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Fantasmas del pasado llegan a Berlín

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La AfD sacó un 13% de los votos tras una campaña en la que decía que "el islam no pertenece a Alemania". Foto: Archivo El País
Spartak Moscow soccer fans burn flares and wave a flag with a swastika (lower right) during a game with Shinnik Yaroslavl in Yaroslavl, Russia, on Oct. 30. It's one of several recent violent or racist incidents at sporting events in a country that's hosting the 2014 Winter Olympics and the 2018 World Cup.
STR/AP

OTRA VEZ

La ultraderecha volvió a Alemania, y no es casual que lo haya hecho en las primeras elecciones luego de la masiva inmigración de Medio Oriente. 

Allí cada paso recuerda los restos de la peor de la historia, pero eso no parece ser suficiente para evitar el extremismo que también da señales de avance en otras partes del mundo.

Son las dos de la tarde y el sol pica fuerte en Berlín. Jörn, de 28 años, aplasta con sus regordetes dedos las gotas de sudor que le bailan en la frente. Tiene un traje azul muy grueso y un café demasiado caliente que toma de a sorbos cortos frente a un Starbucks en el que ya no cabe una mosca. Está en la Plaza de París, uno de los puntos más históricos y turísticos de la capital, que tiene a un lado el amplio bulevar Unter den Linden y al otro la Puerta de Brandenburgo. "Yo debo ser el único alemán que hay acá" —dice sonriente. "Los vendedores de la calle no son alemanes. Los que trabajan en los comercios no son alemanes. Los que hacen los tours explicando la historia de los alemanes tampoco son alemanes. Y los demás son todos turistas". Y aclara, porque en Alemania hay que aclarar: "A mí no me molesta que gente de otras culturas venga a vivir acá".

El país recibió solo en los últimos dos años a más de 1.200.000 inmigrantes, sobre todo de Medio Oriente. En total hay más de un millón y medio de extranjeros residiendo allí, lo que implica 19 cada 1.000 habitantes. Este tema fue central en la campaña para las elecciones que semanas atrás le dieron una cuarta victoria, aunque con sabor amargo, a la conservadora Angela Merkel, que sacó menos votos de lo que marcaban las encuestas y que todavía negocia con los liberales y los verdes (ecologistas) la formación de un gobierno de coalición.

Amargo, también, porque la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) logró posicionarse como tercera fuerza, por detrás de los socialdemócratas, con un 13%. En su campaña repartían volantes en los que mostraban a un grupo de musulmanes rezando y que decían: "El islam no pertenece a Alemania".

También había volantes que incluían a una familia formada por un hombre, una mujer, un niño y una niña, con la inscripción "¿Tradicional? Nos gustas". El partido se defiende de quienes los tachan de neonazis diciendo que una de las líderes de su partido es Alice Weidel, que es homosexual y feminista. Pero también es cierto que entre sus filas hay personas como Jörn Sobolewski, conocido por quemar una bandera de la colectividad gay. También entregaban trípticos en los que se expresaban a favor de que el país se marchara de la Unión Europea, y condenaban el pago de rescates económicos como el que viene sacando del pozo a Grecia.

La AfD entonces se hará de unos 90 escaños en el Parlamento y marcará así el regreso al gobierno alemán de una fuerza de derecha extrema tras la caída —en 1945, después de una guerra que dejó más de 50 millones de muertos— de Adolf Hitler.

La extrema derecha avanza a paso firme en el mundo, sobre todo en Europa. Ya tiene representantes en los parlamentos de Austria, Bélgica, Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Holanda, Noruega, Reino Unido y Suiza. También están en Rusia y Ucrania, entre otros países. Pero el salto más largo que han dado hasta ahora es, seguramente, el de la AfD en Alemania.

Sacaron más votos de lo que se pensaba, y si la coalición de estos últimos períodos entre Merkel y los socialdemócratas no se hubiera roto, el partido que muchos ven como el que trae de regreso a los nazis se habría posicionado como la principal fuerza opositora del país.

"La ruptura de la alianza del SPD (el partido socialdemócrata) con el oficialismo tiene que ver con dos aspectos: que no podemos crecer a la sombra de Merkel y que no se puede dejar a la AfD como líder de la oposición", dice Julia, una joven rubia, de ojos bien claros, con una novia tan rubia y con ojos tan claros como ella, militante del SPD. Julia conversó con El País durante el cierre de campaña de su candidato, Martin Schulz, que se celebró en la Plaza de los Gendarmes. Esta es la misma que la ultraderecha la usa para hacer sus manifestaciones y es donde está ubicado el Konzerthaus, un gran teatro antes llamado National Playhouse, en el que se celebró el cumpleaños de Hitler el 20 de abril de 1933, a casi cuatro meses de haber sido nombrado canciller. Cumplía 43 años. Schulz invitó en medio de su discurso a una sobreviviente del Holocausto y llamó a "no volver al pasado". Mientras se realizaba la votación, rompió la veda y llamó a sufragar "por cualquiera menos por la AfD".

