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Un lago sin lanchas y pleno de algas

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Lanchas a pedal hundidas en el lago del Parque Rodó. Foto: Marcelo Bonjour.
Archivo El Pais

La basura abunda y las cianobacterias tapizaron de verde las aguas de un paseo clásico.

Por su conformación y lugar de enclave, el lago del Parque Rodó constituye parte de la más singular oferta paisajística de Montevideo. Desde que fuera diseñado tiene un uso recreacional, brindó durante décadas la posibilidad de pasear en las clásicas lanchas a pedal que sucedieron a otros modelos y a los primeros botes a remo.

Sin embargo, a lo largo de la historia, el abandono o los cuidados no del todo adecuados, causaron una suspensión de actividades y algo peor, como es fácil testimoniar hoy llegando hasta el lugar, en parte perimetrado por las avenidas Gonzalo Ramírez y Julio Herrera y Reissig.

En una recorrida por todo el contorno sinuoso del lago, su lámina de agua sigue reflejando la torre del pequeño castillo o el pabellón de la música, pero el color verde revela la abundancia de microalgas o cianobacterias a pesar de los fríos reinantes. Y además de esa disminución de la transparencia del agua y del cambio en su coloración, la descomposición de materia orgánica que abunda genera malos olores, a un lado u otro, según sople el viento.

El cuidador.

Juan Pintos hace cuarenta años que trabaja en el parque y aún reside a manera de custodio de las construcciones y equipamiento de una empresa de atracciones acuáticas que dejó de funcionar. Tiene mucho para contar.

—¿Para qué usa ese bote a remo?

—Tenemos otro chiquito, de fibra, pero muy inestable. Con este salíamos todos los días de mañana y limpiábamos para en la tarde tener todo listo. Llevábamos unas redes y lo que juntábamos lo dejábamos en la isla para que la Intendencia lo cargara en el camión.

—¿Qué encontraban durante esas limpiezas?

—De todo, perros, gatos, gallinas muertas, mochilas o carteras robadas. La gente viene y tira.

—Las lanchas están por lo menos desde los años sesenta, ¿no? ¿Qué más conoció usted?

—Para el lado que está cercado con una cadena, que no se puede pasar porque hay una bomba que tiraba agua pero se rompió y nunca la arreglaron, había lanchitas a motor. Y de este otro lado había deslizadores de chapa, con unos flotadores a lo largo, de los dos costados, como los de los hidroaviones. Eran abiertos abajo, usted iba pedaleando y veía el agua a sus pies. No tenían volante, se manejaban con una palanca que movía la aleta. Y las lanchas de ahora deben tener como sesenta o setenta años. Son de un particular que las alquila a la dueña de acá (dice refiriéndose a la última concesionaria).

—¿Y quién arreglaba esas lanchas tan baqueteadas?

—Yo le arreglé el piso a muchas pero no puedo hacer herrería, por ejemplo en los fierritos del costado, porque llevan dos barandas, una arriba y otra abajo. Podrían hacerse más sencillas, con una baranda sola, yo qué sé.

—¿Qué día cerró este lugar que manejaba "Atracciones acuáticas"?

—Se cerró el 8 del mes pasado, se fue viniendo abajo.

—Mientras alquilaban las lanchas, en ese tiempo de decadencia paulatina, ¿la gente se quejaba?

—Algunos sí, como siempre, que el pedal está pesado, que le falta grasa, y por los pisos, bueno. Yo trataba de pulirlos, emparcharlos. Eso llevaba cinco minutos, porque la fibra seca y uno tiraba la lancha pa´dentro y seguía andando. Pero no teníamos materiales ni herramientas. A veces había lanchas rotas amarradas, y si había cola, la gente pensaba que nosotros somos bobos porque no las enganchábamos para que se subieran. Había que esperar a que llegara una de la vuelta que estaba dando.

—¿Cuánto duraba el viaje y cuánto costó el último boleto?

—Eran treinta minutos y costaba cuarenta pesos por persona. Podían subir dos y un niño en el medio, pero a veces venían cada toninas que había que estar atentos.

—¿No tuvieron obligación de tener chalecos salvavidas?

—Se hicieron en un tiempo pero los sacaron porque andaban boyando en el agua, o uno lo tiraba pa´arriba y otro se lo llevaba a venderlo a un club de pesca. Había que pasarse comprando chalecos y no daba.

—¿Qué peso soportaban las lanchas?

—Estando bien, un poco más de cien kilos.

—¿Alguien se fue al agua?

—Alguno, pero por querer cambiarse de una lancha a otra.

—¿Se pesca algo acá, con el agua como está, con toda esta mugre?

—Tararira y bagre.

—¿Tararira y bagre? ¿La tararira no se come al bagre?

—Sí, sí, tararira y bagre hay, que pusieron para que no se pudra el agua. Y trajeron almejas también para que el agua no quedara tan verde; todo eso que parece una pintura, todo es alga.

