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"La izquierda no puede tener una educación tan retrógrada"

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Gonzalo Frasca, Master en Ciencias de la Información y Tecnología. Foto: Francisco Flores.
Francisco Flores

La oficina de Gonzalo Frasca es chica y está llena de juguetes: robots que seguro fueron la envidia de cualquier niño de los 80, figuras de Disney como un Pato Donald y un Goofy vestido de cowboy, y una máscara de Darth Vader (que luce colgada al cuerno de la cabeza de un venado que fue cazado por su abuelo).

Él defiende el juego por sobre cualquier cosa en este mundo. Y está convencido que allí está la cura al “cáncer” de la crisis educativa.

—¿Qué es lo que falla en el sistema educativo uruguayo?

—Creo que lo que sucede es que la discusión que se da es solo sobre quién tiene el poder: si lo tiene el gobierno, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) o los sindicatos. No logramos salir de ahí. Se quieren mejorar los indicadores, que no haya repetición, que no haya deserción, pero todo esto creo que se hace con el afán de tener la mejor escuela del siglo XIX. Se están buscando aquellas cosas que se perdieron. Se quiere una escuela que funcione bien, que sea limpia, que tenga dos turnos… Pero lo único que se busca es optimizar lo que hay, no hay una discusión que sirva para ir un poco más allá. Lo único que se hizo en este sentido es el Plan Ceibal, que ha tratado de avanzar, pero que tiene sus limitaciones. La educación tiene que reinventarse, si no vamos a tener problemas.

—¿Qué tipo de problemas?

—Lo que nos pasa es que tenemos una foto de la educación hacia el pasado, que es la que queremos copiar, pero no hay una foto de la educación hacia el futuro. Recién ahora se empezó a hablar sobre todo en los medios, y por parte de algunos políticos, de inteligencia artificial, sobre cómo van a desaparecer muchísimos trabajos, cómo las personas van a ser sustituidas por máquinas. Ya se vio con los cajeros de los bancos. En Uruguay ya hay un supermercado que tiene un cajero en que el propio cliente escanea las cosas. Amazon, de hecho, acaba de inventar un sistema en que directamente la persona se va del supermercado y lo que compró se debita de su tarjeta. Buena parte de las notas de Bloomberg ya están siendo escritas por computadoras. Hay robots que cosechan, se largan en el campo y no hacen todo, pero hacen casi todo. Esto va a traer varias consecuencias, por ejemplo se va a acelerar más la concentración de la riqueza. Si yo pongo robots a trabajar me voy a despegar tanto de la competencia que no van a poder competir conmigo.

—¿Entonces que deberían estudiar los jóvenes? ¿Qué trabajos son los que van a quedar?

—Todo lo que tenga que ver con diseño, innovación, creación, por lo menos hasta que las máquinas no sean más inteligentes que nosotros —que lo digo como un chiste pero no es para nada disparatado. También van a quedar los trabajos que requieran trato humano, como la enfermería. Pero son muchos los trabajos que desaparecen, y en un país que apostó a las pasteras en la era digital donde se usa cada vez menos papel, y a las vacas, cuando ya se está sintetizando carne de excelente calidad artificialmente… Y si a esto se le agrega que uno de cada dos niños uruguayos nace en la pobreza, y que de cada 10 niños solo seis terminan el liceo…

—La situación que usted plantea es apocalíptica. ¿Qué le queda a Uruguay con este panorama?

—Bueno, hay entre un 10% y 15% de niños que son a prueba de balas. Esos son los que en el día de mañana podrían dirigir el país. Pero hay algo que no se entiende: el modelo educativo de Estados Unidos, por ejemplo, tiene una escuela y un liceo malos, y a nivel universitario lo que se hace es exportar las mejores mentes del mundo. Capaz que por un tema coyuntural, ahora con Donald Trump, esto se frena un poco, porque no le gusta la gente distinta, pero el modelo hoy es eso. Si seguimos igual, si no se avanza en nada, y nos queda solo ese 10% o 15% de pibes, lo que va a pasar es que los van a identificar por Facebook, hacer un paquete y llevárselos a todos. ¡A todos! Antes estaba el tema de que supieran un idioma, de que consiguieran un sponsor, de que les dieran una beca, ahora se los llevan así, apretando un botón. Y van a ganar diez veces más de salario, y van a aprender, y van a estar con gente como ellos, rara, que les copa lo intelectual. Este es el escenario que estamos eligiendo. Creo que no hay consciencia.

—¿Y cómo se cambia esto?

—Bueno, este es mi granito de arena (NdeR: Dice mientras señala el DragonBox School, un sistema para aprender matemáticas que hasta ahora funciona solo en Noruega y Francia, en un plan piloto). Mi expertise no está en sistemas educativos. Lidiar con burocracias es lo que menos me atrae del planeta. Pero sí creo que hay un tema que es la diversidad. No se soluciona con sistemas centralistas. Realmente los chiquilines tienen necesidades distintas, no aprenden todos al mismo tiempo. Y los docentes necesitan autonomía. El tema es que si no hay buena formación docente el Estado no va a confiar en los maestros. A esto hay que sumarle que hay cada vez menos maestros, menos profesores. Hace falta más plata. Churchill decía: Si la educación le parece cara, pruebe con la ignorancia.

—¿Es mala la formación de docentes?

