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Rumbo al Océano Pacífico

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Dice el refrán que "el Mediterráneo es el océano del pasado, el Atlántico es el océano del presente y el Pacífico es el océano del futuro". Nuestro país deberá atender esta realidad y sin descuidar su condición de enclave atlántico, posicionarse de la mejor manera hacia el oeste.

Hoy el Océano Pacífico, cuya superficie es mayor a toda la tierra firme de este planeta, es el centro del comercio global. A partir de la década de los setenta el comercio a lo largo de dicho océano sobrepasó al comercio canalizado por el Atlántico. Lógicamente, la voracidad importadora y exportadora de China contribuyó en gran manera a este crecimiento en los últimos años, pero el incremento de la región comenzó hace décadas.

Visión.

El liderazgo norteamericano en el Pacífico y su focalización en dicha área viene también desde largo tiempo atrás. Ya el visionario William Henry Seward, Secretario de Estado de Abraham Lincoln allá por mediados del siglo XIX, se sintió atraído por la potencialidad de dicho océano y comenzó a delinear la política que a la postre llevaría a Estados Unidos a comandar estas aguas (compra de Alaska, la instalación de la base de Pearl Harbor en Hawaii, el renacimiento de Japón como centro de crecimiento en Asia luego de la segunda guerra mundial, etc.).

No obstante, el panorama ha cambiado. Mientras que en la última década EE.UU. creció un promedio de 1,6% y Europa 1,7%, Latinoamérica lo hizo al 5,9%, el este asiático al 5,4% y el sudeste asiático al 5,9%. Hoy en día la APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) nuclea a países que representan la mitad del comercio mundial y, por ejemplo, el Estrecho de Malacca es una de las rutas comerciales más transitadas del planeta, cuya posición estratégica queda de manifiesto al descubrir que durante los últimos 600 años supo estar en manos chinas, portuguesas, holandesas, británicas, japonesas y actualmente malayas.

Desafíos.

La región Asia-Pacífico presenta hoy importantes desafíos, no solo de naturaleza económica. El ascenso chino y en particular la actitud adoptada ante ciertas cuestiones limítrofes ha herido sensibilidades y generado rispideces a lo largo y ancho de la región asiática (disputa por las islas Senkaku/Diaoyou con Japón, disputa por las islas Spartly, Paracel y Scarborough con Filipinas y Vietnam, etc.). A estas cuestiones se le suman las inestabilidades políticas observadas en lugares como Tailandia y Hong Kong, además de la reaccionaria Corea del Norte.

China está adoptando una política de incentivos (gasoductos, ferrocarriles, inversión, etc.) y castigos (ejemplo: boicot de los consumidores a los productos japoneses ante el reclamo de las islas Senkaku/Diaoyou, restricciones a las importaciones de bananas filipinas ante la disputas territoriales, etc.). Al favorecer la interdependencia económica en la región, China pretende desincentivar las reacciones de los restantes países ante las potenciales represalias económicas. Algunos entendidos dicen que, salvando las distancias, no sería más que una versión moderna del antiguo sistema de estados tributarios.

Asimismo, si bien China es la potencia comercial del Pacífico, Estados Unidos sigue siendo la potencia militar que asegura la paz y el respeto a las normas de dicho océano. Pero China (junto a otros países emergentes, justo es decir) difiere respecto de la aplicación de ciertas normas contenidas en la Convención sobre el Derecho del Mar de la ONU, en cuya creación el gigante asiático no participó (a pesar de haberla luego ratificado).

Geopolítica.

En virtud de lo expuesto, expertos en política internacional se han cuestionado si el ascenso económico chino representará para Estados Unidos el mismo desafío que representó el ascenso alemán para el Reino Unido a principios del siglo XX y desembocó en la guerra más cruenta conocida por el hombre. Por ejemplo, Henry Kissinger en su libro "On China" se planteó esta cuestión, pero se inclinó fundamentalmente por la negativa. Lo cierto es que ambos gigantes se necesitan, y no pueden darse el lujo de enlentecer el comercio y la inversión que los vincula y alimenta.

La política del "pivot" adoptada por Obama parece confirmar esta posición: el Pacífico es suficientemente grande y hay espacio para ambas potencias. El ascenso de uno no es en detrimento del otro, pero para asegurar su posición Estados Unidos requiere de una importante presencia militar y el respaldo a socios como Japón y Filipinas que hoy recurren a su apoyo ante ciertas "agresiones".

Si bien Asia es la esfera natural de influencia de China pero quien controla las aguas es Estados Unidos, la realidad es que hoy la legitimidad de muchos gobiernos asiáticos (incluyendo el de China) se basa principalmente en el crecimiento de sus economías (es decir, la posibilidad de asegurar un mayor bienestar a sus poblaciones). Para ello la paz es un bien preciado a cuidar.

Integración.

Hitos como la Carta del Atlántico o instituciones como lo OTAN que aseguraron la paz y el comercio en el Atlántico brillan por su ausencia en el Pacífico ante similares desafíos.

Sin embargo, interesantes avances se están buscando en materia de integración económica, lo que representaría un primer paso en este sentido. El acuerdo más avanzado y ambicioso al día de la fecha es el TPP (Trans-Pacific Partnership). Liderado por Estados Unidos y Japón, incluye a países como Australia, Canadá, Chile, México, Singapur, etc., pero no comprende a China.

Lo sigue el RCEP (Regional Comprehensive Economic Partnership) formado únicamente por países asiáticos (entre ellos China, lógicamente) y por último se encuentra el lejano sueño del FTAAP (Free-Trade Area of the Asia-Pacific), que incluye tanto a Estados Unidos como China.

La necesidad de paz y estabilidad en Asia para asegurar el necesario crecimiento de sus economías puede llevar a aprender lecciones del pasado y derivar en acuerdos del estilo de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero que llevó en 1951 a que Francia y Alemania se sentaran en la misma mesa a pesar del fresco recuerdo de la segunda guerra mundial y derivó a la postre en lo que hoy es la Unión Europea.

Uruguay.

Latinoamérica se ha integrado nuevamente al engranaje comercial del Pacífico, tal como lo hizo hace más de 400 años cuando la plata boliviana era transportada desde México hacia las Filipinas, para luego ser intercambiada en China por bienes como porcelana, seda, té, etc.

No es novedad que China ya sea uno de los mayores —sino el mayor— socio comercial de las principales economías sudamericanas (en el caso de Uruguay las estadísticas de 2014 confirmaron nuevamente a China en la primera posición). La inversión extranjera directa proveniente de China hacia la región también crece día a día, sin siquiera computar en los cálculos la importante inversión china indirecta que se canaliza a través de paraísos fiscales como las islas BVI (British Virgin Islands) o Caymán. En los últimos años China ha prometido más préstamos a Latinoamérica que el Banco Mundial, el BIB y Ex-Im Bank de Estados Unidos juntos.

Ante este escenario, y sin descuidar nuestra estratégica posición en el Atlántico sur, debemos "acercarnos" aun más al centro del comercio global que hoy es el Pacífico, sin que esto signifique profundizar únicamente las relaciones con China. La participación de Uruguay como país observador en la Alianza del Pacífico promovida por Chile, Colombia, México y Perú es un primer paso a través del cual luego poder pensar en el otro lado del océano. Sin perjuicio de los desafíos económicos y políticos que Asia-Pacífico presenta y la distancia que nos separa, hoy dicha región es la que mayores oportunidades nos ofrece.

(*) Abogado, con experiencia profesional en China.

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Malacca es una de las rutas de mayor comercio mundial. Foto: Archivo El País

SANTIAGO GATICA |  COLUMNISTA INVITADO

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