hasta que surgen las luces de alarma. Si el niño tiene fiebre se lo lleva al médico, si se ven trastornos en el comportamiento se lo lleva al profesional. Por eso yo creo que la mamá de Felipe actuó muy bien.

—En ese tipo de relación de afecto, como la que había entre el director técnico y el niño, ¿se dan casos de abuso sexual? ¿Un niño de esa edad, sometido a abusos, presenta siempre síntomas?

—En una primera etapa puede estar todo lo relacionado con la pedofilia, luego puede haber un vínculo más grave. A los menores se los capta de tres maneras: extracción, captación o programación. El agresor se está relacionando con un par, una de las características de los abusadores es la inmadurez.

—¿Es razonable pensar que, existiendo abuso sexual, el niño de 10 años insista en querer mantener esa relación? En general, ¿cómo reacciona un niño en esas circunstancias dramáticas?

—Por ser niños la situación de abuso se vive como algo que no está claro. No saben que eso es algo inadecuado, en determinado momento se pueden enterar que eso está mal y ahí hay que ver cómo actúan. Todo esto funciona con secretos, amenazas, presiones y hasta regalos. Hay un juego de seducción que tiene que ver con la captación y programación del niño.

—De acuerdo con varios testimonios (de la familia del técnico, del club de fútbol infantil), el comportamiento del hombre era normal, afectuoso. ¿Cuál puede ser el disparador de un comportamiento violento que lleve a querer darle muerte al niño?

—Esta situación es comparable con los casos relacionados con la violencia doméstica: sos mío o de nadie. Hay que volver a estudiar la escena, el hombre estaba abrazando al niño, ahí puede haber algo simbólico, hay que analizar.

—¿Este tipo de vínculos obsesivos tiene implícito necesariamente el abuso sexual?

—No. Una pedofilia, sin tener contacto sexual, puede quedar en el mundo de la fantasía y el deseo sin pasar al abuso. Yo insisto en que no hay que poner etiquetas en estos temas, hay que manejar las características, el tiempo dirá qué es. Estamos obligados a analizar todo el caso, se tiende a poner etiquetas.

—Aunque no siempre salen a la luz pública, hay otros casos de muertes de niños a manos de sus padres. ¿Cuáles pueden ser las causas concretas de esos crímenes? ¿Hay pautas de conducta previsibles?

—No. Nadie de los que participó podía prever una situación tan trágica como esta. Con todo lo que viene trayendo la madre, no lo habría pensado. Tampoco los maestros. Este escenario tiene rasgos de excepcionalidad, parece obvio pero en la medida que se puede probar, la mayoría de los abusadores están presos.

—Si usted estuviera ante un caso similar, ¿sugeriría que se interrumpiera abruptamente la relación?

—Lo primero que se hace es intentar proteger al niño. Si se tiene la expertise adecuada se puede planificar un proceso de salida adecuado. Se puede presentar la denuncia, hablar con un abogado y diseñar una estrategia. La sociedad debería generar un espacio para manejar estas situaciones.

—¿La psicóloga que atendió a Felipe debería haber hablado con el técnico antes de decirle a su madre que debía frenar ese vínculo?

—Yo creo que no. Yo no lo habría hecho. Si uno habla con el presunto victimario se lo pone en alerta. Eso lo tienen que resolver los jueces o la Policía. A veces no hay una situación de abuso pero es un vínculo inadecuado y hay que cortarlo, eso puede pasar con un padre, un tío o un amigo.

—¿Es normal que un hombre con las características del técnico mantengan un vínculo tan intenso con alguien que no es su hijo?

—Eso no pasa por si es normal o no. Tiene que ver con la historia de vida de esa persona y cómo se generaron las variables de relacionamiento para llegar a este resultado. No sabemos quién es. Se ha dicho que era muy aniñado e introvertido. Todo el mundo vio ese vínculo como algo normal. Vea como terminó ese vínculo. ¿Qué es lo normal? Esto es atípico y motivó jornadas de reflexión en la escuela. Hay un proyecto de registro de abusadores que habría que discutir para casos en que se requiera una habilitación.

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Robert Parrado. Foto: archivo El País

ROBERT PARRADO

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