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Un Liberaij al revés: los buenos adentro y los asaltantes afuera

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Sierra muestra como se defendió con el rifle del asalto. Foto: M. Gallardo

MALDONADO

Con 81 años, se batió a tiros media hora contra dos copadores.

Sierra muestra como se defendió con el rifle del asalto. Foto: M. Gallardo
Sierra muestra como se defendió con el rifle del asalto. Foto: M. Gallardo

A escala, fue como el legendario tiroteo del edificio Liberaij, pero al revés. Acá los buenos estaban adentro y los malos afuera. Cruzaron más de cincuenta disparos durante casi media hora. La casa quedó hecha un colador: puertas y ventanas destrozadas y muebles acribillados.

El hecho ocurrió el lunes en una chacra ubicada a la altura del kilómetro 164 de la Ruta 9, tal como informó El País en su edición de ayer. El tiroteo fue protagonizado por dos rapiñeros y el dueño de casa, un hombre de 81 años, jubilado, quien estaba acompañado de su esposa.

Trabajo en equipo.

Hace 20 años que Eduardo Pedro Sierra se fue a vivir al campo buscando algo de paz. Su esposa, Martha González, no solo lo acompaña desde siempre, sino que en la madrugada del lunes lo abasteció de municiones mientras él disparaba a los dos copadores.

Fue a las 5:45 de la madrugada cuando dos asaltantes, munidos con una escopeta, un revólver y un rifle calibre 22, llegaron al establecimiento. Los sujetos redujeron a un colaborador del dueño de casa que había salido alertado por los ladridos de los perros.

Afuera, fue sorprendido por los dos delincuentes que lo ataron y lo usaron como rehén para que el dueño de casa les abriera la puerta. Uno de los delincuentes disparó dos veces y se dirigió al propietario intimándolo a que se rindiera.

—¿Qué pasó entonces?

—Yo empecé a gritar: "¿Quién es? ¿Quién es?". Me respondieron: "Entregate, Sierra, que no te va a pasar nada. Tenemos a tu compañero atado. Y si no te entregás lo vamos a matar". Insistieron: "Vení, Sierra. No te va a pasar nada". Encima apareció mi señora y me dijo que ella iba a salir. Le dije que se quedara quieta porque si salía la iban a matar. Entonces empecé a prenderle bala. Les metí bala. Mientras tanto mi esposa llamaba a mi hija y a mi yerno. Ellos escuchaban los tiros por el teléfono

—¿Cómo siguió el tiroteo?

—Empecé a tirarles con el rifle 22. No sé cuántos tiros hice. Ellos me tiraron con escopeta con posta y con el proyectil para cazar chancho salvaje. Yo les tiré con la escopeta 16. Me quedé sin cartuchos y seguí con el rifle 22.

—¿Dónde se parapetó usted?

—Me quedé entre el freezer y una pared. Eso me salvó porque las balas pegaban por todos lados. Me asomaba por la ventana y dependiendo por donde los escuchaba, para allí les tiraba. Estuvimos tirándonos balas durante más de media hora.

—¿Pudieron robar algo?

—Se llevaron 700 pesos que tenía y unas monedas que estaban en una lata que había quedado ahí desde la noche anterior, cuando terminamos de jugar a la conga. Me destrozaron varias ventanas y la puerta de atrás la rompieron con disparos de la escopeta.

—¿Los conocía?

—Uno de los guachos vivía de niño acá al lado. Su padre y dos de sus tíos trabajaron acá. Conocía todo. Todos los vecinos sabían que este tipo es ladronazo.

—¿Pudo darle a alguno?

—Tenía a uno en la mira pero no pude dispararle porque lo confundí con uno de mis nietos.

—Menos mal que no mató a nadie.

—¿Menos mal? Tendría que haberlo matado así no jode a nadie más. Estoy muy tranquilo. Y si alguno quiere venir, que sepa que donde pongo el ojo pongo la bala.

Los delincuentes fueron detenidos esa misma noche y trasladados a la Cárcel de Las Rosas, donde deberán permanecer por 120 días hasta que el fiscal eleve el caso a juicio. Tras la detención se comprobó que los dos asaltantes fueron los autores de otro copamiento registrado días atrás en José Ignacio.

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