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Votar contra el candidato que menos les gusta, es la consigna

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Peter Hakim. Foto: Archivo El País

En una elección en la que ambos candidatos se han dedicado más a golpear a su contrincante que en mostrar las bondades de su propuesta, para Peter Hakim, presidente de dialogo Intermericano, un think tank con sede en Washington, sólo un fenómeno muy especial como Donald Trump ha logrado mantenerse cerca de su oponente en las encuestas.

Para Hakim, igual debería ganar Clinton. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cuál es su pronóstico para las elecciones del 8 de noviembre?

—Creo que triunfa Hillary Clinton. Todo analista político serio la tiene como favorita para ganar. Aunque Trump es un fenómeno extraordinario, una criatura singular en la política americana moderna, carismático, astuto, implacable, y un monstruoso comunicador. Él, de alguna manera sigue su camino una y otra vez. Clinton ya debería tener una ventaja insuperable, pero no. Trump se mantiene a poca distancia.

—Los candidatos parecen haber seguido caminos previsibles…

—Especialmente Clinton. Sin sorpresas, muy mecánico todo, muy sensible a vientos y preocupaciones políticas, pero no tan sensible a las personas. Bien preparada pero no creativa ni flexible, pero sabe los detalles de todas las cuestiones, tiene un dominio magistral de la política, programas y estrategias, y mostró una inesperada habilidad para mantenerse en el ataque y permanecer agresiva. Ella es una política pulida. Con Trump, nadie sabía exactamente qué esperar. Se aguardó que actuara como político y que se informara mejor sobre los problemas. En cambio, utilizó una campaña única en la política americana. Insultos, ataques personales, sin disculpas, sin real sustancia en ninguna de las cuestiones, pero construyendo una campaña que entusiasmó, movilizando personas que se sentían ignoradas. No, nadie sabía que había planeado Trump. Yo creo que él tampoco.

—¿Cómo definiría la estrategia de campaña llevada adelante por ambos?

—Las campañas eran parecidas entre sí de varias maneras. Tanto Trump como Clinton intentaron mostrar que su rival era impropio, y que no estaba preparado para el oficio. Este fue el mayor objetivo de ambos candidatos en su campaña. Segundo, ambos tuvieron que mostrar cuán adecuados y preparados estaban. Trump habla innecesariamente sobre su habilidad para el liderazgo, las negociaciones y las ganancias, su acercamiento a las cuestiones sin miedo. Clinton se centró más en su experiencia, sus tantas batallas, y su excepcional conocimiento de las cuestiones y práctica de gobierno. Pero el centro de su campaña era tirar abajo al otro candidato.

—¿Un triunfo de Clinton es claramente el "continuismo" de la era Obama?

—Sin duda, ella es el candidato de la "continuidad". Se la considera como alguien que apoya más el uso de la fuerza en las cuestiones de seguridad, incluso más que Obama. Además, tendría que conceder más terreno a Sanders y Warren, el ala progresista del partido Demócrata. Eso significaría retener las ofertas comerciales, contratar menos líderes corporativos con su administración, subir los impuestos a las personas más acomodadas económicamente, haciendo nombramientos más progresistas en los papeles clave en su administración, etc.

—¿Cuáles son las conclusiones más importantes que le deja la campaña?

—Dado el apoyo generado por Trump y Sanders, concluyo que los demócratas han ignorado por mucho tiempo a las personas blancas de bajos ingresos y menos educados del país. Para los demócratas, ser progresistas significó tener que lidiar con las nuevas cuestiones emergentes —liberación social y sexual, globalización, cambio climático, darle importancia a las minorías de todo tipo, avances tecnológicos— pero esto llevó a que desestimaran las cuestiones de clase, desigualdad, disminución de movimientos sociales, mala educación, salud cara, pérdida de trabajos de calidad. Las elecciones también confirman que el partido Republicano es el partido del "no". De verdad no tienen ninguna alternativa seria, excepto resistir el cambio y negarse a ajustarse a él. En varias cuestiones, Trump es más progresista que la base de su partido.

—¿La marcha de la economía depende del resultado de la elección?

—Difícil de saber. Puede haberse creado un sentido de gran incertidumbre entre los inversores y los ejecutivos corporativos, y miedo de que el país sea imposible de gobernar. Y en este rubro, los planes de Trump parecen extravagantes. Muchos grandes economistas y líderes económicos dicen que estos planes están amenazando a Estados Unidos y la economía mundial. Se habla mucho de que una victoria de Trump podría llevar a guerras comerciales, y su propuesta sobre la política de impuestos llevaría a un desastre fiscal.

—¿Hasta dónde afecta la campaña la decisión del FBI de reabrir el caso de los correos electrónicos?

—Dominó la última semana de campaña. Si Trump gana, se verá como decisiva. Está, ciertamente, teniendo un efecto. Si es suficiente para dar la victoria a Trump, es difícil de saberlo aún.

