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Delincuencia amenaza la obra social "Don Pedro"

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Foto: Fernando Ponzetto
FERNANDO PONZETTO

Fundación denuncia impericia policial ante inseguridad en Cruz de Carrasco.

A oídos de quienes están a cargo de la Fundación Don Pedro, cuyas instalaciones están en un gran galpón ubicado en la calle Oncativo, a dos cuadras de Camino Carrasco, llegó una advertencia por parte de dos vecinos: tres jóvenes, todos menores de edad, estaban merodeando por la zona intentando saber a qué hora salían los docentes. Eso ocurrió en el mediodía del jueves de la semana pasada.

Al día siguiente, pasadas las 5 de la tarde, por un mensaje de WhatsApp que envió un joven amigo de la entidad social, les llega otro aviso: tengan cuidado porque los están esperando.

A ese autor de la advertencia solidaria lo habría interceptado poco antes un adolescente de 14 años, quien iba acompañado de otros dos menores de edad, armado e insistiendo en preguntar sobre los horarios de los "profes". Su objetivo manifiesto sería el de robar un auto. En el barrio se dice que hasta hace poco estuvo recluido en el INAU. Al ver que, en efecto, los muchachos estaban husmeando frente a la entrada del galpón, desde la fundación se solicitó la presencia policial. Hubo respuesta, pero sin avanzar hasta el propio local de la ONG sino apostándose a una cuadra.

Ante ese despliegue los tres jóvenes desaparecieron y los encargados de "Don Pedro" subieron a sus autos para también retirarse. Dos horas después los tres jóvenes quisieron robar un almacén cercano y el que iba armado hizo dos disparos contra el comercio.

"El viernes pasado perfectamente podríamos haber terminado nuevamente con un herido por dos tiros y sin el auto, que por supuesto es lo de menos", dijo ayer a El País Leandro Deambrosi, hijo de Rodolfo, el creador y director de la fundación que resultase herido de dos balazos en una pierna en agosto de 2014, en el propio ingreso al galpón de Oncativo.

En aquella ocasión la víctima estaba esperando a su esposa Margarita Yrigoyen cuando dos menores llegaron corriendo. El hombre pensó que eran chiquilines de los que asisten a las instalaciones de la organización dedicada desde 2002 al apoyo de niños y jóvenes carenciados, quienes allí van a hacer deportes, tomar clases de destrezas circenses, aprender computación, tomar cursos de artes plásticas, recibir apoyo escolar o atenderse en un consultorio odontológico.

Los menores, en cambio, lo rodearon, le robaron un maletín con una notebook y lo hirieron. Internado en una mutualista, había declarado a El País: "Nosotros precisamos que haya presencia policial y no solo para reprimir, sino para marcar presencia en el barrio".

Su hijo Leandro declara ahora que no pudieron identificar a los menores que recientemente hicieron sentir amenazados a quienes trabajan en la fundación. "Nosotros actuamos en un barrio peligroso, apoyando a un montón de chiquilines y escuelas, estamos dándoles amor y educación desde los tres años de edad, para evitar que tengan un futuro negativo. Si levantamos el teléfono para llamar a la policía nos tiene que venir un móvil. Esta semana fuimos a la comisaría para que nos apoyen. Todo ha generado un revuelo, la gente está asustada, un profesor que se iba seis y media, se va a las cinco y media. Hay otra gente que empezó a faltar".

Según Leandro Deambrosi, como no es la primera vez que sufren episodios de violencia diversos, tienen que estar en alerta, porque atienden a 200 niños y jóvenes cada día.

En riesgo.

"Estamos en el límite. ¿Cómo puede ser que un chiquilín de 14 o 15 años pueda arruinar una institución, sea la fundación Don Pedro que brinda un servicio social o una escuela pública?", se pregunta Leandro Deambrosi.