Puertas cerradas.

La historia de Alemania —y antes la de Prusia— es la de las peores guerras. Y esta es también la historia de la Puerta de Brandenburgo, frente a la que Jörn se seca las gotas de sudor. La inauguraron a finales del siglo XVIII, durante el reinado de Federico Guillermo II. Sobre ella descansaba una cuadriga ornamental, con un carruaje y cuatro caballos, que fue robada por Napoleón en 1806 tras la Batalla de Jena, y recuperada por las tropas prusianas en 1814 tras otra batalla. Cuando en 1933 Hitler fue nombrado canciller, miles de milicianos de la SA y la SS pasaron por debajo de la puerta con antorchas gigantes. Al terminar la guerra, los bombardeos rusos la dejaron fuertemente dañada. Y cuando en agosto de 1961 se construyó el Muro de Berlín, la puerta quedó del lado comunista, pero en una zona intransitable, entre torres de vigilancia y militares con pesadas ametralladoras.

"Es la paradoja de una puerta por la que no se podía pasar", dice Miguel, un peludo y barbudo profesor de historia catalán que se mudó hace ocho años a Berlín para trabajar como guionista de televisión. Ese empleo le duró un par de años y desde entonces trabaja haciendo tours a pie para los turistas de habla hispana. Él también es inmigrante y tiene miedo de que una alianza de Merkel con los liberales, o un avance mayor en el futuro de la AfD en el Parlamento, lleven a que Alemania se vaya de la Unión Europea, lo que podría implicar que él ya no pueda trabajar en el país. "Si hay algo que no quiero es volver a Cataluña, y menos ahora", dice, en referencia al conflicto por la independencia de la comunidad autónoma. "El pasado está volviendo en Europa", sentencia serio.

Hoy, desde la Puerta de Brandeburgo salen todos los paseos turísticos. Una disposición gubernamental impide que haya alrededor de la Plaza de París edificios tan altos que puedan robarle protagonismo al monumento. A unos pasos de ella se puede ver la línea por donde pasaba el muro, marcado por bloques de piedra en el suelo. Ahora se puede transitar sin problemas. No hay pared ni guardias armados, pero las divisiones persisten.

Con muro o sin muro es muy poco el tiempo que pasó como para que la reconciliación haya calado hasta el fondo. Los resultados de las elecciones dan cuenta de eso. Merkel, por ejemplo, aunque representante de un partido conservador, conquista una mayor simpatía de los votantes del Este de Alemania, donde estaba la soviética República Democrática Alemana (RDA) y donde ella creció. Mientras que allí obtuvo el 33,9% de los votos, del otro lado, en la parte que se repartió Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, logró el 28,2%. Schulz, el socialdemócrata, en tanto, alcanzó el 22,1% en el lado Este y el 14,3% en el Oeste.

La diferencia más notoria fue la que se dio con la AfD, que mientras del lado Este obtuvo solo el 11,1%, en el Oeste se posicionó con un 25,5%, casi 10 puntos más de lo que le daban los pronósticos, y lo que le permitió consolidarse como la tercera fuerza. Todo esto según datos proporcionados a El País por el director de Análisis Electoral de la Universidad de Potsdam, Wolfgang Gibowski.

El avance de la AfD parece mentira en un lugar donde todo es un museo viviente que no hace más que recordar lo peor de su historia. Los gobiernos alemanes, cuando estaba dividida y después también, no hicieron más que fomentar el ejercicio de la memoria, desde los juicios de Núremberg en los que se puso en el banquillo a los nazis, hasta el Monumento de los judíos de Europa asesinados (o Memorial del Holocausto), que ocupa 19.000 m2, a siete minutos a pie de la Puerta de Brandenburgo.

Esta semana, el monumento uruguayo al genocidio de los judíos en la Segunda Guerra Mundial fue dos veces vandalizado —jueves y sábado— con pintadas que negaban el Holocausto. El monumento de Berlín, en tanto, no tiene ni una raya. No es casualidad, ya que está protegido con Protectosil, un líquido que evita las pintadas. "Pintan y al rato se borra solo", dice Miguel. Durante su inauguración, hace poco más de 10 años, se desató una gran polémica en Alemania porque la empresa proveedora de ese líquido era Degussa, firma implicada en la producción de Zyklon B, el gas que se utilizaba en los campos de exterminio.

