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Inertes

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En su edición del pasado sábado, El País informó de la grave situación por la que atraviesa la industria automotriz uruguaya. La nota dejó en claro que la contingencia que enfrenta este sector va ciertamente bastante más allá de la anunciada decisión de Chery de abandonar el país.

Y que las principales multinacionales automotrices que operan en Uruguay están recibiendo directivas claras desde el exterior de comenzar a evaluar seriamente el traslado de sus plantas a Paraguay.

Chery llevaba ocho meses sin fabricar un solo vehículo. Tenía desde entonces más de trescientos trabajadores en un seguro de paro que ya hubo que prorrogar. ¿Por qué el gobierno (el saliente y el entrante) y el sindicato metalúrgico tuvieron que esperar al anuncio oficial de la empresa para ponerse a trabajar en la búsqueda de soluciones que, obviamente, ya no servían para cambiar una decisión tomada? ¿Acaso no sucedió lo mismo con Ecolat en Nueva Helvecia? ¿No era claro que terminaría sucediendo lo que sucedió? ¿Y por qué nadie se puso a trabajar en soluciones hasta que las soluciones ya no importaban? ¿Estaban demasiado preocupados con las elecciones unos y con las pujas en la interna sindical otros, como para ocuparse de la realidad que les rompía los ojos?

Chery se fue porque, para esta industria, Uruguay ha dejado de ser competitivo. Y lo mismo harán las demás multinacionales que alguna vez decidieron instalarse en Uruguay si alguien no hace algo, y pronto. ¿O van a esperar que anuncien que se van a Paraguay para llorar sobre la leche derramada?

El siempre locuaz dirigente metalúrgico Marcelo Abdala, que mientras cierra Chery sigue haciendo paros a todas las demás empresas del sector porque parece más preocupado por llegar bien parado al Congreso del Pit-Cnt que por el empleo de su gente, le ha echado la culpa de lo que sucede al Mercosur. Es más fácil.

¿Pero por qué no dice Abdala que la eficiencia de las plantas automotrices que operan en Uruguay es un 20% inferior a la que se registra en Argentina, Brasil o Paraguay? ¿Por qué no admite que, conflicto tras conflicto, y con un gobierno que miraba para otro lado, empujó a las empresas a pagar salarios que hoy están cuatro veces por encima de los de algunos países de la región?

Alguien dirá que hay culpas compartidas. Porque los sindicatos piden, pero los empresarios concedieron esos aumentos. ¿Pero acaso pueden hacer otra cosa las empresas cuando los sindicatos exigen más y más, a sabiendas de que parar la producción es un lujo que una empresa autopartista no se puede dar, ya que le significa automáticamente perder contratos y clientes que están esperando de su producción para que las plantas de montaje de Argentina y Brasil no se detengan?

¿Y eso sucede solo en esta industria?

¿Cuánto nos terminará costando, en materia industrial y económica, el próximo Congreso del Pit-Cnt y las aspiraciones de poder de los Abdala, los Andrade, los Read, los Joselo López, los Fajián, los Pereira?

El sistema político y los ciudadanos, ¿vamos a seguir permitiendo que la casta sindical mande sobre todo y sobre todos, incluso sobre el gobierno democráticamente electo?

¿Cuándo diremos basta?

[email protected]

La Columna de Pepe preguntón

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