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Hacia un nuevo renacimiento

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Illy. "El modelo norteamericano de capital de riesgo difícilmente funcione en Italia". (foto: WOBI)

Si quiere recuperar un lugar preponderante entre los países líderes en innovación, asegura Riccardo Illy, Italia debe volver a aprovechar la creatividad y la sensibilidad estética de su gente.

POR CASSIE MOGILNER - Profesora de Gestión Estratégica de Marcas en la Wharton Business School

El arte, el diseño y la estética han distinguido siempre a la cultura italiana, que desde la antigüedad ha liderado en creatividad a la civilización occidental. Actualmente, sin embargo, en tiempos de permanente avance tecnológico, Italia se encuentra de alguna manera detrás en la curva.

Riccardo Illy, director del Gruppo Illy, un gigante italiano de comida y bebida con presencia en 145 países, dedica buena parte de su energía a tratar de revertir esta tendencia. "En una economía cada vez más interconectada, con consumidores que aumentan sus demandas continuamente —sentencia Illy—, el que no innova, muere2.

¿Qué está haciendo el Grupo Illy en términos de innovación?

Respecto del producto, la innovación puede darse en lo tecnológico, pero también en lo estético. Por ejemplo, en Illycaffè, una de las empresas del grupo, usamos solo una especie de grano, Arábica, que es la mejor, y lo procesamos y envasamos con el fin de mejorar la calidad y el sabor del café que estamos vendiendo.

Utilizamos un sistema de embalaje especial: primero creamos vacío en el paquete, y luego sustituimos el aire retirado por un gas inerte, generalmente nitrógeno. Para poder hacerlo utilizamos envases especiales que nosotros mismos fabricamos, como nuestra gran lata de 3 kilos.

En chocolate usamos solo los mejores granos de cacao: el Criollo, una especie muy rara que cosechamos en Venezuela, y el Trinitario. Los dos juntos representan menos del 10% de la producción de cacao total del mundo. Luego lo elaboramos y refinamos de una manera especial. En lugar de utilizar la tradicional máquina de amasado, reducimos la temperatura y los tiempos de cocción para obtener el máximo sabor de estos granos. Así logramos una calidad superior mediante la innovación en el proceso. Esos son apenas dos ejemplos de lo que en Italia sucede con los muebles, el diseño, la moda y, por supuesto, la comida.

Un reciente estudio de la revista Forbes arribó a la conclusión de que en Italia le dan más importancia a mejorar lo existente que a lanzar nuevos productos. ¿Considera usted acertada esta afirmación?

Sí, es correcta. Y en mi opinión, mejorar la calidad es una forma tan válida de innovar como inventar algo nuevo.

¿No cree que esta visión obstaculiza la obtención de fondos para la innovación?

En realidad, lo que sucede en Italia es que no se ha desarrollado una cultura de capitales orientados a emprendimientos, y la clave del problema es básicamente la actitud frente al riesgo.

Diez años atrás, cuando fui alcalde de Trieste, traté de impulsar un fondo para invertir en proyectos de innovación. La idea era apostar en 10 compañías, nueve de las cuales perderían dinero, pero la restante ganaría lo suficiente como para cubrir a las demás. Ese modelo resulta muy extravagante en Italia. La gente no lo acepta, y no estoy hablando solo de la administración pública, sino también del sector privado. Se trata de un concepto muy difícil de desarrollar en este país, y la razón reside en que aquí consideramos el fracaso como algo extremadamente negativo. El concepto norteamericano de capital de riesgo, basado en la idea de fallar varias apuestas para acertar una, difícilmente funcione aquí. Pero la inversión directa en pequeñas compañías con buen potencial de crecimiento es un modelo que sí veo factible. La clave tal vez resida en encontrar una manera diferente de conectar a los inversores con las empresas. Probablemente haya que apuntar a una conexión directa, y no hacerlo a través de un fondo de capital de riesgo.

Mencionó a la estética como un activo de la cultura italiana. ¿Cree que esta cultura está incubando el talento necesario para dar el salto hacia un nuevo estado del mercado?

En Italia llevamos la estética en los genes. Los antiguos romanos estaban comprometidos con ella.

Pero debemos hacer aún más de lo que estamos haciendo para transmitir esas habilidades de una generación a otra. Está bien exhibir obras de arte para el turismo, pero debemos asegurarnos de que también las vean los italianos, comenzando por los estudiantes, con el fin de garantizar que la próxima generación guarde esa misma actitud hacia la estética.

Existe, a su vez, otra ventaja competitiva de la población italiana: la creatividad. Puede verse en el sector automotriz, en la industria química, en algunas actividades tecnológicas y también en la investigación científica. Normalmente, emprendedores italianos con mucho menos capital que en otros países son capaces de lograr resultados más impactantes. Solo a modo de ejemplo, en Italia hay empresas realmente líderes en automatización y robótica. Y no se debe a espectaculares inversiones en nueva tecnología e investigación, sino puramente a la creatividad. A menudo encuentro máquinas que no están patentadas; y cuando le pregunto al inventor por qué no la registró, me responde que para el momento en que alguna empresa extranjera la copie, él ya tendrá la próxima, o incluso la de dos generaciones posteriores.