Jörn asegura que todo extranjero que se detiene a hablar unos minutos con él le pregunta algo sobre la Segunda Guerra, que terminó 44 años antes de que él naciera. Lo cuestionan por los campos de concentración y por el Zyklon B, le increpan sobre cómo pudieron llegar a eso, y no falta el que "se hace el chistoso" con un saludo fascista. Dice que está "algo cansado" de todo esto.

El saludo nazi en una protesta realizada la semana pasada en Barcelona. Foto: Reuters
El saludo nazi en una protesta realizada la semana pasada en Barcelona. Foto: Reuters

Grabado en la memoria.

En muchos de los semáforos berlineses del lado oriental la señal para cruzar no es un círculo verde, sino que lo que se ve es la silueta verde de un hombre con sombrero que está caminado. La prohibición para cruzar, en tanto, es otro hombrecillo, esta vez rojo, que extiende los brazos formando una T. Del lado occidental los semáforos son iguales que en los otros lugares del mundo. En un momento el gobierno de Berlín pensó en unificar los semáforos, pero los vecinos de la ex RDA juntaron cientos de firmas para impedirlo. Las siluetas que se usan para las luces rojas y verdes del viejo lado ruso hoy están en llaveros, lapiceras, encendedores, libretas, cajas de chicles y hasta sobrecitos de té para turistas.

Es que cada paso en Berlín es un tropiezo con la historia. Y esto no es solo una metáfora. Por toda la ciudad uno se puede cruzar con las llamadas "stolpersteine", unas piedras algo levantadas del piso, que hacen que uno se tranque al caminar. Estas están frente a las casas de familias que fueron arrestadas y muchas asesinadas por el régimen nazi. A media cuadra de Checkpoint Charlie, uno de los pasajes fronterizos del Muro de Berlín, escenario de trágicas muertes de quienes querían huir de la RDA y donde se vivió uno de los episodios más tensos de la Guerra Fría, con tanques frente a frente de un lado y del otro de la línea fronteriza en octubre de 1961, uno se tropieza con el recuerdo de la familia Kroner: Arthur, Meta y Charlotte. Los tres murieron en campos de exterminio nazi.

A pocas cuadras de allí está Bebelplatz, la plaza en la que en mayo de 1933 las Juventudes Hitlerianas quemaron unos 20.000 libros, entre ellos obras de Karl Marx. Esto no fue casualidad: al final de la plaza, de la vereda de enfrente, se puede ver la Universidad Humboldt, que tiene entre sus exalumnos a Marx. También estudiaron allí Albert Einstein, Arthur Schopenhauer y Heinrich Heine. Durante las elecciones la AfD organizó una protesta allí, que fue desarticulada por una contraprotesta de la izquierda Die Linke, que durante toda la campaña hizo manifestaciones en los mismos lugares a los que iba la ultraderecha.

Lo curioso es que las encuestas marcan que el avance en la cantidad de votos que logró la ultraderecha en las últimas semanas fue a costa de la izquierda, que no hacía más que perder adherentes. Andrea Despot, directora de la Academia Europea de Berlín, explicó a El País que los votantes de la AfD son aquellos que perciben menos ingresos y que tienen niveles educativos bajos. Y agregó que solo el 15% de sus adherentes son mujeres.

En medio de la Bebelplatz hay una gran baldosa de vidrio transparente, y desde allí se puede ver una blanca biblioteca vacía. Junto a esta hay una placa con una frase de Heine: "Donde se empiezan quemando libros se terminan quemando personas". ¿Qué pasará donde se empiezan quemando banderas?

El búnker de Hitler, un sitio casi escondido.

El Führerbunker fue el refugio de Adolf Hitler al final la guerra. Allí fue que el 30 de abril de 1945 se casó con su examante, Eva Brown, y donde juntos se suicidaron. Hitler dio la orden a su médico personal de que luego quemaran los cuerpos, para evitar ser exhibidos como trofeos de guerra en Moscú. Los soviéticos descubrieron el lugar el 2 de mayo. Del búnker hoy no queda nada.

Todo se destruyó para evitar que nazis se juntaran allí a rendirle homenaje a su líder. Hasta la Copa Mundial de fútbol que se celebró en 2006 en Alemania no había nada que identificara el lugar exacto del búnker. Ese año, el gobierno de la ciudad decidió que se colocara un cartel donde se muestra un plano del búnker y se identifica la habitación en la que Hitler se suicidó. El sitio es hoy un espacio vacío, recubierto con un desparejo pasto, que se usa como parking. El lugar dista mucho de lo que se ve en las fotos que se hicieron públicas al terminar la guerra, en las que un viejo primer ministro británico, Winston Churchill, sonríe sentado en una silla rota sobre las ruinas de este.

