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Tarifas y cortes de rutas

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Los productores dicen que "llegó la hora de decir basta" a tanto derroche de plata. Foto: A. Colmegna.
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No es menor lo que ha ocurrido en pleno enero con las protestas que incluyen gente en las rutas.

Y no es menor porque la sociedad uruguaya se caracteriza por soportar estoicamente y perdonar el expolio gubernamental en materia tributaria, porque deriva de un Estado al que desde siempre se le disculpa la ineficiencia, el derroche de recursos y la intromisión en la vida de la gente, con tal de ir tirando, a la uruguaya.

A lo mejor empieza un cambio en la línea de otros más notorios y esperanzadores en el continente, que honran aquella máxima de Margaret Thatcher: "El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero... de los demás". Y es así; la presión fiscal llega ya al límite, el déficit público con este nivel de tributación se mantiene en pie, y el gobierno no exhibe aún voluntad de bajar el gasto, o la mala administración; y así carga una y otra vez sobre el sector privado. Aún resuena la promesa oficial de no aumentar impuestos, y en un año hemos visto: nuevo impuesto a la tierra, eliminación del ajuste por inflación en el impuesto a la renta, transferencias hacia Ancap, ajustes de tarifas no solo por encima de la inflación sino en pleno derrumbe del precio del petróleo, y esto quizás no pare acá, al menos si se sigue la opinión de los grupos mayoritarios del gobierno.

Mal diagnóstico.

El gobierno quizás tiene un diagnóstico equivocado. A juzgar por la forma como trata el déficit, parece pensar que la anemia económica que padecemos prácticamente se pasará sola, o se modificará con solo esperar. No es así. Macroeconómicamente el financiamiento del déficit que el gobierno espera, no es compatible con un crecimiento que todos suponen será de no más allá del 1%. Si así fuera, seguir aumentando la presión fiscal solo conseguirá menos inversión y crecimiento, y más desempleo privado. Y todo en un mundo y una región hostiles en lo económico, especialmente por las noticias de Brasil.

En este contexto, es comprensible que la gente vaya a las rutas. Es moralmente duro contemplar que se condonan deudas a Ancap, que se convalidan sus dispendios, y que no pase absolutamente nada. El gobierno ve derrumbarse los precios agrícolas, ve la leche en caída libre, padece el default de Venezuela con los tamberos aunque no solo con ellos, y continúa como si no pasara nada, aumentando los combustibles cuando el petróleo se derrumba. Y además retoma el Antel Arena, ayuda a Alas U la heredera de Pluna, sigue con ALUR destruyendo riqueza, en tanto las empresas privadas pagan más IRAE, los productores rurales ven aumentar los costos fijados administrativamente, sus precios caen, los negocios que impulsó el gobierno no se cobran, etc. Es lógico que la gente vaya a las rutas, especialmente los tamberos que de alguna manera pagan también el hecho de acompañar a un gobierno que los induce a un negocio —la exportación a Venezuela— de alto riesgo político, no solo porque Venezuela es lo que es, sino porque los gobiernos no están para promover negocios salvadores, no es su rol, como la historia lo demuestra.

ALUR, Antel Arena, etc.

De entre las reformas que uno espera se plantearan es la de ALUR y su política de biocombustibles: no es lo único ni lo más importante, pero no da para seguir como si nada. En un contexto de restricción de recursos no debería correr más ni la política azucarera ni la de agrocombustibles: hay muchas escuelas que esperan por nacer con recursos que no da para tirar más. Alguno recordará que en el año 2006 empecé a escribir en contra de la política de agrocombustibles que creó un nuevo monopolio de hecho, y también contra la propia ley que introducía restricciones comerciales de todo tipo para entronizar el negocio de Ancap: restricciones a la importación, a la exportación, permisos previos y restricciones cuantitativas para la elaboración, obligación de mezcla, etc. Desde aquel año y sistemáticamente he reclamado en soledad —ahora estoy muy acompañado— la revisión de esa ley. También desde 2007 empecé una serie de artículos sobre ALUR, el primero de ellos titulado "el agujero negro del azúcar". Más adelante y al menos una vez al año en ocasión de la aparición de sus balances, advertí sobre el descalabro de ALUR, al que Mujica llamaba "el buque insignia del país productivo", y yo me permití rebautizar como "la nave capitana de la agricultura prebendaria". Todas las veces reclamé sobre la intromisión de la dupla ALUR-Ancap en toda clase de negocios sustraídos a la actividad privada, por sí o a través de otras sociedades. Y comenté otro tema que se olvida que es la participación accionaria de Pdvsa en Ancap… es demasiado, dadas las circunstancias.

En este contexto del déficit público que tenemos, con el PIB anémico, con crecientes intervenciones en la vida privada de la gente —en esto el MGAP es líder— lo menos que puede pasar es una volanteada en las rutas, cuando así y con precios en caída se opta por seguir delante con más impuestos, más gasto, más ALUR, Antel Arena y Alas U. Y sobre todo con una política de combustibles que compromete la competitividad, aleja el progreso de zonas alejadas, y recauda a contramano de todo lo que ocurre aquí y en el mundo.

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Los productores dicen que "llegó la hora de decir basta" a tanto derroche de plata. Foto: A. Colmegna.

JULIO PREVE FOLLE

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