¿Cuál es la tecnología a la que, en su opinión, debería apostar Italia como impulsora de la próxima ola de innovación?

En la actualidad, el problema es que todo el mundo está invirtiendo en mejorar las tecnologías existentes, y nadie está invirtiendo en nuevas tecnologías. El transistor fue inventado antes de la Segunda Guerra Mundial, y hoy seguimos avanzando por ese camino, mientras que todavía no somos capaces de erradicar la gripe, que cada año se cobra muchas vidas y afecta al planeta entero, con un enorme costo social y económico. No somos capaces de curar el cáncer, ni el Alzheimer, ni otras enfermedades degenerativas. O pensemos en las baterías. Aún no se ha logrado almacenar la electricidad de una manera eficaz y eficiente. Hace 10 años anunciaron nuevas tecnologías de baterías, que al final nunca llegaron al mercado. El Estado debería hacerse cargo de acelerar el paso hacia una nueva era de la energía eléctrica, para dejar atrás la de los combustibles fósiles. Esto es fundamental, por razones tanto económicas como ambientales, y sin embargo no encuentro país alguno en el mundo donde el gobierno haya adoptado esta iniciativa. Tal vez la última tecnología revolucionaria en la que estuvo involucrado un gobierno haya sido Internet, un proyecto financiado por EE.UU., que en pocos años ha cambiado la forma en que vivimos.

¿De qué manera pueden planificarse políticas de estado en un país como Italia, que tiene prácticamente dos sistemas económicos distintos (con una gran brecha entre norte y sur)?

Se trata, sin duda, de uno de los mayores asuntos pendientes en Italia, pero no es exclusivo de este país. Una situación parecida se da también en EE.UU. Si uno mira el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de los diferentes estados, seguramente encontrará grandes distancias entre uno y otro. Lo mismo sucede en Alemania o en Francia. Aclarado esto, yo diría que el capital humano en el sur de Italia es tal vez incluso mejor que el del norte, porque allí son igual de capaces de utilizar el cerebro, pero nos superan en materia de sensibilidad, por lo que su creatividad suele ser aun mayor que la del norte. El problema es que las condiciones en rubros como la administración pública o la seguridad son tan malas en el sur, que invertir en un proyecto o iniciar una compañía en esa zona es muy arriesgado. Es comprensible que haya tan poca gente dispuesta a hacerlo. Y ése es un tema político. Muchos gobiernos prometieron luchar contra la mafia y la camorra para aumentar la capacidad del Estado de tomar el control en la parte sur del país, pero hasta ahora ninguno lo ha hecho. Soy optimista, sin embargo, porque veo la cantidad de reformas que está llevando a cabo nuestro actual primer ministro, Matteo Renzi, y pienso que tal vez podamos tener al menos una esperanza de no solo recuperar, sino también aprovechar el enorme potencial humano que existe en el sur de Italia.

La tercera ola

Marco Mari, director ejecutivo del Italia Innovation Program, es considerado uno de los principales líderes de la nueva generación de innovadores en la península. "Hace 40 años, este país era el lugar por excelencia del diseño industrial y de máquinas. En aquel tiempo estábamos surfeando hábilmente aquella ola. Pero luego del fracaso de Olivetti, que era la mayor compañía electrónica, Italia dejó pasar la segunda ola, que fue la del diseño interactivo en la arena digital. Mucho talento italiano, salido en gran parte de Olivetti, terminó emigrando hacia EE.UU. Pero tenemos la suerte de poder decir que también hay grandes diseñadores instalados aquí, como Massimo Banzi. Pienso que estamos ingresando en un tercer ciclo de diseño, íntimamente vinculado con el Internet de las Cosas", sostiene Mari. "Italia, con su afamada capacidad para el diseño de objetos, puede ser un jugador importante en este nuevo partido", añade.

Banzi es un nombre de peso entre sus compatriotas entrepreneurs, quienes lo ven como el creador del primer FabLab italiano, un espacio de producción de objetos físicos a escala local, que agrupa máquinas controladas por computadoras y mantiene un fuerte lazo con la comunidad de la que forma parte. Su emprendimiento, Officine Arduino, desarrolla una plataforma de hardware libre, basada en una placa diseñada para facilitar el uso de la electrónica en proyectos multidisciplinares.

En opinión de Mari, "Arduino revolucionó la industria de la Internet de las Cosas, y coincidentemente tiene su sede en Ivrea, la ciudad donde nació Olivetti. En Trieste, asimismo, hay una compañía llamada Telit, que está realizando fuertes inversiones en el área". (WOBI)

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Illy. "El modelo norteamericano de capital de riesgo difícilmente funcione en Italia". (foto: WOBI)

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