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Sigue el deterioro gradual en el mercado laboral

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Principales preocupaciones para el mercado de trabajo.
Scelza, Bruno

EL ANÁLISIS

Entre los menores de 25 años, los desocupados llegan al 27% en el tercer trimestre de 2018.

Las dificultades en el mercado de trabajo resultan evidentes. Como referencia, la cantidad de personas desocupadas en la economía uruguaya ya se ubica en el mismo nivel que en el año 2007. Esto implica que cerca de 150.000 personas quieren trabajar pero no consiguen trabajo, un 8,5% de la población económicamente activa.

En términos históricos, no son cifras que reflejen una crisis o un estado de emergencia, pero es el nivel que siempre se encontró la economía en la puerta de entrada de los peores momentos en materia de empleo. Es un tema que empieza a ubicarse en los primeros lugares de preocupación de la población.

Es así que el gobierno está pensando en medidas, pero el escenario está complicado pues las empresas señalan que ven difícil la generación de nuevos puestos de trabajo en el futuro cercano. Entre las barreras, se señala que los costos salariales son muy altos para el valor que genera el empleo en las empresas y que el nivel de regulación genera una alta incertidumbre, que desestimula la contratación.

En los hechos, la tasa de empleo ha venido bajando persistentemente desde el año 2014. Estas tasas llevadas a cantidad de personas ocupadas determinan que, para el año 2014 se estimaba que existían 1.680.000 puestos de trabajo. Esta cifra bajó continuamente desde ese entonces hasta que en los doce meses terminados en septiembre pasado llegó a 1.630.000. Esta contracción ocurrió tanto en Montevideo como en el Interior, tal como se puede observar en la gráfica superior del cuadro adjunto. De allí se puede concluir que desde el final del 2014 hay una pendiente decreciente que es un poquito más empinada en el interior del país.

Una característica particular de este período es que la pérdida de puestos de trabajo fue muy intensa en los jóvenes, considerando para esta categoría las personas con menos de 25 años de edad, de acuerdo a la información presentada por el INE.

En el gráfico del medio del cuadro adjunto, se muestra la evolución de la tasa específica de empleo para los jóvenes. En lugar de arrancar en el año 2012, momento en que estaba en una meseta del orden del 40%, se presenta toda la información disponible y se va hasta el año 2006. Esto permite ver que hubo un momento de mejora hasta que se llegó a la meseta desde la cual se perdieron 8 puntos porcentuales. También permite concluir que el nivel actual es peor que el observado en el 2006 en plena salida de la crisis.

La situación para los jóvenes es un motivo de preocupación, porque en cierta medida es la que compite en primer lugar por los puestos que son ocupados por los inmigrantes. Es un desempleo que por un lado desemboca en mayor dedicación de tiempo a la capacitación. En los casos en que el estudio no es el sustituto en el uso del tiempo, ese desempleo se transforma en grandes problemas para la sociedad como la emigración o las personas que ni estudian ni trabajan.

Como se ve, los tres temas: trabajo de los inmigrantes, emigración de nuestro jóvenes y los “ni-ni”, forman parte de los puntos de atención en la discusión actual.

El tema está en agenda desde 2015 con la ley de empleo juvenil. Esta política tuvo problemas de diseño y no llegó a tener nunca un impacto significativo. Ahora se están analizando algunos cambios y medidas complementarias.

Otro corte interesante de las cifras del mercado laboral es el que surge de separar los datos entre los que corresponden a hombres y a mujeres. En los tres últimos años, el empleo global cayó 1,7 puntos porcentuales, pero la caída es más fuerte en los hombres (2,7 puntos) que en las mujeres (0,8 puntos). Sin embargo, como la tasa de actividad de las mujeres se mantiene relativamente estable, el desempleo se agrava más entre las mujeres donde sube 1,6 puntos porcentuales en los tres últimos años. El desempleo masculino en este período llega incluso a bajar en Montevideo, aunque no compensa la caída en el Interior del país.

La tasa específica de desempleo es una medida que, en lugar de dividir a los desocupados de un grupo etario o de género por la población activa total, la divide solamente por la población específica de ese grupo. En ese sentido, el desempleo de los jóvenes promedio del último año alcanza el 25,5% (27,0% en el tercer trimestre de 2018) del total de jóvenes encuestados. Para los mayores de 25 años la tasa específica es del 5,2%.

Una característica de la evolución reciente del desempleo juvenil es que aumentó tanto en mujeres como en hombres pero la situación es un poco más complicada para las mujeres. En el gráfico de la izquierda en la zona baja del cuadro, se ilustra la evolución reciente de las tasas específicas de desempleo de jóvenes, según sean hombres o mujeres. Estas últimas tienen sistemáticamente una tasa específica de desempleo superior y en los últimos años registraron un mayor aumento hasta llegar al 30,6% en el año terminado en septiembre de 2018.

Además de las tasas de desempleo por encima del 8%, se empiezan a ver señales de un deterioro cualitativo en las condiciones del mercado laboral. Por ejemplo, la duración del desempleo se está prolongando en el tiempo. El tiempo de espera de los desocupados se ubicaba en 7 semanas en 2013-14 y subió a 9 semanas en los últimos registros. Las personas que se consideraban sub-ocupados en 2014 representaban el 6,7% del total empleado, y en el tercer trimestre del 2018 se llega a 8,6%.

En el gráfico de la derecha de la zona inferior del cuadro, se presenta la evolución de la participación de las personas que están desocupadas y ante la encuesta del INE responden que no han rechazado ofertas de empleo por el hecho de resultar insuficientes las condiciones propuestas. Dentro del desempleo, se trata de los casos más firmes, pues estuvieron dispuestos a trabajar y si no lo hacen, no es por tener propuestas rechazadas que no colmen sus expectativas. Es claro el ascenso en los últimos cinco años para estabilizarse en 62%.

En el mercado laboral también se observa una caída en la cantidad de horas trabajadas por semana. En el tercer trimestre de 2018 se estima que el empleado promedio trabajó 37,2 horas en la semana. Esto significa una reducción en cinco años de 1,5 horas semanales, casi el 4% menos.

Esta caída impacta negativamente en la masa salarial, sobretodo en aquellos caos en que se liquidan horas extra porque tienen un valor unitario superior. Obviamente que hay una connotación clara con la recaudación tributaria, ya que buena parte de los ingresos como el IRPF y los aportes a la seguridad social dependen de la masa salarial.

Cuando se mira la ocupación por sectores de actividad, se comprueba que bajan las actividades productivas primarias, así como la industria manufacturera y la construcción, todos sectores que perdieron competitividad en los últimos años por incremento de los costos salariales en dólares.

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