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Una búsqueda que no tiene fin

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Francisco Terra: "No tengo fundamento para afirmar que está vivo". Foto. A. Colmegna

Francisco Terra tiene la mirada triste y perdida. Su hijo Enzo es uno de los casos de personas ausentes más representativos de nuestro país. Ayer se cumplieron 15 años de que el joven, entonces de 18 años, desapareció de su hogar sin dejar el más mínimo rastro.

Terra sueña con su hijo y lo hace en forma dispar y recurrente. En uno de esos sueños, la portada de un diario en un kiosco en la esquina de su trabajo, informa la "noticia trágica" del día: la muerte de Enzo.

El otro sueño tiene como escenografía un lugar que, en la época que desapareció, era un terreno baldío en el Centro de Montevideo. Francisco ve a Enzo vestido de murguista.

"Estoy haciendo lo que me gusta, papá", le dice.

Según su padre, Enzo "es un excelente músico" que "empezó aprendiendo a tocar la guitarra y terminó tocando cualquier instrumento de oído", dice.

Francisco habla de su hijo en presente. "Enzo es un tipo muy solidario. Es alto, mide 1,90", lo describe, como si el joven estuviera a su lado.

También ha dejado entrever que su hijo está vivo. "No tengo fundamentos para decir que lo está, pero es una postura que tomé. Es como un deseo", confiesa su padre.

Una guitarra con solo tres cuerdas, dos de ellas oxidadas, es uno de los recuerdos que Francisco guarda de Enzo, en la sala de estar de la misma casa en la que vivían cuando su hijo desapareció.

En estos 15 años, hubo "muchas señales, mucha gente que te decía que había visto a alguien parecido en tal lado", sostiene Francisco.

"Al principio nos llamaban mucho y todos los datos que nos daban, por lo general, nos dificultaban la tarea. Pero pudimos responder a todos esos datos porque corroboramos en cada uno de los casos la identidad de la persona que habían encontrado", afirmó.

Para Terra, un reencuentro con su hijo "sería fabuloso"; sin embargo resalta que se quedaría tranquilo "sabiendo que está bien, sabiendo que es feliz y que si está precisando ayuda en algún momento, no dude en llamarnos o contactarnos".

Amigos.

Una de las cosas que más recuerda Francisco acerca de la noche de la desaparición de su hijo es "el ejército de bicicletas que había a la una y media de la madrugada de ese día".

"Se fue corriendo la bola, con una sola llamada a uno de sus amigos. Uno llamó al otro, ese a otro más y así empezamos una búsqueda que hasta el día de hoy no terminó", afirma.

"Si bien nosotros somos una familia grande, el tiene muchos amigos y todos ayudaron y lo siguen haciendo para encontrarlo", dice Francisco.

No obstante, con el correr de los años, los amigos de Enzo comenzaron a rearmar sus vidas. "Y nosotros no queremos estar encima de ellos, porque todos están encaminados en la vida, pero igualmente una vez al año nos juntamos nos ponemos al día y terminamos contando anécdotas de Enzo", agrega.

El joven ausente tiene varios amigos en común con su hermano, apenas un año mayor. "Generalmente se movían en los mismos ambientes", recuerda Terra.

Varios de sus amigos también se dedicaban a la música, o pretendían hacerlo.

Muchos de ellos siguieron ese camino. "Tiene varios amigos que estuvieron en Murga Joven y hasta alguno que salió en Carnaval", cuenta.

Hermanos.

Cuando Enzo desapareció, el sábado 25 de marzo del 2000, tenía dos hermanos, uno un año mayor y otro de apenas un año y medio de edad.

Dos años después de su desaparición, llegó el cuarto de los hijos del matrimonio Terra. "Para el más chico, el hermano es como un ente extraño. Es una situación difícil de asumir, porque él no había nacido cuando Enzo desapareció", explicó Francisco.

"Cuando se cumplieron diez años, hicimos una movida importante en los medios. Salíamos en la tele hablando de la desaparición de Enzo y los compañeros de clase le preguntaban al más chico: ¿Cómo se te pudo haber perdido un hermano?", recuerda.

El tercero de sus hijos, si bien convivió con Enzo un año y medio, no se acuerda bien de él. "Aunque a veces dice que le parece tener un leve recuerdo", asevera.

Hipótesis.

El 14 de diciembre de 1999, Enzo Terra sufrió lo que los médicos diagnosticaron como un surmenage. Durante el episodio, el joven perdió la noción del lugar en el que estaba, mientras participaba de una clase de animación con sus compañeros en un centro cultural de la Intendencia.

"Le dijeron que tenía que empezar a alimentarse mejor y a bajar las revoluciones porque estaba haciendo muchas cosas", recuerda Francisco.

