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Monjas en Uruguay casan y bautizan

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La "asistencia" de religiosas en Santa Clara sucede desde el 2000. Foto: N. Araújo

En el año 2000, la Iglesia Católica habilitó a que las religiosas hicieran tareas de diáconos.

El papa Francisco sacudió la tradición católica al anunciar, el miércoles pasado, que abrirá una comisión de estudio sobre el diaconado permanente de las mujeres, rol que ya existía en la Iglesia primitiva y afirmó que las mujeres diácono son una "posibilidad para hoy".

En esa jornada el Papa recibió a 900 superioras religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales, que estaban en esos días reunidas en asamblea plenaria.

Los diáconos son laicos asistentes de los presbíteros o curas. Además, es un grado previo al sacerdocio para aquellos hombres que no se casaron. Tienen la potestad de hacer todo lo que hacen los presbíteros, menos confesar y consagrar el pan y el vino.

Los que no siguen la carrera o comienzan tras casarse, pueden formar una familia, razón por la que no podrán llegar a ser sacerdotes u obispos.

Una novedad sería que las mujeres alcanzaran el cargo de diácono. Sin embargo, ya hay monjas casando y bautizando tal como los varones.

Una congregación que practica estos ritos reservados tradicionalmente a los varones, es la integrada por las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima (MJVV), un grupo de religiosas creado en Perú en el año 1957 que en Uruguay tiene a su cargo la pastoral de Santa Clara de Olimar en Treinta y Tupambaé, en Cerro Largo.

La congregación explica en su página web que trabajan en "los lugares y regiones sin sacerdote residente" y que ese es "el campo exclusivo de nuestro apostolado". El sitio oficial incluye fotografías de un grupo de monjas montando a caballo en una zona montañosa.

Autorizadas.

La Santa Sede las autorizó a realizar su tarea en esas condiciones en el año 2.000, cuando Juan Pablo II era obispo de Roma. En Uruguay, el entonces obispo de Melo, Luis del Castillo, aceptó su modo de trabajo, al igual que su sucesor, Heriberto Bodeant.

Las MJVV también atienden comunidades en Salto y Mercedes por lo que deben recibir una autorización especial de los obispos de esas diócesis.

Bodeant explicó que él respeta la determinación de su antecesor manteniendo las facultades para que las misioneras bauticen y presiden la celebración de matrimonios.

"Esta congregación fue fundada hace más de 50 años en Perú, por el obispo de la prelatura de Caravelí, monseñor Federico Káiser, que contaba con muy pocos sacerdotes. La fundó para atender en forma permanente parroquias y bases misioneras a las que los sacerdotes podían llegar sólo ocasionalmente", señaló Bodeant.

Dijo además que la resolución adoptada por Del Castillo en el año 2.000, se basa en que no había sacerdote permanente en esas localidades y "en el marco de lo que permiten las normas de la Iglesia, les concedió las facultades para bautizar y presidir casamientos.

A eso se agregó luego la posibilidad de dar la comunión con las hostias consagradas por un sacerdote en la última misa celebrada, reservadas especialmente en el sagrario", añadió Bodeant. El obispo de Melo aclaró que "son los novios quienes se casan" y que, por tanto, los sacerdotes "no casan".

"Las normas de la Iglesia dicen que el sacramento del matrimonio lo produce el consentimiento de los contrayentes. Para que sea válido, ninguno de los que se casa ha de estar afectado por un impedimento. Los ministros son el obispo o el párroco, que pueden delegar a otro sacerdote o a un diácono. En el caso de las MJVV, éstas recibieron una autorización especial del obispo para poder asistir al matrimonio, es decir recibir el consentimiento matrimonial de una pareja", sostuvo.

Sorpresa.

A los pobladores de Santa Clara les llamaba la atención lo que estaba pasando hacía pero pocos preguntaban por las monjas que bautizaban, casaban e incluso celebraban la eucaristía.

Juan Andrés Pereira, habitante de una zona rural de la novena de Cerro Largo se estaba preparando para el matrimonio y las charlas previas fueron ofrecidas por las hermanas de Tupambaé, algo que calificó como "normal".

La sorpresa grande fue cuando el día de la celebración por Iglesia estaba la hermana Asunción en lugar de un cura y fue ella la que presidió el sacramento del matrimonio que contrajo Juan Andrés con su esposa Patricia. "En algún momento llegué a pensar si mi matrimonio era legal, pero nunca pregunté", sostuvo.

A esto se suma que decenas de niños ya fueron bautizados por monjas en Santa Clara.

Hostias y Vino.

"Llegamos a Uruguay en el año 1996 a Ombúes de Lavalle, luego pasamos a tener nuestra segunda sede en Santa Clara (Treinta y Tres), y la tercera es en Tambores (Salto) en el año 2008", sostuvo la hermana Asunción, quien está a cargo de la congregación en Santa Clara. Dijo que "llamaba la atención al pueblo que religiosas del otro lado de la América vinieran aquí a celebrar".

"Es inconcebible que una hermana no tome la comunión diariamente. Entonces, al no haber sacerdote, no hubo otra alternativa que hacer consagrar la cantidad suficientes de hostias y vino para celebrar diariamente la eucaristía dado que los presbíteros viene a Santa Clara una vez al mes", dijo.

"Nos preocupamos que una vez por mes, cuando llega un sacerdote, nos consagre todo lo necesario", explicó.

Misión.

Es común ver a la hermana Asunción con el resto de las religiosas caminando, a caballo, en bicicleta o en auto por los alrededores de Santa Clara.

"No hay barreras que nos impidan retrasar nuestra misión, queremos ser Misioneras al cien por cien, nuestro anhelo es aliviar el abandono de nuestros fieles y mitigar su hambre de Dios ofreciéndoles atención religiosa, lo mejor que podamos", explicó Asunción.

Con respecto a la actividad de la congregación religiosa, la monja mencionó que "bien sabemos que no podemos sustituir al sacerdote pero le preparamos el camino y al mismo tiempo procuramos a nuestra gente ya un notable alivio tanto espiritual como temporal".

Se dedican a tareas de enseñanza, educación religiosa en los colegios, administrar bautismos, celebrar la liturgia de la palabra, administrar la comunión, asistir matrimonios, atender enfermos y moribundos y formar catequistas.

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La "asistencia" de religiosas en Santa Clara sucede desde el 2000. Foto: N. Araújo

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