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Por qué las mujeres renuncian a su trabajo

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Dedicarse al cuidado de los hijos o de familiares enfermos es la principal barrera para que sean parte de la fuerza laboral; ganar menos que sus colegas hombres también influye en la decisión.

Las explicaciones de por qué tantos hombres —incluso en sus años de trabajo óptimos— han abandonado la fuerza laboral no se aplican a Krystin Stevenson.

A los 31 años y con dos hijos, no rechaza empleos que se consideran «trabajo de mujeres». Tampoco ha sido arrastrada por la adicción a las drogas, perseguida por la ley o marginada por problemas de discapacidad luego de años subiendo cargas pesadas en una fábrica.

En realidad, dejó su trabajo —donde ganaba US$ 40,000 al año como representante de servicio al cliente en una firma de bienes raíces— en el verano de 2015 cuando su frágil red de apoyo se derrumbó. Su madre, que trabajaba en un servicio de acompañantes a tiempo parcial, se encargaba de los niños. Pero después de sufrir un accidente cerebrovascular, pasó a ser quien necesitaba de cuidados, y Stevenson tuvo que intervenir para atender a su madre y a sus hijos pequeños.

«Terminé dejando mi trabajo. Trataba de trabajar y ayudar en casa a la vez, pero la empresa no era flexible», comentó Stevenson.

Su caso es parte del creciente porcentaje de personas que no están ni en un trabajo ni en la búsqueda de uno en EE.UU.

Prioridades

La cuota de mujeres en edad de pleno rendimiento laboral que traían a casa un salario creció al final de la Segunda Guerra Mundial y se extendió durante la década de 1970 y 1980 antes de alcanzar su pico máximo en 1999: 77%. En contra de las expectativas, la participación comenzó a bajar a principios de los años 2000, para luego exhibir una fuerte caída durante la última recesión.

Más de siete años después de la reactivación económica, la presencia femenina en el mercado laboral no ha podido recuperarse. Solo el 73% de las mujeres de entre 25 y 54 años formaba parte de la fuerza de trabajo en 2015.

Del otro lado, el declive entre los hombres comenzó más temprano —en la década de 1960—, y se aceleró durante la Gran Recesión (a partir de la crisis de 2008), ya que los empleos tradicionalmente bien remunerados de manufactura, minería y construcción desaparecieron. Cerca de 1 de cada 10 hombres en la llamada «edad óptima» no está trabajando.

Ciertamente las mujeres que han abandonado el mundo laboral no suelen ser víctimas de las mismas cargas que muchos hombres. Es menos probable que tengan antecedentes penales o que sufran alguna discapacidad como consecuencia del trabajo. En contrapartida, están obteniendo títulos universitarios en mayor número, y muchos de los sectores que tradicionalmente han dominado (empleos en el área servicios aunque a cambio de salarios bajos) están creciendo en comparación con las ocupaciones de clase media donde los hombres han gobernado. Tampoco están matando las horas durante su etapa sin trabajar jugando videojuegos, algo que algunos economistas sospechan que está alejando a los hombres de mirar su reloj.

Pero las mujeres siguen siendo las principales responsables del cuidados de niños, padres ancianos y familiares enfermos.

«Atender a los hijos, eso es lo principal», remarca Stevenson, al explicar por qué aún no ha vuelto a trabajar.

Casi ningún hombre que no tiene trabajo argumenta que eso se deba a que está ayudando con los niños o cuidando a otros integrantes de la familia», compara Nicholas Eberstadt, economista del American Enterprise Institute.

Brecha de género

Lo que Eberstadt llama el «abismo de cuidado» parecería explicar el contraste entre las trabajadoras en EE.UU. y las de otros países altamente industrializados que tienen políticas de apoyo a la familia. En la mayoría de las naciones europeas, por ejemplo, la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo ha crecido considerablemente desde el año 2000 en vez de decaer.

«Siempre he pensado que las mujeres estaban reaccionando a la falta de licencia familiar paga y el cuidado de los hijos», sostuvo Heidi Hartmann, presidenta del Instituto de Investigación sobre Políticas de la Mujer. Al encontrar tantos problemas para poder trabajar ellas «empezaron a dejar de hacerlo», consideró.

A pesar de que los hombres dominan las listas de bajas por discapacidad, sus problemas de salud impactan en la vida de sus esposas, novias y madres. Las mujeres tienden a ser las que se encargan del cuidado de sus maridos, novios e hijos llevándolos o acompañándolos a consultas médicas y terapias que consumen todo el día.

Los salarios más bajos de las mujeres y las responsabilidades familiares siempre las han afectado dentro y fuera de los empleos —y dentro y fuera del mercado de trabajo— con mucha más frecuencia que a los hombres. Un niño enfermo o una emergencia familiar puede empujar rápidamente a alguien fuera del trabajo.

Y como los salarios, particularmente en el extremo inferior de la escala, se han estancado, la recompensa de trabajar disminuye, al igual que el nivel de apego. Las mujeres que terminaron su educación al graduarse de la escuela secundaria, o antes, abandonaron el mercado de trabajo a tasas aún mayores que sus pares masculinos entre 2000 y 2015, según un informe de la Oficina de Estadísticas Laborales.

Empleo de calidad

Pero lo que ha cambiado notablemente es el nivel de comportamiento de los hombres, cada vez más en concordancia con los de las mujeres ya que regularmente circulan dentro y fuera de la fuerza laboral cada pocos meses. La estabilidad y la seguridad son cada vez más evasivas.

Para algunos analistas, el enfoque centrado en los hombres marginados del mundo de trabajo —sin una mirada más cercana a la situación de las mujeres— ha puesto demasiada atención en las fallas de los trabajadores potenciales en lugar de la calidad de los puestos de trabajo.

Sostienen que la combinación de la falta de mujeres en la fuerza laboral y el crecimiento salarial relativamente flojo apuntan a una economía débil como principal culpable, y no, el consumo intenso de analgésicos o videojuegos.

«Estoy seguro de que la calidad de los trabajos es parte de la historia», señala David Madland, asesor principal del Proyecto de Trabajadores Americanos en el Liberal Center for American Progress.

Tanto las mujeres como los hombres se quejan de que no pueden encontrar empleos a tiempo completo y seguros que paguen un salario de clase media. Stevenson necesita resolver el problema del cuidado de sus hijos, pero haciéndose eco de los comentarios de muchos hombres, dice que tampoco quiere conformarse con cualquier empleo. «Tengo dos títulos así que no quiero trabajar en McDonald’s», concluyó.

El foco puesto en la falta de trabajadores

Las tasas de desempleo están en niveles bajos tras la recesión (fue de 4,7% en diciembre) pero ese rebote en general oculta lo que está ocurriendo en ciudades rurales e incluso centros urbanos prósperos donde la gente que no estaba escolarizada o jubilada, se ha caído del mapa del empleo en EE.UU.

Los hombres han sido el foco de gran parte de la preocupación acerca de la fuerza de trabajo ausente. Pero en EE.UU., a diferencia de otros países industrializados, las mujeres también forman parte de esta tendencia.

«La participación masculina (en la fuerza de trabajo) estaba disminuyendo desde hacía mucho tiempo, y a nadie parecía importarle porque los ingresos de los hogares estaban aumentando debido a que la participación de las mujeres y sus ganancias por hora estaban aumentando», analizó Betsey Stevenson, economista de la Universidad de Michigan. (THE NEW YORK TIMES)

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