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Un toque de atención

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El comentario del Vice Presidente de la República referido al déficit fiscal del 4%, diciendo que lo que importa "es la gente y no los números", asombra.

Sin duda que el motivo de todo gobierno es la gente, y por ello el celo que generalmente siempre muestran en preservar cuentas fiscales sólidas, base necesaria para crecer y de ahí mejorar el bienestar ciudadano.

Las últimas cifras confirman que continúa el deterioro de las cuentas públicas comenzado en 2013, llegándose al resultado preocupante de que los ingresos no cubren el gasto en salarios, pensiones, transferencias e inversiones. Eso implica un déficit primario del sector público superior a los 500 millones de dólares. A lo cual debe agregársele el pago de intereses que llevan al déficit global del sector público a superar los 2.000 millones de dólares.

En otras palabras, el sector público está financiando parte de su gestión básica y el servicio del endeudamiento con más endeudamiento. Una de las reglas básicas de la sostenibilidad fiscal es que los intereses deben pagarse con los resultados netos de la recaudación y no con mayor endeudamiento. Trayectorias de esta índole, de no ser corregidas rápido acarrean riesgos severos que al final del día repercuten en toda la sociedad.

Para esto, el gobierno ha diseñado un ajuste fiscal vía aumento de tarifas y mayor carga tributaria, con la expectativa de reducir el déficit en 1% del PIB en 2017, para llevarlo a un nivel cercano al 3%. Ese nivel sigue siendo alto para suponer que el tema de la sostenibilidad fiscal está resuelto, lo que indica que se deberán profundizar los esfuerzos. Y es desde aquí que surgen nuevos toques de alerta.

Por el lado del gasto, las erogaciones del BPS muestran una trayectoria creciente que supera sus ingresos por la ampliación del número de coberturas, seguro de desempleo, enfermedad y otras transferencias. El sistema integrado de salud muestra el mismo comportamiento al ampliarse su cobertura aun no finalizada.

Ambas trayectorias presentan dinámicas propias, independientes de la evolución del PIB y la recaudación, son rígidas a la baja todo lo cual le pone un piso al nivel de esta categoría del gasto. La plantilla de funcionarios públicos aumentó sustancialmente, haciendo poco creíbles los anuncios de su reversión mediante la provisión futura de 2 de cada 3 vacantes. Y ese aumento del gasto ocurre a pesar de la contracción severa de la inversión pública, la cual no cubre el mantenimiento de la infraestructura y menos obras nuevas significativas. En otras palabras, estamos descapitalizándonos, lo que equivale a otro rubro de gasto que contablemente no se imputa pero que algún momento habrá que afrontar.

Desde el lado de los ingresos, la presión fiscal es muy alta al grado que se constituye en un freno para el nivel de actividad. La progresividad de los impuestos al trabajo y las jubilaciones llegaron a un límite infranqueable, pues son un absurdo en la comparación internacional por los bajos niveles de partida y la imposibilidad de realizar deducciones ajustadas a la realidad del contribuyente. Las tarifas públicas mutadas en cuasi tributos las colocan a la cabeza de sus similares regionales. Y el impuesto a la renta de las empresas, es muy alto en momentos donde en el mundo hay una tendencia a disminuirlo.

Con esta realidad, son imprudentes los planteos de ampliar el gasto en la nueva Rendición de Cuentas, pues lo adecuado es buscar los caminos para rebajar un déficit fiscal que sigue siendo elevado a pesar de la alta presión tributaria para financiarlo. Las calificadoras de riesgo han advertido que estos niveles de déficit no corresponden a los de un país con nota de grado de inversión, lo cual obliga a lograr resultados inmediatamente. De no hacerlo, se hipotecan esfuerzos que resultarán en aumentos del costo del financiamiento externo.

Por su lado, la incertidumbre externa impone alivianarle la mochila impositiva al sector productivo, pues la forma genuina de bancar el alto gasto público y la inversión en infraestructura es creciendo. Para ello deben recrearse condiciones fiscales y de incentivos que cubran a todo el espectro productivo nacional.

Lo que se está oyendo va en la dirección opuesta, como si no hubiéramos ya aprendido que los dislates fiscales generan miseria, que la situación externa es compleja y que la puerta principal de salida es creciendo.

CARLOS STENERI

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