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Uruguay y sus desafíos pendientes

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Como una constante, Uruguay enfrenta tres desafíos ligados a su desempeño económico. Estos son, una política fiscal que fortalece el atraso cambiario, la incertidumbre en cuáles son sus espacios de inserción comercial y la obsolescencia de su sistema educativo.

La caída del tipo de cambio real ha sido y es una de las pesadillas de los sectores exportadores de bienes y servicios, y también del gobierno. En esto juegan causas externas y domésticas. En las primeras, la región aledaña es determinante inexorable de nuestro tipo de cambio real dada la estrecha interrelación económica existente. A eso se suma un déficit fiscal abultado financiado con endeudamiento externo, lo cual aumenta la oferta de dólares, presionando a la baja su cotización.

En otras palabras, hay una parte del gasto (déficit) que es financiada con dólares prestados. Eso distorsiona el nivel del tipo de cambio (depreciándolo), respecto al vigente con equilibrio fiscal. Un déficit fiscal menor se logra reduciendo el gasto público, o aumentando impuestos. Según los anuncios, ambos seguirán en los carriles actuales, hasta tanto haya financiamiento disponible que no quiebre la sostenibilidad del endeudamiento. La otra es crecer más, hecho dificultado por el freno que aplica la apreciación cambiaria sobre los exportadores, puntales de nuestro modelo de crecimiento.

El central.

Para atemperar esta realidad, el Banco Central se excede de su función básica, comprando dólares para intentar corregir un desequilibrio que tiene raíces fiscales. El resultado ya es sabido: aumento de la emisión monetaria que se esteriliza con letras de regulación monetaria, cuyos intereses retroalimentan el déficit fiscal.

Esta noria de causas-efectos que retroalimentan el déficit fiscal solo puede aplicarse en periodos breves, pero no puede utilizarse de manera permanente por sus efectos colaterales adversos. La historia confirma su cariz permanente, lo cual obliga a tomar conciencia del problema y resolverlo definitivamente.

Incertidumbres.

La realidad externa encuentra al mundo en un estado de desorden inédito. Quebrados los paradigmas trazados por la administración Obama de grandes acuerdos con la cuenca del Pacífico y del Atlántico, la puesta en duda del Nafta por la administración Trump junto a sus amenazas proteccionistas, y el difícil divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, conforman un escenario complejo al que se agrega la crisis actual del Mercosur. En ese mar de incertidumbres estamos navegando sin rumbo cierto. No es por falta de esfuerzos, sino que los derroteros que hubo que tomar en tiempos de calma fueron desaprovechados por empecinamientos ideológicos o cortedad de miras. Ahora aparecen apuestas que lucen irreales, como la inmediatez de un acuerdo Mercosur y Unión Europea. Aquí nos preguntamos con cuál Mercosur y con cuál Unión Europea, en momentos que el primero esta tensionado internamente y el conglomerado europeo en medio de un desgajamiento que le llevará años en digerir, absorberá toda su capacidad negociadora y requerirá para su aprobación el voto de los parlamentos de todos sus miembros. Siendo así, estamos hablando de una apuesta necesaria, pero cuya puesta en vigencia llevará años.

Por tanto, los espacios habrá que ir a buscarlos a otros lados, siendo la cuenca del Pacífico, y en particular China, sus candidatos. Si estamos en lo cierto, todas las baterías deberán apuntar hacia ese lado trazando una estrategia, analizando los instrumentos y fijando las prioridades. Y en ese esfuerzo, el sector público y privado deben involucrarse y actuar codo a codo para acotar tiempos, y validar sobre la marcha los avances.

Educación.

Por último, la obsolescencia de nuestro sistema educativo es un tema endémico aun no resuelto, y lo peor es que no se ha podido revertir su caída, acordar en cómo resolverlo aunque hay consenso que éste existe. Esta carencia que explica el deshilachamiento del tejido social y sus efectos ulteriores, también golpea a la productividad del trabajo. Teniendo escaso crecimiento demográfico, aumentar la productividad del trabajo es una forma de paliarlo, tal como lo hacen países con la misma pirámide demográfica.

A esto, sumarle el advenimiento de una revolución tecnológica, que reemplaza a la mayoría de las tareas que requieren mano de obra con calificación escasa.

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CARLOS STENERI

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