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"La gente quiere que siga firme y que no me calle"

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Topolansky hizo un máster en destruir la trama cultural y ética del país. Foto: Marcelo Bonjour
Nota a Mercedes Vigil, escritora uruguaya, ND 20171107 foto Marcelo Bonjour - Archivo El Pais
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

MERCEDES VIGIL

La escritora más leída del país volvió a incendiar la pradera. Esta vez señaló que el “paso por la realidad nacional” del cantante Daniel Viglietti fue “nefasto”. Lo dijo horas después de su fallecimiento. Recibió una oleada de críticas pero también de apoyos.

Feroz opositora a los gobiernos de izquierda, defiende la libertad de decir y hacer como bandera. Vigil asegura que tras la polémica, descubrió que los tiempos están cambiando y que la gente común comienza a reconocer en la libertad un valor a defender.

¿Qué es para usted la hegemonía cultural?

—La hegemonía cultural puede ser natural o la que obedece a una ideología que luego se legitima por las acciones de un partido de gobierno. Algo que comienza siendo de boliche termina en un ministerio. Algo que comienza de manera espontánea y termina siendo digitado es muy dañino, un peligro. Yo soy liberal, no me gusta ninguna hegemonía. Los ingleses le llaman "populismo cultural". Pretenden sustituir todo el resto de la cultura clásica por valores momentáneos. Para mí no hay más cultura que la libertad.

—Viglietti no ocupó cargos.

—No, pero los más peligrosos no son los que ocupan cargos. Hay algunos que tienen el soporte para crear un canal como TV Ciudad, que pagamos todos hace 25 años, en que se puede ver a Viglietti mañana, tarde y noche. Lo mismo sucede con Mauricio Rosencof o Mario Delgado Aparain. Al final no se sabe qué está primero, el trabajo artístico u otra cosa. A otros les dan una dirección de Cultura, así surgen libros como Tabaré Revelado de Delgado Aparain. Cuando al jubilado no le alcanza para comprar los remedios tiene que ir a su casa y poner TV Ciudad y preguntarse ¿para qué quiero esto? Ahí está la plata.

—Acomodos siempre hubo.

—Uruguay tiene un gobierno populista, sin ser Venezuela o la Argentina de los Kirchner, todavía. Pero hay cosas muy parecidas. Lo primero que hacen estos gobiernos es llenar los cargos de la cultura con adeptos. Dicen que siempre pasó, pero eran 5 o 6, ahora tenemos 500.

—¿Percibe un cambio social?

—Hace 20 años yo era la loca. Lo bueno son las redes sociales. Cuando yo tenía 20 años Rodney Arismendi, Viglietti, Benedetti y tantos otros, bajaban de los aviones tras pasar una temporada en el exterior y nos contaban que la URSS o Cuba eran el paraíso. Cuando se cayó el muro de Berlín demoramos en darnos cuenta cómo nos mentían. Ahora cuando el Pit-Cnt manda un comunicado por lo de Viglietti sabés que hace tres meses se abrazaba con Maduro.

—¿Qué comentarios ha recibido en la calle tras la polémica sobre Viglietti?

—No encontré una persona que no me dijera bien Mercedes, no se calle por favor. Me hablan de Raúl Sendic, de Lucía Topolansky.

—¿Cree que sus dichos representan a mucha gente?

—Sí, ha sido apabullante. Antes que escritora soy ciudadana. Hay que recordar que antes de que vinieran a tirar bombas, en este país se juntaban los anarquistas, socialistas, blancos y colorados a construir ciudadanía. Desde que empecé a hablar me dijeron que quiero un cargo político. No, señor. Yo hablo de filosofía política que es algo mucho más grande.

—¿Qué cultura consume?

—Leí todo lo de Tomás de Mattos, quien me desilusionó por su gestión en la Biblioteca Nacional. Leí mucho a Ana Ribeiro, me gusta Hugo Burel. También leo los clásicos como Acevedo Díaz. Hay algunas cosas de Benedetti que son interesantes, los críticos le daban como en bolsa y cuando murió yo lo defendí. En la comarca me encantan Borges, García Márquez, Vargas Llosa. Escucho mucha música clásica pero también a Sabina. No escucho a Larbanois-Carrero después que hace siete años uno de ellos no aceptó participar en un festival para ayudar a una persona enferma. Me dijo que ellos no tocaban gratis. Drexler no me gusta, aunque celebro que sea exitoso.

—¿Los partidos tradicionales entregaron la cultura a la izquierda?

—La izquierda se la devoró y los partidos miraron para el costado. Hace 20 años que hablo de esto. Ahora me dieron la parte cultural del Instituto de Estudios Cívicos, fundado por Zorrilla de San Martín, donde tratamos de construir una visión republicana.

—Lucía Topolansky le respondió sobre sus dichos con respecto a Viglietti y dijo que "reprimir la cultura es la característica del fascismo".

—Es como escuchar a Jack el destripador recomendar el cuidado del cuerpo de las prostitutas, o Drácula gestionando el banco de sangre o un piromaníaco a cargo del cuartel de Bomberos. Ella tiene varios másteres en fascismo y en destrucción de la trama cultural y ética de un país. Primero lo hizo con las armas.

—¿Es posible que usted se junte a hablar con Topolansky?

—Creo que la gente puede mejorar y hablar con el que ha estado en las antípodas. También creo que en algunos casos las personas nunca cambian. Topolansky es igual al video de hace 30 años en el que cuenta cómo elegía a las personas para matarlas. Debería dar un paso al costado y dejar lugar a gente nueva. Los menores de 50 años están hartos de escuchar hablar de la dictadura y los desaparecidos. Están preocupados porque sus hijos salen a la calle y los matan para robarles o porque si se enferman de cáncer no tienen para los remedios.

—¿Usted apoyó la dictadura?

—Era una niña.

—¿Qué votó en el plebiscito del año 1980?

—Hice campaña con todos por el No.

—¿Cuál ha sido su posición con respecto a las violaciones a los derechos humanos en dictadura?

Tengo dos libros sobre el tema. En uno de ellos, "La otra María", en el que hablo de lo terrible que fue la desaparición de niños y el robo de su identidad. Hago un paralelismo entre los niños robados en Uruguay, Argentina y España.

—¿Es partidaria de la búsqueda de justicia para las víctimas?

Por supuesto, no hay otra opción.

—¿Cree que el votante de izquierda ha sido engañado?

Sí, manipulado. El votante puede ser un acólito o un ser pensante, que es lo que yo prefiero. Los partidos de gobierno funcionan como sectas, hacen que la gente haga lo que no quiere como en el Flautista de Hamelín. Los populismos tocan resortes emocionales que hacen agitar a las masas. Es lo que hicieron Hitler, Stalin, Mussolini, Fidel Castro, Pinochet y Nicolás Maduro.

—¿Qué otros personajes nefastos hay en la cultura?

—Infinidad. Hay un grupo que nunca sale del tercer o cuarto lugar: Ana Solari, Helena Corbellini, Jorge Arbeleche y Teresa Porzecanski. Fueron a la Junta para que no me concedieran el título de ciudadana ilustre. Es gente que no brilla en lo que hace pero siempre están dispuestos a serruchar el piso al que hable con libertad.

—¿Por qué cree que la nombran ciudadano ilustre?

—Ni idea. Después me enteré que se lo dieron a personajes nefastos como Maduro o Daniel Ortega. No lo devuelvo porque es mala cosa mostrarle a los jóvenes que un grupo de histéricos fascistas son dueños de Montevideo.

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