"La fundación arrancó en este galpón que estaba bastante destruido, y se hizo con juego, con deportes, después se fueron expandiendo las actividades y los servicios sociales. No puede ser que estemos regalados. Las escuelas tienen que gastar un montón de recursos en poner rejas y más rejas. Nosotros nunca quisimos contratar, por ejemplo, un 222. Si tuviéramos que cuidarnos del barrio que apoyamos, entonces nos tendríamos que ir. Las puertas están abiertas todo el día", sostiene Leandro Deambrosi, preocupado por subrayar una filosofía de trabajo.

Casi una veintena de profesores participan del emprendimiento, y más allá del dinero invertido hasta el presente por la fundación, sus creadores resaltan el tiempo dedicado y "millones de cosas positivas" que contrastan con situaciones violentas que, según ellos, hoy vuelven a poner a la fundación "en la cuerda floja".

En 2014 Rodolfo Deambrosi fue baleado en una pierna. Foto: archivo El País
En 2014 Rodolfo Deambrosi fue baleado en una pierna. Foto: archivo El País

Inseguridad.

En agosto de 2014, Rodolfo Deambrosi, creador de la fundación Don Pedro, fue baleado en una pierna al salir del galpón en donde se asiste a niños y adolescentes de zonas carenciadas, brindándoles actividades deportivas, artísticas y de apoyo en los estudios. Por un tiempo la ONG dejó de funcionar y se demandaba presencia policial en su zona de influencia. Amenazas de robo recientes afectan otra vez la normal actividad. Hay profesores que faltan y otros que se van más temprano. La policía llegó y ayer vigilaba, pero de lejos.

RECREACIÓN.

En ómnibus trasladan a los niños de otras zonas.

La Fundación Don Pedro funciona en la calle Oncativo, en el barrio Cruz de Carrasco, desde 2002. Recibe desde preescolares de 3 años hasta adolescentes de 18. Durante un tiempo se trabajó contra horario escolar, es decir que hasta el gimnasio y otros espacios del gran galpón llegaban por las tardes los alumnos que estudiaban en la mañana, y viceversa.

En la actualidad, al aumentar el número de escuelas de tiempo completo, comenzaron a ir a ellas para buscar a los alumnos aun en horas de clases, como un complemento educativo. Los centros de enseñanza que incrementaron la jornada pero no poseen instalaciones para tareas fuera de las aulas o para asignaturas no tradicionales, se sirven del apoyo de la fundación.

En un ómnibus que fue donado por Cutcsa, trasladan, por ejemplo, a la población de escuelas de Flor de Maroñas. Durante varios años "Don Pedro" también había realizado aportes directos a locales de Primaria, con profesores de informática, danza, música o plástica. O también obteniendo donaciones para realizar reparaciones en las escuelas. Eso dejó de hacerse por varias razones, entre otras debido a la necesidad de concentrar recursos en la propia sede.

Desde 2002 funciona la obra en un gran galpón.

El local de "Don Pedro" había sido comprado en un remate en la década de 1990. Rodolfo Deambrosi lo alquiló a una fábrica que en 2002 terminó fundida. Entonces surgió la idea de instalar allí la fundación.

Tanto Rodolfo como su esposa Margarita Yrigoyen habían antes participado en tareas de apoyo social, en un proyecto que se llevaba a cabo en el Cerro, en el Hogar San Gabriel. Eso fue por la década de 1980. También trabajaron en la Escuela Roosevelt, que atiende a alumnos desde los 24 meses a 18 años, con discapacidad motriz. Pero la familia tenía desde antes el sueño de la fundación propia.

El nombre de ésta nació precisamente de un homenaje al padre de Margarita Yrigoyen. Todos los juegos e implementos que son utilizados en el gimnasio fueron fabricados por funcionarios de la fundación, instalada en un barrio que antes de la crisis de 2002 tenía un perfil industrial, con famosas ladrilleras que dieron paso a varios asentamientos de viviendas precarias.

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