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Temer al temor mismo

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Policía filipina. Foto: EFE
SMA106. Manila (Philippines), 16/11/2015.- Filipino riot police stand guard in front of the Cafe France in Manila, Philippines, 16 November 2015. Philippine security forces are placed on full alert on the on-going Asia Pacific Economic Cooperation (APEC) Summit in Manila after the wake of deadly attacks in France. (Filipinas, Francia) EFE/EPA/DIEGO AZUBEL
DIEGO AZUBEL/EFE

Como millones de personas, he seguido obsesivamente las noticias de París, concentrándome en el horror. Es la reacción humana natural. Sin embargo, seamos claros: también es la reacción que quieren los terroristas. Y eso es algo que pareciera que no todos entienden.

Por ejemplo, la declaración de Jeb Bush en cuanto a que "es un intento organizado de destruir a la civilización occidental". No, no es así. Es un intento organizado de propagar el terror, que, para nada es lo mismo. Y observaciones como ésa, que borran esa distinción y hacen que los terroristas parezcan más poderosos de lo que son, ayudan a la causa yihadista.

Si se piensa, por ejemplo, en lo que es Francia y lo que representa. Tiene sus problemas —¿qué país no los tiene?—, pero es una democracia robusta, con una profunda legitimidad popular. Su presupuesto para defensa es reducido en comparación con el estadounidense, pero, no obstante, conserva un ejército poderoso, y cuenta con los recursos para hacer que ese ejército sea mucho más fuerte, si así lo decide.

La economía de Francia es más o menos 20 veces el tamaño de la de Siria. A Francia no la va a conquistar el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), ni ahora ni nunca. ¿Destruir la civilización occidental? ¡Imposible!

Entonces, ¿de qué se trató el ataque del viernes 13? Matar gente al azar en restaurantes y conciertos es una estrategia que refleja la debilidad fundamental de los perpetradores. No va a establecer un califato en París. Lo que sí puede hacer, no obstante, es inspirar terror, que es por eso que lo llamamos terrorismo y no se le debería dignificar con la palabra guerra.

El punto no es minimizar el horror. Más bien, es enfatizar que el mayor peligro que el terrorismo le presenta a nuestra sociedad proviene no del daño directo que inflige, sino de las respuestas obcecadas que puede inspirar.

Seguro que sería algo muy negativo que Francia u otras democracias respondieran al terrorismo con contemporización si, por ejemplo, los franceses se retiraran del esfuerzo internacional contra el EIIL con la vana esperanza de que los yihadistas los dejaran en paz. Y no voy a decir que no anda por ahí ningún aspirante a conciliador; hay, en efecto, algunas personas determinadas a creer que el imperialismo occidental es la raíz de todo mal y estaría bien que dejáramos de entrometernos.

Sin embargo, es difícil encontrar ejemplos de la vida real de políticos de la corriente principal, por no hablar de los gobiernos, que se hayan sometido a las demandas de los terroristas. La mayoría de las acusaciones de contemporización en Estados Unidos parecen estar orientadas contra los liberales que no utilizan lo que los conservadores consideran un lenguaje suficientemente duro.

Un riesgo mucho mayor, en la práctica, es que los blancos del terrorismo traten de alcanzar la seguridad perfecta, eliminando cada amenaza concebible; una respuesta que, inevitablemente, empeora las cosas porque se trata de un mundo grande y complicado, y ni las superpotencias pueden corregir todo. El 11 de septiembre, Donald Rumsfeld les dijo a sus asesores: "Arrasen con todo. Relacionado o no" y, de inmediato, sugirió utilizar al ataque como una excusa para invadir Irak. El resultado fue una guerra desastrosa que, de hecho, empoderó a los terroristas y montó el escenario para el ascenso del EIIL.

Y seamos claros: eso no solo fue una cuestión de mal juicio. Sí, la gente puede explotar el terrorismo y lo hace para obtener ganancias políticas, incluso para justificar lo que imaginan una pequeña y espléndida guerra políticamente benéfica.

Finalmente, el terrorismo es solo uno de muchos peligros en el mundo, y no debería permitírsele desviar nuestra atención de otros problemas. Lo siento conservadores: cuando el presidente Barack Obama describe al cambio climático como una amenaza mayor que enfrentamos, tiene toda la razón. El terrorismo no puede destruir nuestra civilización ni lo hará, pero el calentamiento mundial sí puede y podría hacerlo.

Entonces, ¿qué podemos decir sobre cómo responder al terrorismo? Antes de las atrocidades en París, la respuesta general de Occidente implicaba una mezcla de vigilancia, precaución y acción militar. Todo ello implicaba difíciles: la vigilancia frente a la privacidad; la protección en comparación a la libertad de movimiento; negarles a los terroristas refugios versus los costos y peligros de hacer una guerra en ultramar. Y siempre fue obvio que, a veces, se colaría un ataque terrorista.

Es posible que París haya cambiado un poco ese cálculo, en especial, cuando se trate del manejo que Europa haga de los refugiados, un problema angustioso que ahora se ha vuelto todavía más difícil. Y tendrá que haber un análisis a posteriori sobre por qué no se detectó un complot tan complicado. ¿Pero, se recuerdan todas las declaraciones sobre cómo el 11 de septiembre iba a cambiar todo? Bueno, no fue así; ni tampoco lo hará esta atrocidad.

De nuevo, el objetivo de los terroristas es inspirar terror porque eso es todo de lo que son capaces. Y lo más importante que pueden hacer nuestras sociedades en respuesta es negarse a rendirse ante el miedo.

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Policía filipina. Foto: EFE

Paul Krugman

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