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Bajo un bar de Punta Carretas hay un "túnel del tiempo"

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Un trabajador observa el profundo túnel descubierto por azar bajo el piso del restaurante. Foto: El País.
Scelza, Bruno

Reforma de local en Punta Carretas permitió descubrir pasadizo secreto de los tupamaros.

Aquella esquina del barrio Punta Carretas, que por varias décadas albergó un simple almacén, en el cruce de las calles José María Montero y Guipúzcoa, ocultaba un secreto bajo el suelo.

El secreto acabó por salir a luz hace poco más de una semana, cuando los obreros que realizaban reformas en el local para abrir un flamante restaurante, descubrieron un viejo túnel y varios curiosos objetos y herramientas: vestigios de un olvidado "berretín" del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

La sorpresa de los dueños del local y de los obreros que encontraron bajo el piso de madera un inmenso habitáculo de más de dos metros de profundidad, por cuatro de ancho y aproximadamente cinco metros de largo, al fondo de lo que en su momento fue el almacén "La Marina", los dejó perplejos. No podían dar crédito de lo que estaba frente a sus ojos.

Había elementos viejísimos: botellas de color verde llenas de tierra y telarañas, cajones de madera, un pico, una pala, una hormigonera, un aparato de radio de transmisión con un micrófono, una batería parecida a la que usan los autos y fierros herrumbrados.

El inmenso pozo, que está conectado a un túnel de unos seis metros que va en dirección a la calle Guipúzcoa, no conduce a ningún lugar; está obstruido, como sin terminar.

"Enseguida le dije a un compañero que esto debió ser una tatucera de los tupas, está a una cuadra y media del antiguo penal de Punta Carretas", de la que se fugaron 111 guerrilleros en septiembre de 1971, comentó a El País uno de los 15 obreros que trabajó en el lugar.

Uno de los encargados de las reformas en el local, Juan Pablo Roca, que a su vez vivió su niñez en el barrio Punta Carretas, describió que "iba a comprar a ese almacén cuando era niño, y resulta que muchos años después, con el cariño que le tengo a ese lugar y todo lo que me recuerda, me encuentro con esto".

Roca informó que cuando levantó las maderas del falso piso, supo "enseguida que se trataba de algo vinculado a los tupamaros".

"Cuando bajé al pozo comencé a encontrar los objetos oxidados, encontré la radio, la hormigonera, un pico", recordó Roca. "También había un micrófono y una guirnalda de luces que se adentraba en otro hueco de baja altura".

El pozo, extrañamente, tenía una temperatura cálida, sin humedad.

El encargado de la obra indicó que en un extremo del túnel, cuando su cabeza quedó justo debajo del patio delantero de la casa, "había una especie de desmoronamiento, por lo que suponemos que el túnel fue clausurado en su momento".

Confirmación.

Integrantes del MLN-T confiaron a El País que "es muy probable que ese berretín sea el que se hizo cuando se planeó la primera fuga de la cárcel de Punta Carretas a fines de 1970", pero que después quedó trunca.

"Esa casa puede ser la misma en donde se frustró el primer escape de la cárcel. Yo fui uno de los encargados de la fuga del 71 desde adentro y sé que hubo un primer plan que no se pudo llevar a cabo para el escape porque los militares descubrieron el túnel que se estaba haciendo desde una casa muy cercana al Punta Carretas hasta una cloaca en la rambla", aseguró el exguerrillero Amodio Pérez a El País.

El extupamaro, que volvió a Uruguay tras 43 años de exilio en España para presentar su libro Palabra de Amodio, cumple actualmente prisión domiciliaria por "reiterados delitos de privación de libertad".

Explicó a El País que "se iba a unir la cloaca con una casa, y de la casa se iba a poder llegar hasta el hospital de la cárcel. Esa era la idea".

Pérez confirmó que los militares descubrieron el túnel por casualidad. "Un ascenso imprevisto de la marea hizo que las herramientas con las que se trabajaba para cavar el túnel quedaran a la vista, ahí se descubrió todo. Lo que nunca se pudo saber con exactitud es dónde estaba la casa que debía comunicar con la cloaca; ahora la descubrieron", explicó el extupamaro.

Otro exintegrante del MLN que prefirió no dar su nombre, coincidió con Pérez. "Pasaron muchos años, pero estoy casi seguro que es la misma casa desde donde se mandaban señales de que iba todo bien para la fuga. Desde el segundo piso de la cárcel se podía ver esa casa que está atrás del Punta Carretas", informó.

"Se iba a hacer un túnel hasta la cloaca, pero después, no recuerdo bien por qué, lo tiraron abajo; se habrán dado cuenta los milicos", dijo.

Un pozo con vestigios de la historia reciente.

Los carpinteros que trabajaban en el reciclaje del viejo almacén, con vistas a abrir un restaurante, levantaron el piso de pinotea que estaba en mal estado, pero no presentaba ninguna particularidad, y descubrieron un hueco negro en el interior. Al seguir levantando el suelo, se encontraron con una habitación subterránea de 4 x 5 metros, asentada en tierra. El recién inaugurado bar-restaurante, cuyo diseño fue proyectado por la empresa Misura Design, mantiene como curiosidad, a la vista del público, el pozo cubierto con un grueso cristal.

El hallazgo modificó el nombre del restaurante.

Los dueños del flamante restaurante en cuyo suelo se descubrió el túnel, habían pensado originalmente dejarle el nombre del antiguo almacén "La Marina", pero lo cambiaron después del hallazgo y se inauguró con el nombre de "El Berretín".

Si bien hace pocos días que el lugar abrió sus puertas al público, muchos se han sentido atrapados por la historia que esconde el fondo de la vieja despensa. No hubo publicidad, tampoco grandes anuncios en las redes sociales, apenas unas pocas fotos de la nueva fachada en la recordada esquina del barrio Punta Carretas.

Ahora, el piso que en su momento fue de madera y la tapa de una pequeña parte de la historia uruguaya, está cubierto por un grueso vidrio que permite observar claramente lo que hay debajo, en el enorme pozo de seis metros de longitud y dos de profundidad, que escondió historias, maniobras y, seguramente, muchas horas de planificación tupamara.

A dos cuadras del restaurante, todavía continúa viviendo Serrana Auliso, quien con cerca de 90 años de edad no ha olvidado la tarde del 5 de septiembre de 1971, cuando los tupamaros le coparon su casa para facilitar la fuga definitiva de los 111 presos de Punta Carretas. En el living, bajo la alfombra, hay nueve baldosas claramente distintas al resto, que señalan el lugar por donde los presos salieron a través de un túnel de 45 metros; un túnel que no se comunica con el de El Berretín.

Un trabajador observa el profundo túnel descubierto por azar bajo el piso del restaurante. Foto: El País.
Un trabajador observa el profundo túnel descubierto por azar bajo el piso del restaurante. Foto: El País.
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