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Dos caras

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El escándalo de Petrobras ha sacudido no solamente a Brasil, que ha visto hasta qué punto el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente, sino a todos quienes alguna vez ingenuamente pensaron que con el advenimiento de la izquierda al gobierno de varios países de América Latina se iniciaría, finalmente, el combate a la corrupción que desde la oposición esa misma izquierda tanto denunciaba y aborrecía.

No ha sido así. En la Argentina K, en nombre del progresismo, el nacionalismo y el combate contra las grandes transnacionales, se ha logrado el milagro de dejar al gobierno menemista a la altura de un felpudo en lo que a corrupción refiere. Sólo una Justicia cooptada en algunos casos y temerosa en otros ha impedido que varios altos funcionarios ya estén tras las rejas. Pero muchos aseguran que, con el fin del ciclo kirchnerista, esto es apenas cuestión de tiempo.

Lo de Venezuela ya rompe los ojos. Como en Cuba, se ha entronizado en el poder una clase dirigente que vive muy bien, mientras los ciudadanos tienen que hacer largas filas durante toda la noche para comprar papel higiénico, pan o leche. Llegan al poder hablando de la revolución y de los derechos del pueblo, y luego instauran regímenes donde la gente vive en la pobreza mientras ellos se dan la gran vida.

¿Y la izquierda uruguaya? Algunos miran para otro lado, mientras evitan cualquier tipo de pronunciamiento que pueda condenar a gobiernos "compañeros". ¿Actuarían igual si en Brasil gobernara la derecha? ¿Se quedarían callados si en Venezuela quien reprimiera a los que protestan fuera la derecha? Claro que no. Ellos son los primeros en saberlo. Pero la realidad es que muchos sienten que criticar a Cuba es como cuestionar a la madre. Y no son pocos los que deben a Venezuela y a los petrodólares de Chávez más de un favor que, con un prudente silencio, se puede pagar.

Otros van más allá. Hay quienes viajan a Cuba, estrechan la mano del dictador Raúl Castro, siguen hablando de Fidel como si se tratara del mismísimo Artigas, y se niegan a reconocer que en la isla no hay democracia.

Otros se sientan con Cuba, Venezuela y Argentina en los foros internacionales, y votan con ellos, y para ellos. Si Cuba es una dictadura es algo accesorio. Ellos se abrazan con los Castro y posan para la foto. Si en Paraguay el Parlamento destituye al presidente tras un juicio político, gritan que hubo un golpe de Estado y que no hay democracia, y excluyen a ese país de todo foro internacional. No tienen dos caras. Tienen una sola. Juegan con quien les conviene.

Lo del affaire Petrobras en Brasil es escandaloso. No sólo se han desviado decenas de miles de millones de dólares (sí, leyó bien), sino que hay 40 funcionarios ya detenidos y más de 150 investigados. Al lado del caso por el que echaron a Collor de Mello, esto es como jugar a la conga. Pero los mismos que condenaban, con razón, los desaguisados de Collor, hoy callan porque se trata de Lula, de Dilma y de sus amigos.

¿Dos caras? No. Una sola. Pero cubierta por la camiseta.

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LA COLUMNA DE PEPE PREGUNTÓN

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