—Resbalarse estaría bravo. ¿Le pasó? ¿No se intoxicó?

—¡Nos hemos caído pila de veces! No pasa nada. Y mire que los vagos que había sacaban esta agua pa´l mate también.

—¿Cómo sobreviven aquellos conejos negros? ¿Por qué llegaron acá?

—Los vecinos a veces vienen y nos traen alimentos, hay una señora que habló en una barraca para que le dieran unos caños para hacerle el comedero, están allá en la isla. Un muchacho los trajo, los compró como mascotas pero no se dio cuenta de que el apartamento le iba a quedar chico mientras los conejos se agrandaban. Los gansos los trajo la Intendencia y cada tanto me dicen que les rompa los huevos para que no haya más, se reproducen mucho.

—Por ahí se ven algunas gallinetas, pero otras aves desaparecieron.

—Los patos marcharon, de viejos, a gatas caminaban, ya no podían ni nadar.

La decadencia.

El deterioro de la calidad del agua del sistema acuático se debe al ingreso de residuos sólidos y al incremento de la carga de nutrientes, sobre todo nitrógeno y fósforo. Estos se acumulan debido justamente al aporte de materia orgánica, lo cual hiperdesarrolla las comunidades de microalgas. Mientras, la materia orgánica generada en el lago se hunde hasta descomponerse en el fondo, en donde cada vez hay menos oxígeno.

Junto a toda la basura dispersa sobre las islas o entre las ramas de los árboles, apenas gratifica ver a una docena de gansos que se atreve a nadar sobre una superficie que aparece más verde que un campo de golf, debido a que no funciona el sistema de recirculación del agua.

También estaría rota la bomba necesaria para mantener el nivel del lago en caso de evaporación, instalada en la década de 1990 para extraer agua subterránea, de napas freáticas ubicadas a 50 metros de profundidad.

De ese modo, y aun cuando hubo que efectuar ajustes a las obras porque llegó a descubrirse que una napa de la que se extraía agua estaba contaminada, conseguía evitarse que el lago quedase limitado al simple aporte de aguas pluviales.

Fue hace casi veinte años, en 1997, que la Intendencia de Montevideo concretó un acuerdo con la Facultad de Ciencias. Por entonces también se había incrementado la profundidad del lago, que pasó de un metro a dos en casi toda su extensión.

Además quedaron implementadas otras medidas para pasar a una fase de agua clara, como ser la introducción de ciento veinte mil almejas, que se alimentan de las microalgas, o el establecimiento de una vegetación acuática flotante, por ejemplo jardines con repollitos de agua, para reducir los nutrientes, ya que consumen mucho nitrógeno y fósforo.

Por falta de más intervenciones e inversiones en el mantenimiento de parte de la comuna capitalina, y asimismo por la escasa colaboración de los visitantes que desparraman residuos, vandalizan la cartelería o hasta han llegado llevarse peces y abandonar otros animales, el actual desequilibrio natural se suma a la resistencia al cambio positivo que el propio lago ha evidenciado, algo ya advertido a fines del siglo XX por especialistas de la sección Limnología de la Facultad de Ciencias.

Si bien siempre las sombras arrojadas por los árboles crecidos en torno al lago han generado diversos sentimientos, desde la paz hasta la melancolía, ahora despiertan una nostalgia volcada a la pena.

Licitación en el lago por las lanchitas.

Para mejorar las condiciones ambientales del lago y su entorno, recuperando los valores paisajísticos y recreacionales, la Intendencia de Montevideo anunció el 14 de abril pasado que el departamento de Desarrollo Económico, a través de la división de Promoción Económica, elaborará los pliegos de condiciones que regirán, entre otros, el llamado a licitación para el espacio de atracciones acuáticas del Parque Rodó, en donde dejaron de funcionar las lanchitas a pedal, aun cuando el permiso permanecía en carácter de precario y revocable.

Por resolución del 31 de octubre de 2011 se había autorizado una transferencia del permiso de las atracciones acuáticas que estaba vigente hasta el mes de enero de 2012. El titular había fallecido y la concesión pasaba entonces a su esposa.

La división Promoción Económica aconsejaba que se otorgase a la gestionante un permiso, "precario y revocable, hasta tanto se instrumente un nuevo llamado a licitación".

En tanto la limpieza del lago del Parque Rodó parece resultar ya necesaria, la actual administración de la Intendencia se ajusta a que aparezcan interesados en explotar los entretenimientos acuáticos, y pretende que los postulantes no solo se encarguen de eso sino de todo lo que guarda relación con las mejoras y mantenimiento del medio ambiente.

Lanchas a pedal hundidas en el lago del Parque Rodó. Foto: Marcelo Bonjour.
Lanchas a pedal hundidas en el lago del Parque Rodó. Foto: Marcelo Bonjour.
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour
Foto: Marcelo Bonjour

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