En esa época, Enzo tomaba las clases de animación, preparaba exámenes libres en el liceo para retomar los estudios de quinto año biológico y realizaba una pretemporada de remo en el Montevideo Rowing Club. "Era mucho y se ve que explotó", dice su padre.

Por eso mismo "los médicos le recomendaron que no hiciera tareas pautadas, o sea con horario, por lo que ese año (2000) no pudo empezar el liceo", cuenta Francisco.

"Una de las hipótesis que manejamos es que esa noche salió con rumbo a la casa de su mejor amigo que vive a pocas cuadras de acá y sufrió un episodio de ese tipo", afirmó.

"Hay varios casos de esta índole en los que, años más tardes, las personas aparecen pero luego de haber construido otra identidad, pero en la mayoría de los casos, nunca se vuelve a saber de ellos", dijo Terra.

Pero más allá de hipótesis o suposiciones, lo más angustiante para la familia Terra, "es no saber más nada de Enzo".

En cuanto a las vinculaciones con la Policía, afirma que no hubo mayores problemas en el trato, pero reconoce que, en su momento "reaccionaron tarde" porque comenzaron a investigar el caso 48 horas después de su desaparición.

"La enorme mayoría de los casos que terminan de forma trágica se resuelven en cuatro horas", dice Francisco.

Terra formó parte de una comisión de Derecho Humanos que presentó un proyecto de ley para tratar el tema de las personas ausentes, pero "en mayo del 2006 lo archivaron".

Momentos.

Toda la familia Terra es hincha de Wanderers. La noche que Enzo desapareció, habló con su abuelo y le confirmó que al día siguiente irían al Parque Viera a ver a "los bohemios" que en esa temporada jugaban en la B.

"Después que se fue Enzo nos costó volver al fútbol. Ese mismo año mi hijo mayor fue al estadio el día que salimos campeones de la B", recuerda.

"Cuando el año pasado salimos campeones del Clausura, fuimos todos y yo pensaba: ¡Pero pucha, yo tendría que estar con Enzo!", recuerda con la voz entrecortada por la emoción.

"Muchas veces viene mi hijo mayor con mis nietos y está toda la familia. Entonces me parece ver la imagen como de una película. Intentamos seguir nuestra vida de forma feliz, pero no ha sido lo mismo sin Enzo", concluye.

Otros casos paradigmáticos.

Hay casos tan recordados como el de Enzo, porque en algún momento causaron una conmoción similar en los medios. El caso de Ignacio Pertusatti, un niño de 9 años que en septiembre de 2003 salió a comprar un helado a un almacén, a una cuadra de su casa, y no volvió nunca más. O el de Ana Paula Graña, una joven que desapareció el 22 de diciembre del 2000 y fue vista por última vez por una amiga, con la que había ido a bailar a la discoteca Puerto Luna de la zona portuaria de Punta del Este. El caso más reciente es el de Ignacio Susaeta, un joven que desapareció el pasado 23 de enero en su auto. El rodado apareció en la zona de la Costa de Oro, pero de él no se sabe nada.

RELIQUIAS HOGAREÑAS.

La guitarra de 3 cuerdas.

“Enzo es muy buen músico”, dice su padre. “De chico aprendió a tocar la guitarra y después nos dimos cuenta que tenía muy buen oído y tocaba cualquier instrumento”, agrega. Su guitarra sigue descansando apoyada en un mueble que fue hecho especialmente para él con su nombre. “Con sus amigos, en esa época escuchaban a Nirvana. Les gustaba mucho Kurt Cobain, pero además escuchaban Los Buitres, Manu Chao y habían llegado a escuchar los primero discos de Jorge Drexler”, recuerda Francisco Terra.

La ventana sin arreglar.

Si Enzo volviera hoy a su casa, se encontraría con muchos cambios. Sin embargo, la ventana del frente permanece tal cual como estaba cuando él se fue. “Quién te dice que un día pasa por acá ve la ventana y reconoce su casa”, dice Francisco. “Tuvimos grandes discusiones cuando pusimos en el frente una reja, porque queríamos dejar todo tal cual, pero nos entraban muchos perros en el terreno de casa por lo que tuvimos que cambiar el frente de la casa”, reconoce el padre de Enzo.

El kayac que llevó a pie.

Frente a la casa de los Terra, apoyado contra un viejo árbol, hay parte de un kayac que el propio Enzo trajo junto con un amigo, del Montevideo Rowing Club. “No servían. Los iban a tirar, entonces ellos pidieron para quedarse con este. Lo trajeron a pie, pensando que lo podían recuperar”, afirma Francisco. “La mitad del kayac no servía, hubo que tirarlo. Y nos quedó esto. Lo dejamos acá también porque si lo ve puede reconocer su casa, su lugar”, dice el padre de Enzo.

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