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Basta

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Como usted, yo también hace rato que perdí la cuenta de las veces que los delincuentes han destrozado en los últimos años las instalaciones carcelarias. El Estado, o sea todos, pagamos las reparaciones. Y ellos vuelven a romper, a incendiar, a inutilizar. Las motivaciones cambian, se matizan, pero los que terminamos pagando las acciones de estos antisociales somos los que, en lugar de robar, matar, violar o traficar, nos levantamos cada mañana a trabajar y producir, y pagamos impuestos que van a reparar lo que estos sujetos rompen impunemente.

Yo también creo que no hay derecho. Porque ellos rompen y nosotros pagamos. Porque amotinarse acá es gratis. Porque la sociedad corre a limpiar su basura y gasta millones de dólares para que ellos vuelvan a disponer de un techo que no vacilarán en volver a romper, y a dormir sobre un colchón que no dudarán en quemar. Mientras, en escuelas y liceos hay obras que no se hacen y clases que no se dictan. Y nadie corre para proteger los derechos de esos niños y jóvenes. Y nadie corta una ruta.

¿De quién es la culpa? ¿Del chancho o del que le rasca pacientemente el lomo desde hace demasiado tiempo? ¿Cómo entran las armas a las cárceles uruguayas? Todos coinciden en que es la Policía. Lo sabían todos, parece. ¿Y qué esperábamos para entender la gravedad de ese hecho? ¿Que esa corrupción le costara la vida precisamente a un policía, como acaba de ocurrir? ¿Va a ir alguien preso por eso? Si todos saben lo que pasa, ¿alguien no debió hacer algo antes que fuera tarde y que se perdiera una vida? ¿Quién o quiénes son? La sociedad necesita saber. Y necesita que paguen por lo que hicieron y que sean erradicados de un cuerpo que existe para dar seguridad, y no para sembrar muerte.

Ahora hay jerarcas que se asustan porque afirman que desde la cárcel se ordenan crímenes, y ajustes de cuentas. Y hasta se maneja el narcotráfico. ¿No sabían esos jerarcas que dentro de la cárcel hay más celulares per cápita que en un colegio de Carrasco? ¿No saben que eso permite, desde una celda, no solo manejar "el afuera", sino organizar una revuelta carcelaria conectando a varios módulos en cuestión de minutos? ¿Y qué esperan para solucionarlo? ¿Que la sociedad repare la cárcel y estos sujetos la rompan de nuevo? ¿Qué tiene que pasar? ¿Que por celular, desde una celda, se ordene algo que las autoridades juzguen más grave que lo ya sucede?

Ahora llaman al Ejército. Los mismos que se agraviaban cuando en 1997 se ordenó a militares custodiar el perímetro de las cárceles golpean ahora, de apuro, las puertas de los cuarteles para que soldados, que ganan tres veces menos que los policías, controlen un sistema dominado por la corrupción más obscena.

Los que no pueden controlar a 1.600 delincuentes dentro de una cárcel, ¿están capacitados para combatir miles y miles de delincuentes sueltos en todo un país? ¿Qué debe suceder para que alguien diga BASTA?

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