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Fiesta violenta en Plaza Independencia

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Los fanáticos de Nacional caminaron todo 18 de Julio hasta llegar a Plaza Independencia. En el camino rompieron algunas vidrieras. Es domingo. Ya son pasadas las 10 de la noche.

Y el partido clásico terminó hace horas. Cantan, gritan y desde el borbotón se escuchan cohetes —o quizás disparos—.

Agentes policiales, bastante dispersos, rodean la plaza. Cuidan, sobre todo, la Torre Ejecutiva. La hinchada grita: "¡Dale campeón, dale campeón!", y otros cánticos bastante insultantes para con la parcialidad de Peñarol. Se cuelgan al monumento a Artigas. Dos jóvenes con la camiseta de Nacional, con los ojos grandes y bañados en sangre, pintan los muros de la plaza de tricolor.

Hace frío, pero muchos están de manga corta. Se apaga la luz. Totalmente a oscuras queda la Plaza Independencia. Entra una tanqueta y moja a la multitud. La Policía logra detener a algunos, pero la mayoría corre rápido y se escapan.

Hay quienes se pierden por la calle Ciudadela, al costado del Hotel Radisson. Otros se introducen a la Ciudad Vieja por la peatonal Sarandí. Algunos gritan, otros se ríen a carcajadas. Están contentos.

Un grupúsculo fanáticos, todos de Nacional, se pelean entre ellos frente al Teatro Solís: manotazos, piñas y patadas voladoras. Los peatones se refugian bajo las columnas del histórico edificio. A lo lejos se sienten, ahora sí, sin lugar a dudas, disparos.

Pasados unos 10 minutos, por frente al Solís empiezan a pasar los ómnibus, llenos de los hinchas de Nacional que antes habían huido. Cantan, golpean el techo de los transportes públicos, sacan las cabezas por las ventanas hasta el pescuezo e insultan peatones. Patrulleros los paran para tranquilizar a las hinchadas. Entran con palos en la mano. Golpean a los más revoltosos. Y los ómnibus siguen andando. Fin de la fiesta.

Tanqueta dispersó a los fanáticos; se peleaban entre ellos

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