"Si uno no sabe dónde es el lugar, pasa desapercibido. La idea es que no vengan neonazis a rendirle tributo a Hitler, por eso es un sitio tan discreto", explica Miguel, un guía turístico español, que incluso tiene el cuidado de pasar rápido por el lugar para no molestar a los vecinos. Con la partición de Berlín el sitio quedó del lado soviético y por eso es que está rodeado de viejos edificios que fueron construidos por la República Democrática Alemana (RDA), grandes armatostes grises con ventanas diminutas.

Cada vez más casos de neonazis en Uruguay.

En enero del año pasado denunciaron a un local de una galería del barrio Centro de Montevideo ante la Institución Nacional de Derechos Humanos, por vender material con propaganda nazi y exhibir prendas similares a las usadas por los prisioneros judíos en los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial. También vendían discos con discursos de Hitler y ejemplares de Mi Lucha, el libro escrito por el dictador en prisión antes de convertirse en canciller, y sobre el que recién se permitió una reedición —comentada por historiadores— el año pasado en Alemania.

En mayo de 2016 un joven fue detenido en Salto luego de publicar en las redes amenazas contra judíos y tras identificarse como miembro de un grupo neonazi. Fue procesado por "incitación al odio". Este se mostraba en Facebook con un brazalete con la esvástica.

En mayo de este año las redes se llenaron de comentarios antisemitas luego de un partido entre Aguada y Hebraica Macabi. Hubo intervenciones como: "Aunque suene redundante Aguada se pegó un jabón bárbaro" o "Vamos Aguada, háganlos jabón", en referencia a los macabros experimentos nazis. Incluso hubo un comentario escrito por un preparador físico del Club Atlético Marne que decía: "Qué lindo Aguada haciendo jabón con los de Hebraica".

En la noche del 28 de agosto de este año en el bar Girasoles, del Centro de Montevideo, ocho hombres empezaron a realizar arengas nazis ante un grupo de parejas con niños. El dueño del bar y los mozos intentaron echarlos, pero estos empezaron a tirar sillas y mesas, y a romper botellas. En cuanto se fueron, se radicó una denuncia que terminó con estas ocho personas detenidas. La jueza Ana Ruibal solicitó allanamientos a las viviendas de cuatro de los detenidos, y allí se encontraron banderas, escudos, remeras, pegotines y folletería nazi. También encontraron retratos de Hitler. Uno de los hombres fue procesado con prisión; el resto recuperó la libertad.

Esta semana hicieron pintadas en el Memorial del Holocausto en Uruguay, negando el genocidio. Se dice entre otras cosas que "solo murieron 300.000 judíos de tifus", cuando en realidad, según los historiadores fueron seis millones los asesinados.

AVANCE MUNDIAL DE LA EXTREMA DERECHA.

Frente Nacional francés.

Quizá sea uno de los partidos de extrema derecha más conocidos. Fue fundado en 1972 por Jean-Marie Le Pen, y hoy es liderado por su hija Marine Le Pen. En las elecciones de este año obtuvo el 21,3% de los votos.

Partido de la Libertad de Austria.

La extrema derecha austríaca confía en que reforzará su presencia en el Parlamento tras las elecciones de hoy. En los últimos comicios logró el 17,5%. Las encuestas dan que podría posicionarse como segunda fuerza.

Movimiento por una Hungría Mejor.

Nació en 2003 y en las últimas elecciones, las de 2014, logró el 20,3% de los votos. Desde el Legislativo, el partido ha ido en contra de las inversiones extranjeras en el país, sobre todo de las que provienen de Israel.

Partido de la Libertad, Países Bajos.

Se creó en 2003, y en las últimas elecciones, las que se celebraron este año, logró el 13,1% de los votos. Se opone a recibir inmigrantes e incluso propone que se prohíba el Corán y el burka, y cerrar las escuelas islámicas.

Partido del Progreso en Noruega.

Se fundó en 1973 y logró incluso posicionarse como segunda fuerza, pero en las elecciones de 2013 salieron terceros, con 15,5%. Se oponen a la utilización del burka dentro de instituciones educativas.

Partido de la Independencia del Reino Unido.

Defendió la salida del Reino Unido de la Unión Europea. En las últimas elecciones, las de 2015, logró el 12,6% de los votos. El partido vive una crisis política y ya cambió cuatro veces de líder en el último año.

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