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La transgresión ocho años después

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Un registro con muchos vaivenes

En mayo de 2006 escribí una columna sobre la economía argentina y la transgresión de las reglas económicas que, desde años, caracterizaba a su conducción. 

Señalaba entonces que por lo que ocurría en Argentina habría sido imposible que numerosos ganadores del Nobel de Economía hubieran sido galardonados ya que las reglas económicas por las que se les diera el premio, no se cumplían en absoluto.

Se observaba que sucesivas conducciones violaban lo básico de la teoría económica pero nada de lo que supuestamente se debía esperar, pasaba. Algunos economistas decían que las violaciones a las referidas reglas tendrían su castigo en el mediano plazo, lapso que no inquietaba a un político que, como Kirchner, se reía de la economía y de los economistas, y aspiraba a la reelección en 2007. El presidente les ganaba por goleada.

Transgresiones.

Para mantener baja a la inflación y redistribuir ingresos, Kirchner controlaba y congelaba precios de empresas, entre otras las privatizadas por su ex amigo Carlos Menem. Se fijaron precios de la electricidad, de las comunicaciones, del agua, e incluso de productos del agro, por debajo de los de equilibrio y se impusieron gravámenes a las exportaciones de cultivos que redujeron sus precios internos y generaron liquidez y divisas para la administración, algo que hoy todavía ocurre. Se estableció el precio del barril de petróleo en casi la mitad del internacional y algo similar ocurrió con el del gas. La teoría dice que la consecuencia debe ser la escasez y los "mercados negros", pues precios menores a los de equilibrio en el mercado generan desinversión limitando y hasta reduciendo a la producción. Pero nada de ello ocurría y el presidente se ufanaba, con razón hasta ese momento, pues la escasez no aparecía.

En aquella columna mencionaba otras transgresiones ante las que el mercado no reaccionaba como preveía la teoría económica. Como el caprichoso "default selectivo" de la deuda pública que no frenó de inmediato las colocaciones de nuevos títulos financieros en el exterior y en la propia Argentina.

El desconocimiento y cercenamiento de derechos de propiedad no eran obstáculo para el crecimiento de la economía, para el fortalecimiento de su sector externo ni para el crecimiento de la popularidad y del poder de aquel presidente atípico, contestatario, caprichoso, peleador, conflictivo, enemigo del funcionamiento libre de los mercados y de la libre empresa y también, del comercio regional y de la libertad de movimiento de los uruguayos y de los argentinos.

Macroeconomía.

En aquellos tiempos, los resultados macroeconómicos eran brillantes, y a pesar del empecinamiento en continuar con las distorsiones mencionadas —que hasta hoy persisten, agravadas tras casi dos períodos de gobierno desde entonces—, me preguntaba si la teoría económica se había redescubierto o si se debía esperar algún tiempo más para ver si los resultados del "modelo K" se daban vuelta.

La economía en tres años había crecido 29,5%, a un ritmo que permitiría la duplicación de su producción en ocho años. En el 2006, el crecimiento agregaría casi 9% más de producción, fruto de la expansión de todos los sectores productivos. Y si bien la inflación estaba levemente por encima de 11% y creciendo, también lo es que los ajustes salariales eran mayores a los aumentos de precios y el poder de compra de los asalariados subía, como simultáneamente también, la popularidad de Néstor Kirchner. Hasta el sector externo marchaba bien ya que el saldo del comercio de bienes y de servicios era superavitario pese a la inflación interna que deterioraba el tipo real de cambio, y el movimiento de capitales sumaba a un superávit importante de la balanza de pagos: el Banco Central intervenía en el mercado de cambios comprando moneda extranjera para evitar que su valor cayera. También algunos economistas se equivocaban, según la visión kirchnerista, pues pretendían que las políticas fueran anticíclicas, es decir, que la fiscal y la monetaria fuesen restrictivas: ahorrar en los momentos buenos.

Pero Kirchner opinaba y procedía de manera diferente. El gasto público crecía aceleradamente, bien por encima del crecimiento de la economía, y declinaba el superávit fiscal global. Y la política monetaria expansiva por la intervención del Banco Central en la compra de divisas para evitar apreciación mayor del peso argentino, se volvía restrictiva aunque con tasas muy bajas en términos nominales y negativas en términos reales, con la esterilización de la emisión a partir de colocaciones de títulos de deuda de la autoridad monetaria.

Con su política ultra heterodoxa e intervencionista, Kirchner lograba un panorama macroeconómico muy favorable. El presidente podía exhibir resultados que hacía muchísimos años que no se lograban y que nadie prácticamente esperaba tan solo tres años antes. No obstante transgredir reglas básicas del funcionamiento económico, los resultados eran sustancialmente diferentes a los que auguraba un escaso número de "pesimistas".

Después.

Sin Kirchner pero con el kirchnerismo en la administración de gobierno y de la economía, los buenos resultados han ido desapareciendo a pesar que la información económica oficial, distorsionada al extremo de volverla increíble, siguió apuntando logros importantes.

Pero la realidad es cruda y desnuda, cada vez más, los problemas que los "pesimistas" anticipaban. Las reglas económicas no han cambiado. Ellas resurgen en la dimensión enunciada por quienes, por algo, ganaron el premio de la academia noruega.

La misma combinación de políticas macroeconómicas que durante algunos años provocara un crecimiento significativo de la producción de bienes y servicios, un aumento al récord de las reservas internacionales del Banco Central y también una inflación alta pero controlable, ha revertido sus resultados.

Hoy los controles y congelamientos de precios han derivado en ausencia de la inversión; la economía se encuentra en recesión; la inflación ronda el 40% anual; el superávit de la cuenta corriente de la balanza de pagos se ha transformado en un alto déficit y las reservas internacionales del Banco Central se han despeñado en 50% pese a los controles de cambio, a las prohibiciones para importar y a otras distorsiones por el estilo.

El salario real cae, la industria no crece, tampoco la construcción ni la agricultura con precios en baja, ni el comercio en sus tres formas (supermercados, shoppings y minoristas) que asiste a una confianza de consumidores que se sumerge. Y por si fuera poco, está el problema de los acreedores por deuda impaga por lo que escasea el financiamiento externo privado cuando el déficit fiscal trepa. Las perspectivas son de empeoramiento y justo cuando el "modelo K", en el mejor de los casos, debe cambiar de conducción en octubre de este año.

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JORGE CAUMONT

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