—Se necesita que sea mejor. ¿Qué aprenden los que están estudiando para ser maestros sobre un tema de los que más se ha investigado en educación, como es la pedagogía de lectoescritura y matemáticas? He hablado con algunos y me han dicho: No, de eso no aprendimos mucho, aprendimos con la experiencia. Si vas a ser maestro y no se te enseña lo básico… No podemos seguir cantinfleando, sacándola de taquito. Hay que ponerse las pilas seriamente. El país tiene un cáncer. Tiene una enfermedad de vida o muerte.

—Usted destaca como algo positivo la implementación del Plan Ceibal, ¿cree que este se ha utilizado de la mejor manera?

—Por lo menos los pibes no se quedaron atrás. En matemática y lectoescritura el avance ha sido casi nulo, lo mejor que se ha hecho creo que son los clubes de ciencias. Lo que pasa es que la tablet por sí sola no hace nada. El problema está en que un gobierno de izquierda no puede tener un sistema tan conservador y retrógrado. Si realmente se quiere una educación para el cambio, y no para el statu quo de las clases dominantes, no se puede tener un sistema como el que hay acá, o en Argentina, Brasil, México y Francia. No se puede, es incompatible, y no es un discurso. No es acá están los buenos y allá los malos. Eso de Cuba es bueno, EE.UU. malo. Ese es el lado berreta de la política.

—¿Cómo se prepara a los niños para un mundo que no se sabe cómo va a ser?

—El ser humano llegó al mundo para adaptarse, se evoluciona combinando dos partes fundamentales del cerebro, el placer y la curiosidad, lo que no te da placer no te da curiosidad. Eso pasa con los juegos. El niño va probando cosas, va apretando todos los botones, porque le da placer. Entonces, no es que la solución esté en el juego, no es que el juego nos hará libres. Es la lógica profunda de cómo comprendemos. Lo más difícil los niños lo aprenden afuera de la escuela: a caminar, a socializar, a no matarse entre ellos, a entender el mundo, que hay objetos que son sólidos, que existe la ley de gravedad, las emociones, y todo eso se aprende jugando. Pero el poder ha sacado todo lo que tiene que ver con el placer, cuando lo que nos trajo hasta acá fue el juego, fue lo que nos llevó a hacer cosas maravillosas, como mandar naves al espacio, por ejemplo. Sacar el juego de las escuelas, y ahora también lo están haciendo en los jardines de infantes, fue un crimen terrible. Y los países, las familias, las culturas que no vean esto, y no cambien a tiempo, van a pasarla muy, muy, pero muy, mal.

El proyecto que enseña matemáticas en el primer mundo

Gonzalo Frasca trabaja a contratiempo. Tiene una hija de un año y quiere que cuando ella tenga seis el sistema educativo sea mejor. "No podría enviar a mi hija a la escuela, sin importar si es pública o privada, sin antes haber intentado algo para mejorar", dice.

Frasca, que trabajó años haciendo juegos para Cartoon Network, ahora forma parte de We Want To Know, una firma que trabaja en la creación de juegos educativos. Los de matemáticas, como DragonBox Algebra y Dragon Box Big Numbers, forman parte del Plan Ceibal.

Este año la empresa dio un paso más con DragonBox School, un proyecto para enseñar matemáticas a los niños de primer año de escuela que incluye, además de un videojuego para tablet, libros de texto y de ficción. Por ahora funciona en un plan piloto que se desarrolla en Noruega y Francia con 650 niños.

El sistema toma como base las Regletas de Cuisenaire (10 maderas de diferente color y tamaño que sirven para que los niños entiendan cuál número es mayor que otro). En el DragonBox School lo que hay son 10 personajes, bautizados los "nooms", que siguen la misma lógica, cada uno tiene una altura y un color distinto.

"Nos apoyamos en las regletas pero lo llevamos a otro punto. Agarramos esta base y fuimos un siglo más adelante, literalmente", explica Frasca.

Al llevarlo al plano digital las posibilidades son mayores. Por ejemplo el juego cuenta con un visor de rayos x que al pasarlo sobre un personaje, se puede ver lo que lleva dentro (Ej.: Si se pasa sobre un 2, se puede ver que dentro de este hay dos 1). El dispositivo funciona como un videojuego común y corriente, en el que se van pasando las pantallas. En el primer nivel los niños tienen que identificar los símbolos de mayor, menor e igual. Se le pone un "noom" de cada lado, y ellos tienen que identificar qué signo va en medio. El juego les permite ir aprendiendo deduciendo ellos mismos qué signo va en cada ocasión. También pueden apoyarse en los libros de texto, uno de ejercicios y otro de teoría, y en los de ficción.

Estos últimos son 10 textos donde se cuentan las historias de cada "noom", esto, explica Frasca, sirve para que los niños generen una empatía con los personajes. "Si los conocen, si se encariñan con ellos, siempre van a querer salvarlos, y ganar el juego, o sea aprender", señala.

Otra novedad del sistema es que los niños no hacen pruebas a la vez, sino que cada uno es evaluado cuando llega a determinado nivel. "Es que no tiene sentido evaluar a un niño que no aprendió, eso lo único que hace es generar frustración, por eso una vez que llegan al nivel correspondiente, recién allí, es que pasan al papel", explica.

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Gonzalo Frasca, Master en Ciencias de la Información y Tecnología. Foto: Francisco Flores.

GONZALO FRASCA, DOCENTE, CATEDRÁTICO DE JUEGOSCARLOS TAPIA

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