—¿De qué manera pesaron en el electorado las denuncias sobre asedio sexual de Trump?

—Pesaron mucho. Pero tanto los seguidores de Clinton como los de Trump, casi inevitablemente defienden su decisión explicando qué tan malo es el otro candidato. El martes 8, la mayoría del electorado estará votando en contra del candidato que menos les gusta. Esta es una elección enteramente negativa, con ambos candidatos con niveles sin precedentes de desagrado y desconfianza de los votantes.

—¿Qué incidencia tendrá el voto latino en esta elección?

—Será el 8 o 9% de los votos. Sin importancia en algunos estados como California y Texas, donde los resultados electorales son bastante conocidos y no influenciados por los latinos. En algunos estados importantes como Florida, Nuevo México, Nevada y Colorado, los hispánicos podrían hacer la diferencia como hicieron con Obama en 2012.

—¿Cuáles han sido las razones para la aparición de un candidato tan particular como Donald Trump?

—Una combinación de razones, dos en particular. Una es la aparición de un gran número de enojados, políticamente y socialmente poco afectados votantes, que están cada vez más frustrados por su estancamiento económico, preocupados porque sus hijos queden por detrás, e insatisfechos con la actuación del gobierno y otras instituciones. Este grupo de votantes anhela un país donde el progreso sea posible y están descontentos con el cambio de una nación blanca, cristiana y anglosajona a una sociedad multirracial, multicultural y plurilingüe. Pero necesitó de un líder carismático, poderoso y buen comunicador como Trump para movilizar y entusiasmar a esta gente, además de hacer crecer su número. La situación fue como un bosque arrasado por la sequía, desesperado por agua, y cae un rayo (es decir. Trump) que prende un fuego que se extiende y crece más y más intensamente. Trump no sería nadie sin la sequía del bosque de americanos desilusionados. Y éstos tendrían una limitada influencia sin el talento de Trump para prender y movilizar. El alzamiento de los líderes más autoritarios requiere de esta combinación.

—¿Si son derrotados, cuáles serían los desafíos para el partido republicano?

—Pueden presentarse varios escenarios. Estos dependen de 3 factores. Primero, qué decide hacer Trump después de las elecciones. ¿Se mantendrá activo políticamente? ¿Tratará de mantener el movimiento que ha creado? ¿O volverá a su negocio? Segundo, el tamaño de la victoria de Clinton, por una gran mayoría o un pequeño margen. Y tercero, la actuación de los republicanos en la carrera del Senado y las Cámaras. Si Clinton consigue una victoria por poca diferencia, y Trump se mantiene como una fuerza política, probablemente él domine el partido Republicano en el periodo siguiente, y se mantendrá como un serio desafío a la capacidad de Clinton para gobernar. Si Clinton gana por mucha diferencia, Trump deja la política, y los republicanos se aferran a las Cámaras, entonces Paul Ryan será el líder Republicano, y se enfrentará a la necesidad de modernizar el partido para apelar a los cambios demográficos de los votantes. Si Clinton gana por mucho y Trump decide quedarse activo políticamente, va a haber una gran batalla por el control del partido Republicano, que podría llegar a separarlo por la mitad.

Habrá un congreso muy polarizado que dificultará la acción del gobierno.

—A nivel del Congreso, ¿cómo quedarían las fuerzas alineadas?

—El congreso está más polarizado que nunca. No hay superposición entre los Demócratas y los Republicanos. Ningún grupo moderado en ninguno de los partidos está disponible para encontrar un terreno común, para lograr un real compromiso. El Congreso está enfrentando un terrible estancamiento ahora que es poco probable que sea resuelto por Trump o Clinton, que son despreciados y profundamente desconfiados por los miembros del partido contrario. Los Republicanos van a resistir a sus compromisos con Clinton, van a tratar de bloquear su camino en cada oportunidad, rechazar su agenda legislativa, retrasar sus nombramientos, e iniciar investigaciones y audiencias para atacarla. Lo mejor que se puede esperar es una disposición de las partes a aceptar ocasionalmente un trade-off, una quid pro quo no deseada, con cada lado aceptando lo que no les gusta a cambio de algo que quieren obtener, o simplemente para mantener el gobierno corriendo.

Es difícil imaginar grandes avances en cuestiones importantes. Si Trump gana, todo probablemente estará en una situación diferente. Él probablemente tendrá una mayoría en el Senado y en las Cámaras (aunque no una gran mayoría de más del 60% para garantizar la aprobación de la legislación). Y será capaz de nombrar al próximo juez de la corte suprema y reclamar una mayoría conservadora en la corte. Como presidente, tendría más capacidad de actuar que Clinton.

Peter Hakim.

Es presidente emérito del Diálogo Interamericano. Obtuvo una licenciatura en la Universidad de Cornell, una maestría en física en Pensilvania, y una maestría en asuntos públicos e internacionales en la Escuela Woodrow Wilson de Princeton.

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Peter Hakim. Foto: Archivo El País

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