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Museo del primus: la cocina de ayer

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Museo de Primus. Foto: Fernando Ponzetto
[[[FERNANDO PONZETTO ]]]

Lo que comenzó como un pasatiempo terminó siendo una reconocida colección privada.

Todas las mañanas de los domingos de la infancia de Santiago Mazzoni fueron iguales: recorrer ferias con su padre, un fanático de las antigüedades y en particular de los primus.

En su casa siempre había olor a querosene y productos de limpieza. Su padre, Aldo Mazzoni, un marino retirado, desde hace décadas tiene el hobby de acumular objetos antiguos, repararlos y exhibirlos.

Aquel tiempo de búsqueda generó una colección de unos 3.000 objetos distintos y la apertura de un museo situado sobre la peatonal Pérez Castellano de la Ciudad Vieja.

Los primus, una invención sueca patentada en el año 1891, son la estrella de la casa. Se trata de equipos que fueron utilizados por los hogares uruguayos y de gran parte del mundo hasta que se popularizaron las cocinas y cocinillas a supergás.

Todo comenzó cuando en una feria Mazzoni padre encontró un primus que le recordó a su abuela. Lo compró y luego lo llevó a un restaurador que lo puso en contacto con un coleccionista de primus.

Fue así que Mazzoni se enteró de que había comprado de casualidad un modelo muy especial. El coleccionista le ofreció un trueque por tres primus pero al final Mazzoni se lo regaló. Se hicieron amigos y la afición por acumular el medio utilizado para cocinar más extendido en América del Sur se volvió una pasión.

En el Primuseum hay por lo menos 300 primus en excelentes condiciones. Mantenidos como reliquias, son de distintos modelos y orígenes. Por un lado están los convencionales con su típico tanque de bronce o los construidos con otras aleaciones metálicas, pintados con diversos colores.

Junto a ellos se puede ver las adaptaciones especiales que comercializaba la marca. Una de ellas incluye un ladrillo, marca Primus, y otra una maceta con agujeros, ambas pensadas para calefaccionar.

También se puede observar vitrinas que contienen modelos más pequeños que los tradicionales. Se trata de los que se vendían especialmente para llevar a los campings.

Además, el museo tiene espacios para los accesorios. En una pared hay dos vitrinas con las llaves que abrían las tuercas de los primus, según los modelos, y las agujas especiales para destapar los oídos.

En una habitación aparte están los sopletes, primos hermanos de los primus, utilizados para el trabajo sanitario y otras tareas. Decenas de ellos están ordenados prolijamente sobre dos paredes.

Más allá de los primus y sopletes, a los Mazzoni también les gusta coleccionar otros objetos. Entre ellos cientos de carteles metálicos para los más diversos usos. También hay lámparas, faroles y documentos.

Cuando la familia debió mudarse a Estados Unidos por razones laborales, la costumbre de buscar antigüedades se mantuvo. De esa época viene una heladera de Coca-Cola de la década de 1920 que funciona a la perfección. La novedad es que se trata de un máquina expendedora de botellas que funciona con centavos de dólar en lugar de fichas.

La familia Mazzoni tuvo la previsión de traer una buena cantidad de centavos para que todo su funcionamiento fuera como el original. Ahora invitan a los visitantes con una gaseosa enfriada con una heladera original de la década de 1920.

Con el paso de los años resolvieron adquirir otro tipo de antigüedades. Aparecieron las cabezas de Geniol, las botellas de leche Conaprole, las mesas y sillas del Sorocabana y hasta vasos de colores con décadas de presencia en los aparadores familiares.

Público.

Santiago tiene 25 años, obtuvo una licenciatura en turismo y dedica su vida a la colección que inició su padre.

"La novedad que trajo el primus es el sistema de combustión. Funciona con querosene, se calienta un tubo que transforma el líquido en gas que produce una llama uniforme", explicó. Por otro lado, Santiago defendió el uso del primus frente a sus competidores.

"Los últimos en utilizar el primus son los vendedores de garrapiñada. Podrían tener una garrafa pero el litro de querosene vale $ 29 y con medio litro puede llegar a trabajar hasta ocho horas", explicó.

La familia Mazzoni resolvió armar el museo hace 15 años y en diciembre de 2015 Santiago se lanzó a la aventura de poner un restaurante en el lugar.

Trabajan con los turistas extranjeros que van a escuchar tangos y pasar un rato agradable. Sin embargo, muchos de ellos no entienden el valor de lo que se muestra.

"Viene muy poca gente a ver los primus, el público que más nos gusta es el uruguayo porque es el que más aprecia este lugar y no solo por los primus, aquí se encuentran con sus recuerdos. La gente que anda en los 50 años o los que vienen del interior son los que realmente saben lo que tenemos", señaló.

Para Mazzoni el problema es que el primus fue un elemento poco utilizado en Europa o Estados Unidos, lugares de los que provienen muchos de los turistas que llegan al museo.

Un detalle que destacan los visitantes es que nada de lo que se exhibe tiene polvillo. La limpieza permanente es una tarea que asume el propio Aldo Maz-zoni con una persona que lo ayuda. La tarea requiere mucho tiempo y un cuidado especial y se hace por sectores.

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Museo de Primus. Foto: Fernando Ponzetto

Reliquias domésticas y de trabajo

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